En tierra firme

Nos guste o no, la verdad es que Hashem no nos debe nada, y no está obligado a darnos nada.

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 15.03.21

 

Cuando nos referimos a las personas que sufren de problemas de inestabilidad, ya sea personal, emocional, mental o profesional, la gente suele decir: “Es como si la tierra temblara debajo de mis pies”.

 

Así como el suelo es el símbolo físico de la estabilidad, de la misma manera, existe una regla básica que nos permite estar siempre “en tierra firme” en términos espirituales. Este concepto nos permite alcanzar la verdadera estabilidad en cada aspecto de nuestra vida física, emocional y espiritual, incluso cuando a nuestro alrededor parece ser una tempestad.

 

Nos guste o no, la verdad es que Hashem no nos debe nada, y no está obligado a darnos nada. La persona que vive esta verdad vive una vida buena y dulce. Esta persona es feliz con cada pequeña cosa que tiene en la vida y sabe valorarla. Y si tiene alguna carencia o algún problema, le resta importancia, porque en realidad no tiene grandes expectativas. Los problemas no sustraen de su felicidad y ni siquiera sus méritos se los adjudica a sí mismo sino que siente que está en deuda con Hashem.

 

El ejemplo perfecto de esta visión del mundo es Moshe Rabenu. Si alguna vez hubo una persona de la que podemos decir que realmente se merece algo de Hashem, ese es Moshe Rabenu. Sin embargo, él se vio a sí mismo como alguien que estaba en deuda con Hashem y Le pidió a Hashem solamente regalos gratuitos hasta su último día.

 

Esto está en total contraste con los judíos en el desierto, que desafortunadamente no aprendieron esta virtud de su líder, porque, a pesar de tener todas las bendiciones habidas y por haber, ellos se causaron a sí mismos grandes sufrimientos por su falta de gratitud.

 

El pueblo judío tuvo la osadía de quejarse del más grande regalo que podían haber recibido: la Tierra de Israel. Y entonces vino Koraj, quien exigió con descaro: “¡Me merezco ser Rey! ¡Yo debo gobernar!”.

 

Koraj era exactamente lo opuesto a Moshe Rabenu, y el símbolo del lema “me lo merezco todo”. Él ya había recibido todo: era una de las personas más ricas del desierto y ya ocupaba un alto rango y un trabajo importante. Pero se emborrachó y encegueció por sus sentimientos de grandeza.

 

Este es el principio básico de la emuná: cuando uno piensa que Hashem le debe algo, está sumido en la más grande mentira, y no hay más grande herejía que esa. Por eso, nuestros Sabios nos enseñan que Koraj era un hereje.

 

Nadie vive por sus propios méritos sino que todo es una inmensa bondad de Hashem. El que niega este principio básico está literalmente desintegrando el suelo sobre el que está parado.

 

Esta es la verdad y la emuná simple, la base real sobre la que se apoya todo el mundo y nuestra vida misma. Y este es el secreto de la verdadera estabilidad.

 

Cuando nos referimos a las personas que sufren de problemas de inestabilidad, ya sea personal, emocional, mental o profesional, la gente suele decir: “Es como si la tierra temblara debajo de mis pies”.

 

 

Así como el suelo es el símbolo físico de la estabilidad, de la misma manera, existe una regla básica que nos permite estar siempre “en tierra firme” en términos espirituales. Este concepto nos permite alcanzar la verdadera estabilidad en cada aspecto de nuestra vida física, emocional y espiritual, incluso cuando a nuestro alrededor parece ser una tempestad.

 

Nos guste o no, la verdad es que Hashem no nos debe nada, y no está obligado a darnos nada. La persona que vive esta verdad vive una vida buena y dulce. Esta persona es feliz con cada pequeña cosa que tiene en la vida y sabe valorarla. Y si tiene alguna carencia o algún problema, le resta importancia, porque en realidad no tiene grandes expectativas. Los problemas no sustraen de su felicidad y ni siquiera sus méritos se los adjudica a sí mismo sino que siente que está en deuda con Hashem.

 

El ejemplo perfecto de esta visión del mundo es Moshe Rabenu. Si alguna vez hubo una persona de la que podemos decir que realmente se merece algo de Hashem, ese es Moshe Rabenu. Sin embargo, él se vio a sí mismo como alguien que estaba en deuda con Hashem y Le pidió a Hashem solamente regalos gratuitos hasta su último día.

 

Esto está en total contraste con los judíos en el desierto, que desafortunadamente no aprendieron esta virtud de su líder, porque, a pesar de tener todas las bendiciones habidas y por haber, ellos se causaron a sí mismos grandes sufrimientos por su falta de gratitud.

 

El pueblo judío tuvo la osadía de quejarse del más grande regalo que podían haber recibido: la Tierra de Israel. Y entonces vino Koraj, quien exigió con descaro: “¡Me merezco ser Rey! ¡Yo debo gobernar!”.

 

Koraj era exactamente lo opuesto a Moshe Rabenu, y el símbolo del lema “me lo merezco todo”. Él ya había recibido todo: era una de las personas más ricas del desierto y ya ocupaba un alto rango y un trabajo importante. Pero se emborrachó y encegueció por sus sentimientos de grandeza.

 

Este es el principio básico de la emuná: cuando uno piensa que Hashem le debe algo, está sumido en la más grande mentira, y no hay más grande herejía que esa. Por eso, nuestros Sabios nos enseñan que Koraj era un hereje.

 

Nadie vive por sus propios méritos sino que todo es una inmensa bondad de Hashem. El que niega este principio básico está literalmente desintegrando el suelo sobre el que está parado.

 

Esta es la verdad y la emuná simple, la base real sobre la que se apoya todo el mundo y nuestra vida misma. Y este es el secreto de la verdadera estabilidad.

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