El bicho raro

Siempre ha habido personas que por su comportamiento diferente llaman la atención. En realidad, todos somos un poco bichos raros, ¿no?

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Tali Mandel

Posteado en 15.03.21

Hoy en día se les conoce como “nerd”, porque es un término mucho más “cool” que decir bicho raro, pero de toda la vida ha habido (o hemos sido) este tipo de personas que por su comportamiento diferente llaman la atención. En realidad, todos somos un poco bichos raros, ¿no les parece?

 

Cuando empecé a conocer las leyes judías, hace ya años, resultó que una consecuencia natural y lógica fue el cumplimiento de ciertas mitzvot. Ya lo sé, no es nada raro, pero para alguien como yo, que no había tenido contacto alguno con el judaísmo, fue chocante cambiar hábitos rutinarios. Una vez que HaShem me regaló el entendimiento de conocer el judaísmo supe que quería realizar mi conversión y formar parte de este pueblo.

 

Este entendimiento vino seguido del cambio en ciertos hábitos en mi vida. Comencé a leer otro tipo de literatura, para aprender sobre la historia del pueblo judío, sobre sus fiestas y costumbres. Empecé a leer la Torá, a estudiar artículos sobre la parashá semanal. Como una consecuencia natural, y ya que la persona habla sobre lo que le interesa, mis temas de conversación se encaminaron a reflexionar sobre judaísmo en la mayoría de las ocasiones. Todos estos cambios eran vistos por mis amigos y familiares con cierto recelo. Creo que, por un lado, admiraban el interés y entusiasmo que demostraba por este nuevo “interés que había surgido de la nada” y por otro lado les daba un poco de miedo que estuviera realizando cambios tan radicales en mi vida. En resumidas cuentas, me veían un poco como bicho raro o nerd, lo que más les guste.

 

En este momento me di cuenta de que me había convertido en el bicho raro de mi círculo de amistades. No fue hasta que comencé a ir a la sinagoga y conocí a otras personas que, al igual que yo, estaban en proceso de conversión que se me empezó a quitar un poco ese complejo de bicho raro que recientemente había adquirido. Estos meses o años no fueron fáciles, ya que los cambios que estaba haciendo en mi vida eran radicales: en la dieta, en la vestimenta, en el lugar en el que vivía… muchos de ustedes ya saben a qué me refiero. Vas a comer a un restaurante y ya no quieres comer cerdo, intentas pedir alguna otra cosa pero resulta que todo tiene carne o tiene mezcla de carne y leche o el cocinero simplemente no quiere quitar ingredientes al plato que ya está en el menú del restaurante.

 

Comenzar a vestir con recato no fue traumático para los que estaban a mi alrededor porque al trabajar en una oficina incluso fue mejor este cambio ya que iba vestida de una manera más formal y no llamaba la atención.  Paradójicamente, las normas de vestimenta en el trabajo suelen recomendar una indumentaria recatada con el fin de dar seriedad a los negocios. Es curioso cuán evidente es para la sociedad que la vestimenta de la mujer atrae al sexo opuesto y saben que se puede utilizar para dar más formalidad y seriedad a un negocio o para comportarse de una forma más provocativa y lasciva al salir a tomar copas. Sin embargo, muchas mujeres luchan por defender la postura de que la mujer no tiene que ser juzgada por lo que lleve puesto y que se debe mirar siempre en el interior sin importar la ropa que esté luciendo o los encantos que esté dejando al descubierto. Esto me parece de todo punto ilógico, porque intentar defender que uno se fije en el interior cuando se está llamando la atención con lo que hay en el exterior es totalmente contradictorio.

 

En fin, no me quiero salir del tema, hablábamos de los bichos raros. Esos niños a los que les hacen bullying en el colegio o que son apartados por los demás porque piensan o son diferentes al resto son en realidad aquellos que usan su cerebro para pensar y apartarse del rebaño, para no seguir los caminos de esta sociedad enferma que necesita un replanteamiento urgente de sus principios básicos.

 

Diría que más vale la pena ser un bicho raro que piensa, que se comporta según unos principios de moralidad bien fundamentados, que ser un autómata que sigue las tendencias de la moda porque es lo que hacen los demás y pasan sus vidas siendo esclavos de los caprichos mediáticos de turno. HaShem nos ha dado un cerebro privilegiado para usarlo, para pensar y recapacitar sobre las cosas y los hechos, usémoslo para comportarnos según ordena HaShem, para ser respetuosos con los demás y actuar con amor y respeto.

 

 

Si tienes alguna pregunta o quieres compartir tu historia o inquietudes, escríbeme a tali.mandel.18@gmail.com

 

 

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1. Jana

11/12/2018

Bicho Raro Totalmente identificada con este artículo… Tiendo a ser el bicho raro de mi trabajo.. B’H 🙂

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