Por qué elegí las leyes noájidas

Como la mayoría de los habitantes del sur de los EEUU, yo me crie en un hogar cristiano. Era un hogar sabatario. Observábamos el séptimo día, la dieta de carne pura e impura del Antiguo Testamento y las fiestas anuales eran según Levítico 23. No observábamos ninguna de las tradiciones cristianas tradicionales. Allí aprendimos muchas cosas buenas que hasta el día de hoy seguimos practicando.

En el año 1995, bajo un nuevo liderazgo, esta denominación abandonó las ideas del fundador en favor de las costumbres cristianas. Nos habían quitado la alfombra espiritual de debajo de los pies dejándonos como huérfanos espirituales.

Ese sería el comienzo de nuestro camino espiritual.

Yo jamás había conocido otras iglesias excepto para asistir a funerales. Para nosotros eran todos templos paganos y sin tener otra opción, yo empecé a buscar un hogar espiritual.

Al final terminamos en una iglesia pentecostal que resultó ser la iglesia madre de la Iglesia de Dios, en Cleveland, Tennessee. Al cabo de unos pocos años, iniciamos el entrenamiento ministerial y asumimos el puesto de Pastor Asociado en una pequeña iglesia de Chattanooga.

Al cabo de tres años, nos hartamos y queríamos volver a celebrar el Shabat. Nos dijeron que ahora era imposible. Ya no queríamos ser cristianos tradicionales así que nos fuimos de esa iglesia y al poco renuncié a mis credenciales en esa denominación.

Al año siguiente había descubierto a los cristianos mesiánicos y me di cuenta de que sus creencias eran más cercanas a lo que habíamos conocido.

Asistimos a una pequeña congregación mesiánica a unas ochenta millas al norte de donde estábamos hasta que encontramos un grupo de estudio bíblico en nuestra ciudad donde estudiaban el Jumash Stone de Artscroll.

Yo pasé a ser uno de los maestros rotativos y enseñaba una clase los jueves a la noche. Mientras progresaba, cada vez obtenía más material proveniente de fuentes judías ortodoxas para las charlas que daba. De más está decir que eso me causó más de un problema y al final me fui de ese grupo.

Poco después empecé a recibir llamadas de teléfono de gente que había abandonado ese grupo y me pedían que empezáramos un grupo de estudio en casa.

Un sábado, una mujer levantó la mano y me preguntó por “Yeshua”. Yo le respondí con otra pregunta: “¿Qué hay con él?”. Eso sucedió durante varias semanas hasta que me di por vencido y les dije que lo iba a consultar.

Yo tenía un amigo judío que en el pasado me había pedido que consultara la serie Let’s Get Biblical del Rabino Tovia Singer. Así que busqué sus conferencias online y con mi Biblia, mi cuaderno y mi computadora, las miré todas. Fue en una de esas charlas que él mencionó Ezequiel 18. Eso me llamó la atención, así que tomé mi Tanaj Artscroll y leí el capítulo una y otra vez. Una vez que comprendí el mensaje, me levanté y dando la cara a Israel, me puse a rezar. Confesé que había estado rezando en forma equivocada. Denuncié al cristianismo y a su dios. Eso me daba miedo porque no sabía qué hacer a continuación.

Cuando mi esposa y mis hijas llegaron a casa, les dije y les mostré y gracias a Dios que estuvieron junto a mí en mi nuevo entendimiento.

Lo único que yo sabía hacer era volverme judío, ya que allí estaban nuestras creencias. Así que empezamos a estudiar para conversión. Mi esposa y yo compramos muchos libros, asistimos a sinagogas y a estudiar con rabinos. Esto continuó más de seis años. Pusimos a la venta nuestra casa y finalmente encontramos una comunidad judía a la que mudarnos. Lo único que hacía falta era contactar al rabino y decirle que nos íbamos a mudar pronto.

Una de las preguntas que te preguntan en el proceso de conversión es: “¿Por qué te quieres convertir?”. En realidad, en nuestro caso, cuanto más estudiamos, la respuesta cambió.

Al principio de esta búsqueda, un rabino nos preguntó por qué no seguíamos viviendo simplemente como noájidas cumpliendo con las leyes noájidas. Lo único que sabíamos era que las 7 leyes noájidas no eran suficientes y sin entenderlas, las rechazamos. Es mi creencia que mucha gente que llega al judaísmo y rechaza las leyes noájidas están en la misma situación. Yo creo que los estudios noájidas deberían ser un requisito para aquellos que desean convertirse al judaísmo.

Un día, antes de vender la casa, yo estaba sentado en el patio de adelante pensando en la pregunta del millón: “¿Por qué me quiero convertir?”.

Entonces me vino a la mente un versículo de los Salmos: “Mi alma espera en silencio por Ti, Dios…”.

Me levanté y fui a buscar mis Salmos de Artscroll y busqué el Salmo en cuestión, y al leerlo encontré lo siguiente:

Salmo 62:6-8

Solamente por Dios esperas en el silencio, mi alma; pues de Él proviene mi esperanza. Él únicamente es mi roca y mi salvación, mi torre alta, no me moveré. En Dios se posa mi salvación y mi gloria; la roca de mi fortaleza y mi refugio está en Dios.

Al meditar acerca de esto, me pregunté a mí mismo: si yo ya tenía estas cosas, ¿qué me iba a ofrecer la conversión que ya no tuviera? Lo único que se me ocurrió era “más preceptos”.

Mis hijas me vinieron a la mente. Ellas no se convertían pero nos respaldaban a mí y a mi esposa totalmente. Pero yo sabía que después nuestra relación con ellas y los nietos que tuviéramos iban a cambiar por siempre. Ellas no lo sabían, pero yo sí, que espiritualmente ellas ya no iban a seguir siendo mis hijas.  El Creador nos había dado una relación maravillosa con ambas hijas y yo estaba a punto a renunciar a eso para ser otra cosa.

Dentro de mi mente me vino el pensamiento de que estaba sacrificando espiritualmente a mis hijos y a mis nietos para acercarme a Dios. Entonces me di cuenta de que Hashem aborrece el sacrificio de los hijos. Y para mí eso era lo que la conversión me iba a obligar a hacer.

Y es por eso que mi esposa y yo optamos por las leyes noájidas en vez de la conversión.

Terry W. Hayes