Vaishlaj – La Piedad del Creador

A la mañana siguiente a su llegada, el Justo madrugó y salió apresuradamente de su hospedaje, asiendo una carta en su mano…

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Maór HaShabát

Posteado en 05.04.21

 A la mañana siguiente a su llegada, el Justo madrugó y salió apresuradamente de su hospedaje, asiendo una carta en su mano

Y Su piedad está en todas Sus obras

“A sus rebaños y a sus ganados vacunos, y a sus asnos y a lo que había en la ciudad y a lo que había en el campo tomaron…” (Génesis 34:28).
 
En una oportunidad, en los agobiantes días de verano, Rabí Itzjak Eljanan fue en busca de descanso y de un poco de aire fresco a una aldea cercana a su hogar, del otro lado del río.

A la mañana siguiente a su llegada, el Justo madrugó y salió apresuradamente de su hospedaje, asiendo una carta en su mano, preguntando a sus ocasionales vecinos dónde podría encontrar un mensajero que cruzara el río en bote y le entregara el sobre a la gente de su casa en Kovno.
Un joven habitante de la aldea, intrigado por conocer el mensaje tan urgente que debía ser entregado en la casa del Rabí, se ofreció a hacerlo él mismo, sin pérdida de tiempo.
 
A lo largo del camino, este mensajero luchó con sus instintos, resistiéndose a abrir la carta y leer su contenido, pero cuando llegó del otro lado del río, no aguantó más y abrió el sobre…

No poca fue su sorpresa al leer el escueto pero magistral mensaje que enviaba el Justo a su gente: ´Está escrito en los Salmos: “Y Su piedad está en todas Sus obras”, he aquí, que en el patio de nuestra casa, hay un gato al que todas las mañanas le llevo leche y ahora, que estoy fuera, olvidé dejar a alguien encargado de esta tarea y esto me intranquiliza… por lo que pido por favor que se apiaden de mí y se ocupen para que alguno lo haga en mi lugar”.


 

El Justo Rab Itzjak Eljanan, ¡el adalid de Israel! ¡La autoridad rabínica de la generación! Un Rab tan elevado espiritualmente y tan encumbrado comunitariamente, paralelamente podía ocupar su mente con el gato que está en el patio de su casa. A sus rebaños y a sus ganados vacunos, y a sus asnos y a lo que había en la ciudad…

El Natziv (Rab Naftalí Tzvi Berlín), explica por qué los hijos de Iaacob tomaron los rebaños, el ganado vacuno y los asnos, diciendo: “por cuanto el ganado y el resto de los animales domésticos son alimentados por sus patrones, si no tienen patrones que lo hagan, morirán de hambre, por lo tanto, al existir una prohibición de hacer sufrir a las creaciones de HaShem, se los llevaron”.

Vale decir, los hijos de Iaacob (Jacob) se apiadaron de las criaturas que quedaron sin dueño, y las llevaron con ellos.

Esta particularidad, la piedad que caracteriza a algunas personas, fue grabada en las siguientes generaciones, como vimos en la precedente historia.

A diferencia de Rabí Itzjak Eljanan, que llegó a una elevación espiritual tal que se preocupaba por todas las criaturas de la Creación, a veces nos sucede que nos es más fácil apiadarnos de una mascota, un subordinado, una persona con capacidades reducidas… pero frente a alguien que esta a la par nuestra, ¿tenemos piedad de alguien que está en posición de competir con nosotros?

Rab Itzjak Kaana, contó una impresionante historia protagonizada por Reb Tzion Suiv, intendente de una casa de estudio de Torá. Rab Tzion tuvo el mérito de estar en contacto con el Jazon Ish, quien lo bendijo y lo incentivó a ayudar a quienes estudiaban Torá.

Uno de los recuerdos más significativos de este judío es su constancia, durante años, de repartir té a los estudiantes de una de las clases de Torá que se realizaban en Or Iehuda.

Rab Tzion pasaba entre los estudiantes, llevando una bandeja grande y sobre ella, decenas de vasos de té, pidiéndoles que tomaran para recobrar fuerzas y poder continuar con el estudio de Torá con plena concentración. El repartidor de té, hizo su trabajo fielmente, todos los días, durante muchos años.
 
Un gran enigma se escondía detrás de los vasos de té, motivo de no pocos comentarios y especulaciones, pero nadie se atrevía a indagar el por qué.
Lo cierto es que los vasos nunca estaban llenos, el líquido humeante solo llegaba hasta la mitad. También quien estuviera muy sediento, debería conformarse con el ´medio vaso´.

Algunos opinaban que ´el repartidor de té´ era un avaro y a pesar de estar haciendo un acto de favor al repartirlo, no podía desprenderse de la cualidad de la avaricia, que lo dominaba.

Hace un tiempo, me encontré con el hijo de Reb Tzion, cuenta Rab Kaana, quien me pidió que lo escuchara un momento, porque tenía para contarme una interesante historia en relación a su padre. “Poco antes de fallecer mi padre, ocurrió que un día no llegó a tiempo a la clase, por lo que decidí repartir el té en su lugar. Por supuesto, esta vez llené todos los vasos hasta el borde, los acomodé sobre la bandeja y me dispuse a repartirlos entre los estudiantes.
 
En ese mismo instante llegó mi papá. Reb Tzion observó los vasos, y luego a mí con expresión de disgusto.
Tomó la bandeja de mis manos, volcó la mitad del contenido de cada vaso en la pileta y se dispuso a repartir el té entre los estudiantes como de costumbre.
También a mí me intrigaba desde hacía tiempo su hábito de repartir los vasos de té, completos solo hasta la mitad, pero como el resto, me contuve y no dije nada.

Pero esta vez, al ver que los vasos estaban llenos y él volcó la mitad, comprendí que se trataba claramente de una determinación y decidí preguntarle, de una vez por todas, el motivo de su actitud a pesar que esta le acarreaba desprecio por parte de los estudiantes”
Su respuesta fue una aleccionadora clase de piedad hacia el semejante.

 
Así dijo Reb Tzion a su hijo: “Seguro tú conoces a ´este´ y ´este´, nombrándole a dos miembros de la clase y una vez que el hijo le respondió positivamente, continuó explicándole: he notado que las manos de ambos tiemblan constantemente, yo sabía que si sirvo a todos un vaso lleno, cuando llegara a sus manos ellos se verían en un problema…
 
El té caliente se derramaría provocándoles quemaduras y hasta podría volcarse sobre sus ropas, siendo depreciados por esto. Por otra parte, si les sirviera al resto de los estudiantes un vaso completo y a ellos medio, los avergonzaría frente a todos. Por eso decidí que en ve de avergonzarlos a ellos, me avergonzaría yo y repartiría a todos solo medio vaso para librarlos a ellos del desprecio. Y HaShem hizo conmigo un milagro el día de hoy, al permitirme llegar a tiempo y evitar que sirvieras a todos los estudiantes un vaso completo…
 
 
– Extraído y Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable: Eliahu Saiegh
 
(Gentileza de www.tora.org.ar)
 

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1. Vida Bonilla

11/14/2013

Los conoces pero no te has detenido a observarlos,ojos de piedad. Realmente impresionante,no hay que dejar de estudiar,Todah Raba.

2. Vida Bonilla

11/14/2013

Realmente impresionante,no hay que dejar de estudiar,Todah Raba.

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