Virtud o neurosis?

En realidad, no es tan crucial que la gente nos quiera. Sí es importante que nos quieran nuestros familiares, las personas que nos importan, las personas con las que vivimos

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Dr. Zev Ballen

Posteado en 04.04.21

Una mujer era el epítome de la generosidad, la abnegación y la benevolencia. En lo único que pensaba era en su marido, sus hijos, sus vecinos y sus familiares. En todo momento buscaba la forma de quedar bien con ellos y buscar su aprobación así que hacía todo lo posible por cumplir con sus expectativas. Cuando ella llegaba al límite de sus recursos y ya no podía hacer nada más por alguien que la necesitaba, ella temía la más mínima señal de que la persona se hubiese desilusionado con ella.

 

Lo que más temía de todo era que su marido la abandonara si ella no hacía lo suficiente por él. Finalmente, cuando ella se enfermó y se vio forzada a poner fin a su “benevolencia” con los demás, ella literalmente no sabía lo que sentía, lo que pensaba, lo que le gustaba o no le gustaba; no sabía en qué creía y ya ni siquiera quién era.

 

La mayoría de nosotros quiere caerles bien a los demás. Sentimos placer y gratitud cuando la gente nos quiere y sentimos resentimiento cuando alguien no nos quiere. Esto en sí mismo no es un comportamiento neurótico. En el caso del niño, la sensación de ser querido es de fundamental importancia para su desarrollo armonioso. La pregunta es en qué caso la necesidad de afecto se transforma en una neurosis?

 

Mi descripción de la mujer antedicha es la de una persona neurótica. Sin embargo, no hubo absolutamente nadie en la vida de esta mujer que se diera cuenta de que su estado iba de mal en peor– antes de que fuera demasiado tarde. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que una necesidad de afecto tan desesperada, tan compulsiva y tan indiscriminada pasara inadvertida por las personas más cercanas a ella?

 

Para la persona neurótica, obtener amor y aprobación no es un lujo, sino una necesidad vital. La diferencia es entre “Yo deseo ser, y disfruto de ser, amado” y “Yo TENGO QUE SER amado a cualquier precio”; o la diferencia entre alguien que come porque tiene buen apetito, que disfruta de la comida y se cuida de lo que come, con otra persona que está a punto a morirse de hambre, come lo primero que encuentra y paga por esa comida el precio que sea.

 

Por desgracia la mujer que hemos citado es un prototipo muy común en las comunidades religiosas. La comunidad religiosa mantiene en alta estima los ideales de benevolencia, abnegación y la realización de buenas acciones. Es natural que admiremos y respetemos a la persona que vive según los ideales de la Torá, ocupándose de los huérfanos viudas y todos los que necesitan ayuda. Estos factores culturales y religiosos tan poderosos nos llevan a pensar que la persona abnegada es el epítome de lo que todos deberíamos aspirar a ser.

 

En realidad, no es tan crucial que la gente nos quiera. Sí es importante que nos quieran nuestros familiares, las personas que nos importan, las personas con las que vivimos o trabajamos o aquellas personas a las que tengamos necesidad de impresionar por algún motivo oportuno. Pero fuera de toda esa gente, no hace falta que los demás nos quieran o no. Es posible que este concepto no suene muy bien a la persona de mentalidad americana, a causa de distintos factores culturales que inciden en el tema. Por ejemplo, en la cultura norteamericana, ser popular es uno de los objetivos competitivos que la gente anhela obtener  y que no está tan presente en otras culturas.

 

Vivimos en una generación que está por desgracia muy lejos de Dios. El movimiento ateísta ha dejado una epidemia de desórdenes psicológicos que no habían existido en generaciones anteriores. Por necesidad, tenemos que aprender más acerca de la personalidad neurótica de nuestra época, para poder diferenciarla de la persona sana y así ayudar al neurótico a no volverse todavía más neurótico usando la Torá en forma insana. Estamos recién en el comienzo de este proceso de educarnos a nosotros mismos pero por lo menos ya hemos hecho un comienzo.

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