Familia postiza

Según la ley judía, la familia que tenía el converso antes de culminar su proceso de conversión al judaísmo ya no es su familia. No es obligatorio que el converso corte los lazos de unión con su familia biológica, ya que son las personas que le han mantenido y criado a lo largo de toda su vida y hay que estar agradecido por ello, pero técnicamente ya no son su familia. Esta es una parte difícilmente asumible para algunas personas y hay quien se abstiene de dar este dato un tanto “espinoso” a quienes han sido su apoyo durante toda su vida (y que en el mejor de los casos lo seguirán siendo hasta que abandonen este mundo).

Hashem, en Su infinita misericordia, provee a todos con absolutamente todo lo que necesitan y es muy común que al converso o a cualquier persona que se encuentra sola en este mundo, Hashem le provea de una familia de adopción que, sin tener ninguna obligación legal, adoptan figuradamente a esta persona y le dan todo el cariño que tienen a pesar de que no les unan lazos sanguíneos. Gracias a Di-s desde que comencé mi proceso de conversión ha habido cerca de mí ciertas personas que me han aconsejado, me han ayudado y me han acogido en su hogar como si fuera una más. Estas familias me han hecho sentir como si estuviera en casa, como si me hubiera criado en un hogar judío y recibido el cariño de las enseñanzas de la Torá desde mi más tierna infancia, aunque en realidad no hubiera sabido nada de ellos hasta que no alcancé la madurez.

El mérito de todas las personas que me han acogido en sus hogares es inmenso, me han hecho sentir verdaderamente como si fuera parte de la familia. Pero hay unas personas en particular que realmente me tratan como si fuera su hija. Esta familia es verdaderamente bondadosa y han abierto las puertas de su casa para ayudar a hacer teshuvá a miles de judíos. Estos judíos luego se han convertido en estudiosos de Torá, gracias al jésed (benevolencia) de esta familia que con mucha paciencia y un cariño infinito les han guiado en los amorosos caminos de la Torá para que reencuentren su judaísmo.

En mi caso, estoy inmensamente agradecida por todo lo que han hecho por mí, por acogerme siempre en su casa en Shabat, por ayudarme cuando más lo necesitaba, por aconsejarme, por quererme, por no dejar que nunca me sienta sola. Es tanto lo que tengo que agradecer a Hashem por haberme hecho meritoria de recibir un trato tan extraordinario que me faltan las palabras para expresar mi agradecimiento.

Ser benevolente con los demás y ayudarles incluso cuando no les conocemos es un acto de misericordia que aprendemos de nuestro patriarca Abraham avinu que, incluso estando con las molestias del brit milá y a pesar de su avanzada edad, se sentó en la puerta de su tienda para esperar invitados y poder agasajarles. Ciertamente uno puede estar más cómodo en casa sin que haya invitados, porque requiere un trabajo extra, tanto de preparación como de atención, pero la recompensa verdaderamente merece la pena porque hacer sentir a una persona como en su propia casa y que se sienta amado y querido es algo de una belleza inimaginable.

Quiera Di-s que siempre podamos tener oportunidades de hacer jésed con las personas que nos rodean y que lo están necesitando incluso sin decir nada para no importunar. Que siempre podamos ver la necesidad en el otro para ayudarle en todo lo que podamos.

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