Una conexión eterna

¿Qué haces cuando recibes una llamada del maestro de tu hijo, esa clase de llamadas que nadie quiere recibir? “Su hijo (o hija) se portó muy mal”.

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 10.03.25

Ve a las raíces

¿Qué haces cuando recibes una llamada del maestro de tu hijo, esa clase de llamadas que nadie quiere recibir? “Su hijo (o hija) se portó muy mal”. Y no se refieren a una simple travesura, ni siquiera a una falta de respeto, sino a algo verdaderamente grave.

La respuesta a esto depende, por supuesto, del tipo de acto cometido; pero hay un punto muy importante que, en principio, se aplica a cualquier falta grave. Esto también es cierto cuando el infractor es un adulto, pero nos resulta más cómodo hablar de niños.

Debemos entender que nadie cae tan bajo de un día para otro. El niño pasa por un proceso, y ese proceso comienza con cosas pequeñas. Al principio, el niño parece estar perfectamente bien y todo parece normal, lo que lleva a los padres a ignorar las pequeñas señales que envía… hasta que todo les explota en la cara.

Esas “pequeñas” cosas en realidad no son pequeñas en absoluto, porque al final son las que llevan a la persona a los lugares más bajos. Es como un arquero que dispara una flecha: la desviación más mínima en el punto de partida hará que la flecha termine muy lejos del objetivo.

Por lo tanto, los padres que desean ayudar a su hijo deben buscar las causas profundas de su caída y deben rezarle a Hashem para que les muestre la raíz del problema y cómo sanarla.

Desde el punto más alto

En nuestra parashá, el pueblo judío comete un pecado grave: se hacen un becerro de oro, que es avodá zará (idolatría). ¿Cómo pudo ocurrir esto apenas tres meses después del Éxodo de Egipto y de la apertura del Mar Rojo? Apenas cuarenta días antes, Hashem les había hablado cara a cara en la entrega de la Torá, y su existencia en el desierto estaba llena de milagros abiertos… y aun así, cayeron tan bajo.

La verdadera pregunta es: ¿Cuál fue la raíz, la causa profunda, el “pequeño” error que los alejó tanto de Hashem? Es importante que lo entendamos, porque aunque hoy no tengamos un yetzer hará (inclinación al mal) de idolatría, el mismo error que llevó a nuestros antepasados a practicarla puede ser la causa de todas las fallas de nuestra generación.

Y no estamos hablando sólo de quienes están alejados de la Torá y las mitzvot, sino incluso de aquellos que se consideran religiosos e incluso ultraortodoxos. Todos debemos comprender los puntos centrales y profundos sobre los cuales se sostiene el judaísmo.

Me has echado a mis espaldas

Rabí Natán de Breslev, el genio de la jasidut, nos revela el secreto de la caída de Israel con el becerro de oro. Escribe algo asombroso: La razón fue que no buscaron con suficiente esfuerzo el Rúaj Hakodesh (espíritu profético) de Moshé Rabenu.

Esto requiere una explicación. La idolatría es una falla en la emuná (fe). Existen trece principios de fe, y no es suficiente con creer en la existencia de Hashem, en Su unicidad y en Su hashgajá (providencia divina). Si la fe en uno de los otros principios es defectuosa, toda la emuná se ve afectada y, al final, esto lleva a una falla en la creencia en Hashem mismo.

Tenemos varios principios de fe que hablan de la eternidad de la Torá y de la fe en Moshé Rabenu y su profecía. Moshé no era solo un maestro o un consejero; él mismo era la Torá, y toda la fe depende de él. En la Cábala, se dice que Moshé representa el atributo de netzaj (eternidad).

El pueblo vio que Moshé se retrasaba en su regreso y pensó que había muerto. ¿Qué dijeron entonces? “Este Moshé, el hombre que nos sacó de Egipto, no sabemos qué le ha pasado”. Su conclusión fue: “Vamos, hagamos un dios que nos guíe”. En un instante, desecharon todo el esfuerzo de Moshé por acercarlos a Hashem.

Cometieron un grave error en su fe en la eternidad de la Torá y en la profecía de Moshé Rabenu.

El tzadik no es un evento pasajero

Cada judío que tiene el mérito de recibir orientación de un tzadik y que este lo salva y lo ilumina con el daat (conciencia espiritual) de la emuná, debe continuar siempre buscando al tzadik. No hay que pensar en el tzadik como una grúa que simplemente lo saca del barro y luego se despide. El tzadik es el motor que lo impulsa en la vida.

Cuando uno se desconecta del tzadik, su medame (poder de imaginación) se distorsiona. Vale decir, empieza a ver la realidad de manera equivocada, toma decisiones erróneas y, con el tiempo, su fe se debilita, lo cual lo lleva a cometer transgresiones.

Por eso, Rabí Najman enfatizó en su testamento que lo más importante es rezar para acercarse a un tzadik verdadero y buscar su espíritu genuino, porque esa es la forma de corregir la fe y merecer la Redención.

La conexión eterna del pueblo judío

El pueblo judío en Shushan pensó que los setenta años ya habían pasado y que la redención no llegaría, y por eso llegaron a la conclusión de que su conexión con Hashem se había roto para siempre. Por eso, comenzaron a asimilarse entre los no judíos y asistieron al banquete de Ajashverosh.

Pero Mordejai se mantuvo firme, proclamando que la Torá no cambia ni se debe reemplazar, y que el pueblo de Israel es y será siempre el pueblo de Hashem.

Los grandes problemas del pueblo judío comenzaron cuando le dieron la espalda a Mordejai y se negaron a escucharlo. Pero la salvación llegó cuando volvieron a él, hicieron teshuvá y retornaron a la fe completa.

Hoy en día, el pueblo judío está redescubriendo su herencia eterna, su destino eterno. El pueblo de Israel busca renovar su conexión con la Torá de Moshé, con los tzadikim y con la fe pura y sencilla de que Hashem nos ama y que somos Su pueblo, siempre y en toda circunstancia.

Y con esta conexión eterna, ciertamente veremos grandes salvaciones y la Redención completa con gran compasión, muy pronto. ¡Amén!

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