Acerca del Coronavirus

En la actualidad, todos vemos el gran sufrimiento que está atravesando el mundo entero.

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Rabi David Hanania Pinto

Posteado en 23.03.20

“Dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria: ‘Ningún sufrimiento viene al mundo sino es para Israel’” (Tratado de Yevamot 63a).

 

Rashí explica que lo que quisieron decir nuestros Sabios es que los sufrimientos les llegan a las naciones del mundo para que los Hijos de Israel tengan miedo y vuelvan en teshuvá. Cada miembro del Pueblo de Israel tiene la obligación de meditar acerca de las angustias y los sufrimientos que Hakadosh Baruj Hu trae sobre las naciones del mundo, lo cual lo llevará a componer sus actos y acercarse a Hashem. Con más razón, si llegara alguna angustia o algún sufrimiento a Israel, entonces, la obligación de despertar y retornar a Hashem sería mucho mayor. Así escribió el Rambam, en Hiljot Taanit (1:2): “… que cuando viniere una angustia, y clamaren y gritaren debido a ella, todos sabrán que debido a las malas acciones les vino ese mal, como dice el versículo (Yirmeiá 5:25): ‘Vuestros pecados han alejado…’; ese clamor logrará que la angustia les sea quitada de encima. Pero si no clamaren y no gritaren, sino solo dijeren: ‘Es normal que esto suceda en el mundo. Este mal que nos acontece es natural’, ello es crueldad y lleva a que las personas continúen con sus malas costumbres, lo que, a su vez, provoca que les sobrevengan otras angustias”.

 

En la actualidad, todos vemos el gran sufrimiento que está atravesando el mundo entero. La enfermedad del coronavirus que se ha esparcido por muchos lugares del mundo ha llegado también a Israel. No cabe duda de que tenemos la gran obligación de meditar sobre lo que Hashem nos ha traído y qué es lo que tenemos que componer, para poder quitarnos de encima esta angustia y quitarla de encima del mundo entero. Esta enfermedad provoca mucho aislamiento entre las personas, ya que todo aquel contagiado de coronavirus tiene la obligación de aislarse en una habitación y desconectarse físicamente por completo del resto de las personas, por temor a contagiar a los demás con la enfermedad. Incluso los que están sanos tienen la obligación de no hacer grandes reuniones y deben dejar de lado la costumbre milenaria de estrecharse mutuamente la mano como forma de saludo.

 

De aquí que el Pueblo de Israel tiene que estar en unión, ya que todas las almas del pueblo tienen una sola raíz. Ésta es la razón por la que la Torá fue entregada al Pueblo de Israel; solo les fue entregada cuando ellos estaban unidos en total armonía, como dice el versículo (Shemot 19:2): “Y acampó allí Israel, frente al monte”. Sobre esto, dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria, que el versículo habló en singular porque todos los Hijos de Israel estaban en total armonía y eran como un solo hombre, con un solo corazón. La Guemará, en el Tratado de Shabat 88a, cuenta que un tzedoki (‘saduceo’) le dijo a Rava: “Ustedes son un pueblo impulsivo, pues dijeron ‘Haremos y escucharemos’. Debían haber escuchado primero para ver de qué se trata y así saber si iban a poder cumplir todas las mitzvot de la Torá”. Rava le respondió: “Nosotros andamos con Hakadosh Baruj Hu con integridad, y sobre nosotros dice el versículo (Mishlé 11:3): ‘La integridad de los rectos los encaminará’. Pero sobre ustedes, que andan con Hakadosh Baruj Hu con confabulaciones, dice el versículo (ibíd.): ‘pero destruirá a los pecadores su propia perversidad’ ”. Respecto de esto, el Ben Ish Jay esclareció en su libro Benaiahu: “Nuestra alma, la del Pueblo de Israel, proviene del Mundo de la Unidad y allí es donde se encuentra la completitud. Por ello, se dice acerca de nosotros ‘La integridad de los rectos los encaminará’, pues cada miembro del Pueblo de Israel completa las faltas del compañero. A esto se debe que, aun cuando uno no haya cumplido algunas de las mitzvot, si el compañero las cumplió, entonces, completó a su compañero. ¡Resulta que todos cumplimos todas las mitzvot! Pero las naciones del mundo andan con sus complots; es decir, ellos provienen del Mundo de la Separación, entre ellos no hay unión, pues las raíces de sus almas están separadas; por ende, uno de ellos no puede completar las faltas de su compañero, ya que ellos no están conectados entre sí. Por eso, ellos permanecen incompletos”.

 

He aquí que cada uno del Pueblo de Israel completa y complementa a su compañero solo cuando hay paz y armonía entre ellos. Pero cuando hay discordia, entonces, se separan unos de los otros y no pueden complementarse. Y no solo que no pueden completarse los unos a los otros, sino que la discordia extermina del mundo también a las personas buenas y a los Tzadikim, como dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria, acerca de la generación de David Hamélej. En aquella generación, todos eran Tzadikim y, aun así, cuando salían a la guerra caían víctimas del enemigo, debido a la discordia que había entre ellos, a las acusaciones que se hacían unos a los otros. En contraste, en la generación del rey Ajav, que era una generación de idólatras, los hombres salían a la guerra y regresaban victoriosos, porque no había entre ellos una discordia separadora (véase el Talmud Yerushalmi, Tratado de Peá 1:1).

 

Además, dijo el Ben Ish Jay: “El Satán reside en donde hay discordia y separación, pero en donde hay paz y armonía, el Satán no puede habitar (véase el Tratado de Guitín 52a)”. Al esclarecer sus palabras, vemos que cuando el Pueblo de Israel se encuentra en unidad se conecta a la raíz de su alma, que se origina en el Mundo de la Unidad. Con esto, ellos tienen la fuerza de todo el Pueblo de Israel como un solo ente, y así no hay forma de que el Satán pueda dominar sobre ellos, pues no puede acusarlos en absoluto. Pero cuando ellos se encuentran separados y en discordia, ellos se desconectan de la unidad del Pueblo de Israel y cada cual está por su lado. En esta circunstancia, el Satán puede acusar sobre ellos como individuos y dominarlos. Por ello, tenemos la obligación de alejarnos cuanto se pueda de la controversia y reforzar el amor por todo miembro de Israel, con unión. Cada cual debe meditar acerca de la forma en que pueda ayudar a su compañero, y hacer todo lo que esté en su poder para ayudar al prójimo, y —jas veshalom— no provocarle ningún tipo de angustia o agravio.

 

Debemos meditar igualmente acerca de otro punto. Es sabido que el coronavirus es llamado así por la forma que tiene, pues se asemeja a una corona. El Pueblo de Israel tiene la obligación de coronar a Hashem como Rey, como se dice en la Kedushá de Musaf de Shabat: “Kéter itenú Lejá, Hashem, Elohenu…” (‘Una corona te darán, Hashem, nuestro Dios…’). La intención detrás de esta declaración la esclareció el Rambán (al final de parashat Bo): “La intención del cumplimiento de todas las mitzvot es que creamos fielmente en nuestro Dios y reconozcamos que Él es nuestro Creador. Ese es el propósito de toda criatura: no tenemos razón de ser en la Creación, y todo lo que Dios Altísimo quiere de Sus criaturas es que el hombre sepa y reconozca a su Dios, Quien lo creó”.

 

Esto es el servicio del corazón, creer en nuestro Creador y reconocer que Él nos creó; pues, para esto fue creado el hombre, para que crea y reconozca a su Creador, Quien creó todo de la nada, y Le agradezca por todo el bien que recibe de Él. Y esto es la corona que le damos a Hakadosh Baruj Hu. Y no solo cuando el hombre alaba y ensalza a Hakadosh Baruj Hu y cumple las mitzvot es que corona a Hashem, sino que también lo hace cuando el hombre se dedica a los temas mundanales, como escribió el Rambam en Hiljot Deot (3:3): “El hombre debe prestar atención a que su cuerpo esté completo y fuerte para que su alma resida en él y pueda conocer a Hashem, pues le es imposible al hombre comprender y ponderar con su inteligencia si se encuentra enfermo o si le duele alguno de sus miembros. Incluso cuando duerme, si duerme con la intención de proveer de descanso a su cuerpo y a su mente con el fin de no enfermarse —cosa que le impediría servir a Hashem, por estar enfermo—; resulta que el hecho mismo de dormir representa también el servicio a Hashem”.

 

Ésta es la corona que podemos darle a Hakadosh Baruj Hu para que reine sobre nosotros; y también con cada acto que realicemos, aun aquellos relacionados con los temas mundanales, nosotros podemos coronar a Hashem.

 

Tenemos, además, la obligación de esforzarnos en el estudio de la sagrada Torá, la cual se equipara al cumplimiento de todas las mitzvot juntas, como escribió le Rambam en Hiljot Talmud Torá (3:3): “No hay mitzvá, entre todas las mitzvot, que se equipare al estudio de Torá; más bien, el estudio de Torá se equipara a todas las mitzvot juntas”. Ésta es una obligación particular de cada miembro del Pueblo de Israel, sin excepción, como escribió el Rambam en Hiljot Talmud Torá (1:8): “Todo hombre de Israel tiene la obligación de estudiar Torá, sea pobre o rico; sea que tenga el cuerpo completo o atraviese sufrimientos; sea joven o un anciano a quien se le han debilitado las fuerzas; incluso un pobre que tiene que mendigar; también un hombre casado y con hijos; cada uno tiene la obligación de establecer un tiempo para estudiar Torá de día y de noche, pues dice el versículo: ‘y pensarás en la Torá día y noche’ ”. Gracias a la dedicación a la Torá, el hombre amerita un cuidado y una protección particular contra toda plaga o enfermedad, como dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria, que la Torá protege y salva (Tratado de Sotá 21a). Y en la Guemará (Tratado de Shabat 89a) se cita que cuando Moshé Rabenu subió a las Alturas para recibir la Torá, los ángeles ministeriales le dijeron a Hakadosh Baruj Hu: ‘¿Qué hace entre nosotros un nacido de mujer?’. Moshé Rabenu les respondió: ‘En la Torá, están escritas mitzvot para realizar. Ustedes, ángeles, no tienen Inclinación al Mal por lo que no pueden cumplir con la Torá’. De inmediato, le reconocieron los ángeles ministeriales a Moshé que tenía razón y, además, le dieron obsequios. Incluso el Ángel de la Muerte le dio un obsequio: el secreto del Ketóret, el cual tiene el poder de detener una epidemia.

 

El Ben Ish Jay objeta acerca de esta Guemará (Benaiahu, ibíd.): “¿Por qué el Ángel de la Muerte le dio a Moshé Rabenu el secreto de que el Ketóret puede detener una epidemia? ¡Si esto es algo que va en contra de la labor del Ángel de la Muerte, quien tiene la función de tomar las almas de las personas! ¡Y si las personas hicieran el Ketóret, él no podrá llevar a cabo su función! Explicó el Ben Ish Jay que, después de que el Ángel de la Muerte vio que Hakadosh Baruj Hu le daba la Torá a la humanidad, pensó que quizá ya no podría llevar a cabo su función de tomar las almas de las personas, ya que la Torá las protege del Ángel de la Muerte y no le permite llevarse el alma de la persona. Al respecto dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria, acerca de David Hamélej, que él sabía que habría de morir en Shabat, pero no sabía qué Shabat precisamente. De modo que cada Shabat David Hamélej se dedicaba a estudiar Torá sin cesar, de forma que el Ángel de la Muerte no tuviera modo de siquiera acercársele (véase el Tratado de Shabat 30b todo aquel episodio).

 

El Ángel de la Muerte pensó que quizá Moshé Rabenu le iba a enseñar al Pueblo de Israel que la dedicación a la Torá los iba a salvar de la muerte; si así fuera, el Ángel de la Muerte no podría llevar a cabo su labor, pues todo a quien se le haya decretado que debería morir iba a ponerse a estudiar Torá. Por lo tanto, haciendo uso de su astucia, le dio a Moshé Rabenu la segulá de que el Ketóret detiene una epidemia. Su intención era que Moshé no les enseñara a los Hijos de Israel que el estudio de Torá detiene una epidemia, sino que les enseñara que ello solo se logra con el Ketóret. Y, a su vez, el Ángel de la Muerte sabía que para lograr esto hacía falta que el Cohén Gadol hiciera el Ketóret, pues esta segulá no es algo que surte efecto si lo hiciera cualquier otra persona. Si Moshé revelaba que la Torá protege de la muerte, se anularía la labor del Ángel de la Muerte.

 

Yehí ratzón, que Hakadosh Baruj Hu cuide a toda la congregación de Israel de toda epidemia o enfermedad, y se cumpla en nosotros lo que dice el versículo (Shemot 15:26): “Toda enfermedad que puse en Egipto no pondré sobre ti, pues Yo soy Hashem, Quien te sana”.

 

Crédito: Rabino David Janania Pinto

Hevratpinto.org

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