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Entro en Facebook y veo fotos de niños pequeños, parejas que se besan, mujeres semi-desnudas y me pregunto ¿dónde queda la intimidad?

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Tali Mandel

Posteado en 14.03.21

Entro en Facebook y veo fotos de niños pequeños, parejas que se besan, mujeres semi-desnudas, imágenes de dormitorios, salones… y me pregunto ¿dónde queda la intimidad?

 

Si se publican las fotografías de los niños desde antes de que nazcan y se les crea un perfil de Facebook prácticamente desde que la madre se queda embarazada, ese niño está condenado a una vida pública. Conozco el caso de una pareja que publicó el video de cómo ella se hizo la prueba de embarazo y cómo se enteraron de que era positivo y se convertirían en papás. Imagino que los padres estarán muy contentos porque ese vídeo tuvo muchos “likes” pero personalmente, me dio vergüenza ajena. Algo tan sagrado como un embarazo, un proceso milagroso tan sensible y tan expuesto a la vez. No sé, esta falta de privacidad me hace pensar que no sabemos a dónde nos dirigimos.

 

Cada vez la sociedad se enfoca más hacia la apertura, la diversidad, la amplitud de miras y de horizontes. Y, por un lado, está bien aceptar otras ideas. Por ejemplo, cuando se trata de investigaciones para curar enfermedades donde se encamina el estudio a nuevas formas no utilizadas antes, esta apertura puede resultar muy ventajosa. Pero, por otro lado, cuando se admite que todo vale amparados bajo el estandarte de la aceptación de la pluralidad podemos llegar a situaciones verdaderamente lamentables, como el caso del niño de 11 años que abre una página web exclusivamente para niños menores de edad que desean ser transexuales y donde los padres no pueden tener acceso. Ya lo sé, pensarán que estoy hablando de casos extremos y que siempre es positivo tener una mente abierta. Déjenme que dude de ello.

 

Hoy en día, la intimidad es un bien preciado y bien pagado. Hay miles de millones de vídeos en YouTube donde los “youtubers” muestran su vida. Abren las puertas de su hogar para mostrar cómo cocinan, cómo se visten, dibujan, maquillan, cómo hacen su rutina diaria. Y la verdad es que son los más exitosos. Porque la gente es curiosa, somos entrometidos por naturaleza, es uno de los rasgos que debemos trabajar. ¿Qué me importa cómo se vista mi vecina? Lo que tengo que cuidar es mi propio recato, ¡no el suyo!

 

Lo que sucede es que parece ser más fácil dar consejos que aplicarlos a nosotros mismos. Por supuesto, es mucho más sencillo pero eso no significa que sea mejor. Tendemos a buscar lo fácil y eso nos lleva a cometer muchos errores básicos de comportamiento para con los demás y para con HaShem. Detenernos a observar la intimidad de otra persona, por mucho que lo ande publicando en las redes sociales, no nos hace ningún bien. Ese tiempo lo podemos estar aprovechando en ver otras cosas y la excusa de que “si lo publica, entonces por qué no tendría que mirarlo” no es válida (ustedes lo saben en el fondo).

 

No ignoren esa vocecilla que les dice que cambien de lugar, que no se detengan a mirar esas fotos o que no se regodeen en el sufrimiento ajeno. Busquen cosas que hacer, que construir, cosas que les llenen el espíritu y gratifiquen su alma, no su curiosidad. Salvaguardemos nuestra propia privacidad, el vecino no tiene por qué enterarse de cuándo nos depilamos, cenamos o qué película estamos viendo. Ni tenemos por qué compartirlo, ni tenemos por qué meternos en averiguar cosas innecesarias de la vida de completos desconocidos. Si miran algo, que sea con un propósito constructivo. Vean vídeos de decoración, de alimentación, de maquillaje, ¡de lo que quieran! Pero siempre teniendo en cuenta que no hay que meterse en la vida privada de los demás. Dejémosle a cada uno su espacio vital. Respetémonos unos a otros.

 

 

Si tienes alguna pregunta o quieres compartir tu historia o inquietudes, escríbeme a tali.mandel.18@gmail.com

 

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