La vida como un programa

En el universo llamado mi sitio web, tengo el poder de crear luz y oscuridad, incluso vida y muerte.

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David Ben Horin

Posteado en 08.11.21

En Egipto, el Faraón tenía un poder absoluto sobre su pueblo. Se creía un dios.

En el universo llamado mi sitio web, tengo el poder de crear luz y oscuridad, incluso vida y muerte.

¿Qué me impide pensar como el Faraón?

¿Qué impide que los poderes de Silicon Valley, los creadores de Alphabet y el Metaverso, que tienen poderes sin precedentes sobre miles de millones de personas y billones de dólares, piensen igual?

Hashem creó al hombre y a la mujer. Ellos quieren crear el género X. ¿Acaso piensan que pueden competir con nuestro Creador?

¿O es algo más sutil?

Si yo soy mi propio creador, entonces creo mis propias reglas. Si soy creado por Hashem, entonces debo seguir las Suyas. Si Él me crea, entonces Él sabe lo que es bueno para mí y lo que no lo es, así que tengo que hacer exactamente lo que Él dice.

Todo se reduce a un punto simple: Aquel que programa el mundo establece las reglas para ese mundo.

 

Somos lo que hacemos

 

Hay una pequeña información de la que carecen el Faraón y Bill Gates.

Hashem es el Programador Supremo y nosotros somos Sus programas.

 

El universo es Su gran aplicación.

Nosotros somos meramente componentes dentro de Su gran programa, componentes que son desarrollados para hacer elecciones con libertad. Desde el punto de vista del desarrollador, darnos libre albedrío sólo requiere algunas declaraciones más de “si/entonces” en Sus programas.

 

Estamos hablando de trillones de declaraciones. Esto es parte de lo ilimitado que es Hashem. Multiplica un trillón por sí mismo un trillón de veces y HaKadosh Baruj Hu puede crear cualquier mezcla de universos basados en cada resultado de ese número masivo.

 

De la misma manera que podemos hacer que el tipo de la pantalla vaya a la izquierda y a la derecha con el movimiento de una palanca, Hashem puede hacer lo mismo en Su universo.

 

Nosotros somos los programas que aparecen en la pantalla, se mueven y desaparecen a Su merced.

 

Pero hay una diferencia.

Si quiero que todos los pelirrojos abandonen mi aplicación, basta con unos cuantos clics. No hay juez ni jurado. No hay oposición. No hay consideraciones morales, legales o éticas. La justicia no tiene nada que ver con todo esto.

Sin motivo alguno, puedo pulsar unas cuantas teclas y hacer que desaparezcan.

Hashem puede hacer lo mismo, pero no lo hace. Él crea Su mundo con reglas que son morales, legales y éticas.

Él pone el arco iris en el cielo y establece una regla a la que se compromete: No borrará a toda la humanidad.

Él premia a los que siguen Sus mandamientos y castiga a los que no lo hacen, aunque, como en el caso de mi mundo sin pelirrojos, no tiene por qué hacerlo.

Él hace que el mundo sea caliente en verano y frío en invierno. Él les da paz interior a los que se esfuerzan en el estudio de Su Torá, aunque no tenga que hacerlo.

Él provee a todas Sus criaturas y nos bendice a todos con la vida, aunque pequemos y nos da múltiples oportunidades para merecer otro día más.

Somos impotentes. Él tiene el poder de cualquier programador para apagarnos en un segundo si así lo desea.

Es por esto que debemos temer a Dios. El puede sacarnos de este mundo en un instante. Podemos despertar con la piel gris. Nuestras papilas gustativas pueden dejar de funcionar cuando comemos chocolate. Incluso el recuerdo de nuestra existencia puede ser eliminado – todos los pensamientos de nosotros de cualquier persona que alguna vez vio, habló, o escuchó de nosotros puede ser sacado de la cabeza de todos.

Mark Zuckerberg puede borrar tu perfil, toda mención de tu nombre, cualquier imagen tuya, de los ojos de todos los usuarios de Facebook.

Para Hashem, eso es sólo la punta del iceberg.

Debemos reconocer que Él puede hacer todo esto en un instante y nosotros no podemos detenerlo. Debemos agradecerle que no ejerza Su poder absoluto sobre nosotros al revelar la Torá y todas las reglas de Su programa Divino.

 

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