Toma de decisiones

¿Quién no se ha enfrentado alguna vez a una toma de decisiones bien difícil? Lo que para algunos puede carecer totalmente de importancia para otros bien puede ser crucial. Y es que es cuestión de puntos de vista y, sobre todo, de quién sea el protagonista de la decisión.

Como cualquiera, a lo largo de mi vida he debido tomar decisiones difíciles (o al menos así me lo parecían en su momento) y este proceso me consumía mucho tiempo y dolores de cabeza. Asuntos como qué carrera universitaria escoger, qué idiomas estudiar o en qué ciudad vivir no parecen cosa del otro mundo pero para cada uno en su momento determinado han podido ser instantes en los que se “decidía” el resto de su vida.

Para tomar decisiones siempre me agotaba rompiéndome la cabeza para valorar todas las posibles opciones, dónde habría más oportunidades de empleo, qué posibilidades tenía de tener éxito, cuál sería la dificultad real… cada asunto a su manera tenía su punto problemático que no me permitía tomar una decisión con facilidad.

Pocas decisiones en mi vida han sido tomadas con absoluta seguridad y entre ellas puedo citar hacer conversión, venir a vivir a Israel y confirmar la persona con quien me casaría. Puede que estas hayan sido las únicas decisiones en las que no he titubeado. A pesar de que, como pilares fundamentales en mi vida, se podría suponer que en este caso me hubiera tomado mucho tiempo decidirme, supe desde el primer momento que quería hacerlas. Es una sensación extraña y a la vez reconfortante saber qué es lo que quieres hacer. Y ahora mismo, mirando hacia atrás, sé que ese era el camino que HaShem quería para mí. Obviamente, también las pequeñas tomas de decisiones han hecho de mí la persona que soy hoy en día, con virtudes y defectos, con éxitos y fracasos, intentando aprender siempre de mis errores.

 Me gustaría poder decir que ahora al tomar decisiones no necesito recapacitar más que un momento, que me someto total y rápidamente a la voluntad de HaShem y no le doy vueltas a la cabeza, pero no es así. Por supuesto, hago tefilá para que la decisión que adopte sea la correcta, pero tiendo a reflexionar y meditar profundamente y no tengo miedo de consultar con los demás su punto de vista.

Este punto es especialmente importante en el caso de los noájidas o los no-noájidas que deciden hacer conversión. Yo también estuve en ese punto y aunque tenía claro que quería hacerlo me asesoré convenientemente sobre el proceso, leí con detenimiento y reflexioné mucho sobre los cambios que haría en mi vida y si realmente quería comprometerme de esa forma. Al hacer conversión, hay cambios en el alma que duran para toda la vida y para las futuras reencarnaciones también. No es algo que haya que tomarse a la ligera sino que hay que pensarlo profundamente.

Nadie obliga a nadie a convertirse. Si te gusta esa chica o ese chico judío, no deberías hacer conversión solamente para estar con él/ella sino porque verdaderamente quieras hacer ese cambio en tu vida. Si no es para ti, asúmelo y busca a otra persona con quien tengas más cosas en común. Puede parecerte que esa persona es ideal para ti, tu alma gemela, etc, etc, pero la realidad es que una persona judía tiene prohibido casarse con una no judía y, por tanto, no es tu pareja ideal porque habrá muchas cosas en las que no coincidan. Hay casos en los que el destino de la persona es realizar conversión y casarse según lo dictamina la ley judía con alguien del pueblo de Israel. Pero en este caso, las cosas se darán de tal forma que sea realizable y no como una transgresión a toda la tradición de un pueblo entero y de la falta de respeto a nuestro Creador.

Por tanto, analicen sus decisiones, busquen asesoramiento e infórmense bien. Al fin y al cabo, para hacer cualquier trámite importante en sus vidas recurrirían a un buen análisis de causas y consecuencias, ¿por qué no hacerlo al plantearse la conversión al judaísmo?

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