El fabricante de medias – Itró

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Rabino Tzvi Meir Cohn

Posteado en 06.02.23

“Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Durante seis días laborarás y harás todo tu trabajo” (Shemot 20:8-9)

Aunque el Todopoderoso nos ordenó específicamente no trabajar en Shabat (20:10), este precepto fue introducido con el versículo que contiene el mandamiento de ‘servir’ y ‘hacer todo tu trabajo’. Es decir, la preparación para el Shabat es servir a Dios. Servir a Dios significa rendir culto en los momentos apropiados y reservar períodos fijos para el estudio de la Torá. Al llevar a cabo este servicio, Dios nos promete que seremos bendecidos con éxito en todo nuestro esfuerzo para ganarnos la vida (Meam Loez)

* * *

En la ciudad de Anapol, en los Cárpatos, vivía un comerciante, un hombre muy sencillo, llamado Rabi David, que se ganaba la vida haciendo medias para hombres. Cada día rezaba en el shul (sinagoga) del pueblo, excepto cuando no había minián (menos de 10 hombres), y entonces rezaba solo en casa.

En una ocasión, el Baal Shem Tov fue de visita a Anapol y se alojó en casa de un miembro de la comunidad. Una mañana bien temprano, el Baal Shem Tov estaba sentado en el salón de la casa de su anfitrión fumando su pipa y meditando antes de ir a rezar con el minián en el shul del pueblo.

Mientras miraba por la ventana, vio a un hombre que caminaba a paso ligero con el talit y los tefilín bajo el brazo. El Baal Shem Tov pudo ver un aura de luz espiritual que rodeaba al hombre y enseguida le preguntó a su anfitrión: “¿Sabes quién es ese hombre que acaba de pasar llevando su talit y sus tefilín?”.

El anfitrión miró por la ventana al hombre mientras seguía caminando por la calle. “Ah, ese es Reb David, el fabricante de medias. Va camino al shul, como todas las mañanas a esta hora”.

“¿Te importaría pedirle que pase a hablar conmigo mañana antes de ir al shul?”.

“Rebe”, respondió el padre de familia, “lo haría con mucho gusto, pero Reb David tiene la misma rutina desde hace muchísimos años. Dudo que la cambie, especialmente antes de rezar”.

El Baal Shem Tov no insistió. Y cuando fue al shul con su anfitrión, continuó maravillandose de la brillante luz que rodeaba a Reb David. Despues de rezar, el Baal Shem Tov se acercó a Reb David y le pregunto si podia comprar varios pares de las medias que habia hecho. Por supuesto, Reb David estuvo encantado de aceptar su pedido.

Más tarde ese dia, Rabi David llego a la casa del anfitrion para entregarle las medias al Baal Shem Tov.

“¿Cuánto le debo, Reb David?”

“Cada par cuesta una moneda de oro y media”, respondió Reb David.

El anfitrión del Baal Shem Tov los interrumpió: “¡Rabi David! ¿No le haría un precio especial a mi invitado tan especial — quizás solamente una moneda de oro por par?”.

“No”, respondió Reb David, “si quisiera vender las medias por menos, habría pedido un precio más bajo en primera instancia”.

El Baal Shem Tov le pagó a Reb David una moneda y media de oro por cada par de medias. “Cuéntame de tu negocio”, le preguntó.

“Bueno”, respondió Reb David, “primero hago unos cuarenta o cincuenta pares de medias. Luego, las pongo todas en una tina grande de agua caliente y las estampo hasta que se ablandan. Luego dejo secar las medias. Después, las plancho. Por último, las separo en pares”.

“¿Y cómo las vendes?”, continuó el Baal Shem Tov.

“Espero a que los tenderos vengan a mi casa y me las compren. Cada vez que vienen a comprar las medias, reponen mi provisión de lana que han comprado especialmente para mí para que pueda hacer más medias, y les pago extra por su trabajo.”

“Hoy, por respeto a usted, rabino, he hecho una excepción y le he traído las medias. Normalmente, sólo salgo de casa para ir a ayunar al shul con un minián. Y si no hay minián, me quedo en casa y rezo solo”.

“¿Qué haces si necesitas una gran cantidad de dinero, por ejemplo para pagar la boda de tus hijos?”, preguntó el Baal Shem Tov. Reb David respondió con una sonrisa. “El Todopoderoso, bendito sea, cuida de mí y de alguna manera siempre tengo dinero suficiente para todas mis necesidades, incluso suficiente para casar a mis hijos”.

“¿Y qué haces a la mañana temprano?”, continuó el Baal Shem Tov.

“Sinceramente, rabino”, respondió Reb David, “paso todos los días, excepto el Shabat y las fiestas judías, desde primera hora de la mañana hasta la noche, haciendo medias.”

“¿Y recitas Tehilim (Salmos)?”.

“Rabí, no tengo tiempo para buscar en un libro, así que sólo recito los que me sé de memoria”, respondió Reb David.

Después que Rabi David se fue, el anfitrión del Baal Shem Tov se preguntó en voz alta: “¿Por qué el Rebe está tan interesado en mi vecino?”.

El Baal Shem Tov respondió: “El más sabio de los eruditos de la Torá se esfuerza mucho para comprender sus estudios, y para inspirarse a servir al Creador. Pero el esfuerzo de la mente a veces puede embotar su verdadera conexión con El Todopoderoso, que está más allá de la comprensión. En la casa del tesoro celestial de lo Alto, donde están almacenadas todas las palabras del estudio de la Torá y las plegarias de Su santo pueblo de Israel, las más preciadas son las sencillas palabras de Tehilim, recitadas por el simple judío mientras realiza su trabajo diario, con perfecta fe y confianza en que el Todopoderoso lo protegerá, guardará y sostendrá con todo lo que necesite. Esa fe pura y simple es la verdadera esencia de cada judio. Reb Dovid es una persona así – y es él y otros como él los que sientan las bases de nuestra Redención, que llegue pronto en nuestros días. Amén”

Y así fue.

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