Palabras que No se Pierden
En este mundo nada se pierde, ni siquiera el aliento de la boca… ni siquiera la palabra pronunciada por un ser humano...
¿Sabían que nada en la Creación se puede alguna vez destruir por completo? El Zohar afirma que “en este mundo nada se pierde, ni siquiera el aliento de la boca… ni siquiera la palabra pronunciada por un ser humano, ni siquiera un sonido; todo tiene su lugar y su ubicación”.
Relativamente hace poco tiempo la ciencia descubrió este fenómeno (en el siglo XVIII), pero el pueblo judío ya lo sabía a través de la transmisión Divina a partir de la sagrada Torá. La materia física nunca puede dejar de existir sino que solamente está destinada a descomponerse y cambiar de forma; de hecho, este mundo en el que habitamos solamente ha de existir 6.000 años en su forma presente y luego ha de reconstruirse. Tampoco la energía puede destruirse, sino que únicamente cambia de forma. Todo en la Creación se encuentra en un proceso de continuo flujo, cambiando de estructura, incluso en lo que denominamos “objetos inertes”. El universo consiste solamente de aproximadamente siete elementos y milagrosamente vemos que la diversidad es impresionante. Fíjense por ejemplo en nosotros, los seres humanos, que estamos compuestos de una combinación de esos mismos elementos, lo cual es verdaderamente prodigioso!
De acuerdo con las fuentes sagradas, la materia física y la energía, o sea, el cuerpo y el alma, también son indestructibles, pero están destinados a descomponerse en cierto punto, separándose el uno del otro en forma temporaria para volver a reunirse con un fin más elevado [nuestros Sabios enseñan que el hueso llamado “luz” que se encuentra en la nuca es indestructible y es a partir de dicho hueso que se iniciará la resurrección de los muertos en un futuro].
Entonces ¿qué impacto debería ejercer esto sobre el pueblo de Israel? Lo que hace único al ser humano es el poder de libre albedrío o libertad de elección y de habla y la influencia que tiene sobre la Creación. En ese sentido, nosotros emulamos al Creador. Nuestros Sabios nos dicen que después de morir todo lo que hicimos o que dijimos en este mundo vuelve a tocarse como si fuera un CD y entonces nos enfrentamos a la realidad de las personas que fuimos como resultado de nuestro paso por este mundo. Debo admitir que cuando oí este concepto por primera vez, pensé que era un poco estrambótica, pero ahora ya no. Basándonos en la introducción que hice más arriba, es totalmente lógico que todo en este mundo sea paralelo a los mundos espirituales superiores y viceversa.
Este es un pensamiento bastante temible. Que todo lo que decimos y hemos dicho en este mundo en realidad continúa rebotando en la atmósfera y además sabemos, a través de la ciencia, que ahora se está poniendo al día con la sabiduría de la Torá, que aquello que decimos literalmente tiene un efecto incluso sobre los objetos inanimados.
No nos debe sorprender entonces que nuestros Sabios sean tan estrictos en lo que al habla se refiere. Mucho se ha escrito recientemente acerca del poder del habla, y de lo importante que es hablar bien de los demás y buscar los puntos buenos de los demás en vez de sus defectos. Por eso, en vez de repetir lo que ya se dijo tantas veces, esta vez quise llamar la atención a otro aspecto que tiene el habla en la vida: el medio.
El medio que nos rodea nos afecta, tanto si queremos como si no. La Torá enfatiza la importancia de nuestro medio y lo importante que es no asociarnos con personas que nos alejen de nuestra misión espiritual. Esto es algo en lo que muchos fallamos; sentimos que somos lo suficientemente fuertes como para soportar las tentaciones que atacan nuestros sentidos. Las palabras tienen influencia. Y si no me creen, miren lo que pasa en los medios de comunicación: la vulgaridad, la forma en que se distorsiona la realidad, asesinando la esencia de la persona, y cómo enfrenta a un país con otro, a un pueblo con otro [como nosotros los judíos sabemos muy bien y seguimos siendo testigos de la terrible propaganda en contra de la nación judía]. Y qué me dicen del lenguaje diario que se oye en la calle, en el campus, en el lugar de trabajo: las maldiciones, las humillaciones, las críticas. Esto está por todas partes. Y no piensen que somos inmunes, porque si pasan cierta cantidad de tiempo en un medio como ese, al final van a adoptar parte de esa forma de hablar y de actuar, por más sutil que sea el “cambio”.
No siempre es fácil tirarse en paracaídas en un medio “perfecto” pero sí podemos elegir a quién tenemos de amigo y a veces también dónde queremos vivir, qué clase de trabajo queremos tener. Cuanto más refinado sea el medio en el que nos encontremos, más sensibles nos volveremos y mayor alergia le tendremos a la vulgaridad.
Entren en la Torá y entonces van a entender de lo que les estoy hablando. Pasen un cierto tiempo al lado de judíos que dedican la vida al servicio de HaShem. No tenemos que ser perfectos y ni siquiera estar a un nivel elevado. Tal vez solamente estemos empezando, pero el medio de Torá sin dudas va a elevar a la persona judía casi como por ósmosis. En vez de las palabras vacías del lenguaje cotidiano, llénense la boca con palabras de Torá y bondad y entonces van a experimentar una satisfacción interna que no tiene paralelos.
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