La transformación de la banana

Descubre el asombroso vínculo entre la alimentación y la fe

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David Ben Horin

Posteado en 14.04.24

El asombroso vínculo entre la alimentación y la fe

La distinción entre frutas y verduras en la ley judía es algo más que una guía dietética. En el simple acto de elegir qué bendición recitar sobre los alimentos, podemos descubrir profundas lecciones sobre la existencia y la espiritualidad. Ya sea que se trate de una banana o una aceituna, cada elección refleja el ciclo eterno de la vida, el crecimiento y la renovación.

Navegar por el mundo de las leyes dietéticas judías puede resultar un poco complicado. Discernir entre una fruta y una verdura es algo más que una cuestión de simple gusto.

Pensemos en la banana. Ampliamente reconocida como una fruta, especialmente por su sabor dulce, antes de comerla, recitamos la bendición “Boré Pri Ha-adamá” que se utiliza básicamente para las verduras.

Por su parte, la aceituna, que no es una buena candidata para coronar un helado, recibe con orgullo la bendición “Boré Pri Ha-etz”, reservada para las frutas.

¿Cómo es que la banana se convirtió en una “verdura” judía?

El Tratado de Berajot nos ofrece algunas pistas. Y es que las frutas y las verduras no se distinguen por su sabor, sino por cómo las hace Hashem.

La aceituna es el regalo que sigue dando, prometiendo una nueva ofrenda cada año. Cosecha mil aceitunas de un árbol, y en un año, habrá mil más colgando de las mismas ramas.

Los bananas tienen más elementos en común con el maíz. La cosecha de la banana señala el final del ciclo vital de su tallo, una actuación singular que no se repite. Una vez arrancadas los bananas, el tallo sale por la izquierda del escenario, contribuyendo al compost o quizá a un tentempié poco convencional.

Las frutas se reproducen cada año, mientras que las verduras empiezan de cero.

Lecciones de la Tierra: Aprovechar las oportunidades de crecimiento y renovación

La vida, en su esencia, es una mezcla de actuaciones repetidas y espectáculos únicos.

Algunas experiencias, como la búsqueda de la manzana perfecta, pueden ser cíclicas. Uno lo da todo, y si los intentos de esta temporada no dan fruto, existe la promesa de un nuevo año, un nuevo comienzo y una esperanza renovada de una cosecha mejor.

El regreso del Shabat cada siete días nos da la oportunidad de disfrutar de un fruto recién crecido del mismo árbol.

Sin embargo, existen esos acontecimientos únicos, tu bar mitzva, la fugacidad de la juventud y esos momentos cruciales que nos dan forma. Estas son nuestras hortalizas, las experiencias que no se repiten y que nos obligan a aprovecharlas plenamente.

Una vez cosechadas, se van para siempre.

Hacer tarta de chocolate con verduras

¿Sabías que la bendición que se recita sobre un grano de trigo crudo es la misma que se recita sobre la lechuga?

Las frutas vienen ya listas para comer. Puedes arrancar una manzana del árbol, recitar una bendición y darle un mordisco. Las verduras por lo general requieren mucho trabajo. Empiezan siendo pequeñas, pero con el esfuerzo adecuado se convierten en verduras grandes y rebosantes de color y sabor.

El grano de trigo empieza como un vegetal y puede acabar como un pastel de chocolate.

Hay tantos acontecimientos en la vida que pueden menospreciarse, como un simple grano de trigo –o bien transformarse en algo inolvidable.

Muchos de los momentos de la vida empiezan siendo pequeños pero siguen transformándose. Puede ser la primera vez que rezas en una sinagoga. Que te ofrezcan ponerte los tefilín. Estudiar Torá con tus hijos.

Los frutos de la fe: La cosecha espiritual de las fiestas judías

Pesaj llega en la estación de la cosecha de la cebada. Shavuot llega cuando el trigo ya está listo para ser cosechado.

Nuestra liberación de Egipto ocurrió sólo una vez en la historia. Recibimos la Torá y la revelación Divina en el Sinaí una sola vez.

Fuimos liberados y se nos dio la Torá para que dediquemos nuestras vidas a servir a Hashem. Tenemos una sola oportunidad. Una vez que la vida cesa, somos cortados y convertidos en abono, al igual que el tallo de la banana.

Pesaj llega cuando cosechamos lo que se utiliza para alimentar a los animales. Shavuot llega cuando cosechamos trigo, que se utiliza para alimentar a las personas. La cuenta de 49 días del Omer es nuestra oportunidad de pasar de vivir como animales a vivir como personas.

¿Qué podemos hacer en estas siete semanas para distinguirnos como la creación que Dios quiso que fuéramos?

Las Altas Festividades llegan cuando maduran las granadas, los dátiles y las aceitunas.

Rosh Hashana y Yom Kippur son regalos anuales de Dios. Hashem siempre reproduce la oportunidad de teshuva, perdón y crecimiento.

– ¿Qué mitzvot cumpliremos?

– ¿En qué aspectos de nuestra conducta mejoraremos?

– ¿Cómo puede el árbol de nuestra vida producir un mayor rendimiento espiritual para Dios este año?

Todos estos frutos proclaman renovación en un momento en que tanto el cielo como la tierra cantan la canción de otra oportunidad más.

Cosechar desde las raíces de la gratitud

En el mundo de las bendiciones judías, cada planta tiene su lugar y cada bendición, su propósito.

Cuando te dispongas a consumir esos exuberantes dátiles israelíes o las sabrosas aceitunas locales, recuerda que la bendición es un momento de conexión que te invita a reflexionar sobre Quién nutrió el alimento, Quién nutre al que lo come, y qué tipo de oportunidad nos brinda este momento para servirle.

La próxima vez que los sabores dulces y salados bailen en tu paladar, piensa en esto: ¿Qué puedo aportar yo hoy al ciclo de la gratitud? ¿Qué semillas de bondad puedo plantar hoy?

Por más pequeña que sea, cada acción puede producir una cosecha de impacto monumental.

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