Un antiguo secreto chino

Nosotros, el pueblo judío, tenemos un marcador social en todo momento. Cuando cumplimos mitzvot, nuestra puntuación aumenta. Podemos traer más Luz Divina a este mundo y a todos nuestros hermanos y hermanas.

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David Ben Horin

Posteado en 16.05.23

En China, el gobierno vigila a sus ciudadanos con una precisión nunca vista. Más de 200 millones de cámaras siguen todos sus movimientos. Por cada compra que alguien hace, herramientas de inteligencia artificial determinan si es socialmente aceptable.

En todas las comunidades hay personas que anotan los actos de sus vecinos para asegurarse de que se comportan como ciudadanos y a la gente le encanta.

Recompensar el bien

Cada ciudadano tiene una puntuación social. Es una nota de 350 a 950 que determina lo noble que eres como ciudadano. Si participas como voluntario en causas nobles, obtienes puntos. Si cumples la ley, obtienes puntos. Si pagas tus facturas a tiempo, los puntos se acumulan.

Cuanto más alta sea tu puntuación, más fácil te resultará conseguir trabajo. O conseguir un préstamo. Cuanto más alta sea tu puntuación, más llaves de todo lo que necesitas en la vida se te servirán en bandeja de plata.

Pero si no cumples la ley, entonces vienen los problemas.

Si te saltas un semáforo en rojo, la cámara del semáforo hace clic y pierdes puntos. Los medios de comunicación locales reciben un aviso junto con un breve vídeo en el que se te ve infringiendo la ley. Difunden como parte de sus noticiarios diarios quién ha infringido la ley.

Te pueden restar puntos por chismear. Si se corre la voz de que hablas demasiado de los demás, pierdes puntos.

Los monitores locales también informan de las buenas acciones. Si se ve a alguien ayudando a una anciana a sacar la basura, el monitor lo anota y le otorga puntos.

La reacción del público

Uno podría pensar que es escandaloso que un Estado avanzado controle así a su población. Se podría llegar a la conclusión de que la gente está harta de que el Gran Hermano le respire en la nuca.

Pero no es así. 

Una madre china alabó el descenso de la delincuencia. Gente que antes se comportaba como desviada ahora se gobierna como personas de bien.

La gente se siente más segura sabiendo que todo el mundo se porta bien.

¿No te parece que debería existir un sistema así para todas las sociedades que quieren que sus ciudadanos se comporten lo mejor posible en público?

Ya existe.

Metzora

Hashem tiene Sus ojos puestos en cada uno de Sus hijos desde el primer día del año hasta el último. Por cada acción que realizamos, Dios analiza, escudriña y luego toma una decisión.

Nosotros, el pueblo judío, tenemos un marcador social en todo momento. Cuando cumplimos mitzvot, nuestra puntuación aumenta. Podemos traer más Luz Divina a este mundo y a todos nuestros hermanos y hermanas. Podemos proteger a nuestra comunidad con el favor de Hashem. Podemos bendecir a cualquiera con más mérito.

Si pecamos, sucede lo mismo. Perdemos prestigio. Perdemos parte de lo que tenemos. Nuestra capacidad de hacer cosas que podiamos hacer cuando viviamos mejor se ve limitada – incluso si no somos conscientes de ello.

Esto se originó en el desierto a partir de nuestro éxodo de Mitzraim. El primer sistema de este tipo vino en forma de tzaraat (“lepra”). Si hablábamos lashón hará, aparecía una lesión en la piel. Como el chino que bajaba su puntuación social hasta el punto de no poder conseguir trabajo -o incluso ser arrestado-, perdíamos el privilegio de formar parte de la comunidad.

Cualquiera que siguiera hablando calumnias y chismes veía aparecer un sarpullido en su piel, y el Kohen lo proclamaba impuro.

Se veían obligados a abandonar la comunidad y vivir en las afueras hasta que su puntuación social subiera a un nivel aceptable. Tenían que arrepentirse de su lashón hará y cambiar hasta el punto de no volver a cometer el pecado.

Este sistema estuvo en vigor durante nuestra estadía en el desierto, el período de los Jueces y de los Reyes. Este fue el estado de derecho durante más de 850 años.

Cuando cometíamos un pecado, se nos avergonzaba públicamente. Teníamos el acceso a todo restringido.

En China, si hacías algo en privado, fuera de la vista de las cámaras, te salías con la tuya. En Israel, Hashem lo ve todo. Él escucha todo. Nunca duerme ni dormita.

No te sales con la tuya. Cada acción que hacemos se registra en un libro. Los “recaudadores” vienen todos los días a contar tus pros y tus contras. Hacen sus cálculos y te reasignan una nueva puntuación basada en Su absoluta justicia.

El chisme es como un virus. Se propaga rápidamente a los cuatro rincones de la tierra, pero es muy difícil determinar el punto de partida. El adulterio, el robo, la inmoralidad, transgreder el Shabbat, incluso comer comida no Kosher, son pecados similares que ocurren solos o con un grupo muy pequeño de personas.

Recién miles de años después los chinos descubrieron que avergonzar públicamente a la gente mantenía a todos a raya. Hashem sabía desde el principio de los tiempos que para conseguir que la gente dejara de pecar contra Él, necesitaban un elemento disuasorio similar.

Eso es metzora. Eso son los sacrificios del Templo.

Cuando pecabas, tenías que traer una ofrenda. Eso significaba transportar tu animal de tu casa a Jerusalén, y llevarlo personalmente al Templo. Caminabas por las calles de Jerusalén con tu toro, o cabra, o paloma y todos los que veían tu animal sabían exactamente lo que habías hecho.

Ibas al lugar más sagrado del universo. Te parabas frente a los santos Kohanim. En este lugar más cercano al cielo y más cercano a Dios, y gritabas con la voz más alta que lograbas emitir — que habías pasado 2 horas viendo porno.

Cómo salvar al mundo

Echa un vistazo a los barrios Haredi como Bnei Brak. No hay comisaría porque hay poca delincuencia. Hay poca delincuencia porque la comunidad está tan estrechamente unida, que si alguien fuera expuesto por haber pecado, su reputación sería destruida.

Los puntos que pierden en su puntuación social podrían impedirles encontrar a su mujer. Podrían no conseguir un préstamo del gemaj. Podría impedir que sus hijos fueran a una buena yeshiva. Podría incluso impedirles ser llamados a la Torá.

Los haredim se comportan de forma impecable, en gran parte por miedo a ser avergonzados y “expulsados del campamento”.

Quizá los chinos tengan razón: Necesitamos vergüenza y escrutinio para mantener una sociedad en la que todos puedan sentirse seguros. Afortunadamente, en Israel nos gobierna nuestro Rey, Cuyos ojos están siempre sobre nosotros

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1. Purificacion

5/16/2023

La Torah tiene la respuesta a todos los problemas.

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