El Midrash Dice – Nitzavím
El último día de su vida, Moshé siguió hablando a la asamblea de judíos. Comenzó con afirmaciones reconfortantes...
Moshé acuerda un nuevo pacto con la nación que ingresa a la Tierra
El último día de su vida, Moshé siguió hablando a la asamblea de judíos. Comenzó con afirmaciones reconfortantes:
"Sé que están atemorizados después de haber escuchado las noventa y ocho maldiciones que pronuncié. Les aseguro que a pesar de todas las aflicciones, sobrevivirán. Estas maldiciones en última instancia los beneficiarán".
"Di-s declaró (Devarim 32:23): `Mis flechas voy a agotar en ellos (los judíos)`. Esta `amenaza` es al mismo tiempo tranquilizadora, pues implica, `Todas Mis flechas serán agotadas – pero Bnei Israel seguirá aquí`".
Un arquero dirigió su arco hacia el techo. Siguió disparando hasta que su bolsa de flechas quedó vacía, pero el techo soportó el ataque. En forma similar, el pueblo judío sufre y los individuos mueren, pero la nación sobrevive.
Cuando los gentiles sufren niegan a Di-s, mientras que los judíos aun así Lo reconocen. Al final serán recompensados con la vida en el mundo venidero.
Moshé exhortó al pueblo:
Moshé exhortó al pueblo:
"Este día se asemeja al día de la entrega de la Torá. Di-s hace un nuevo pacto, por el cual los compromete mediante un juramento."
"Todos aceptan este pacto – vuestros líderes: `Iehoshua, Elazar, los nesiim (líderes) de las Tribus, y los Ancianos del Sanhedrin, los jueces por encima de los miles, cientos, cincuentenas y decenas; todos vuestros hombres, vuestras esposas, quienes pueden no comprender totalmente mis palabras pero serán compensadas por escuchar y aceptarlas y vuestros hijos, quienes serán educados con Torá y mitzvot. El pacto incluye a aquellos guerim (conversos) entre ustedes que son leñadores y quienes extraen el agua. (Moshé hacía referencia a un grupo de Canaanim que pidieron ser aceptados como guerim. Moshé los designó como leñadores y encargados de extraer el agua. También presagió que los Guibonim se convertirían en forma falsa durante los tiempos de Iehoshua a fin de salvar sus vidas y por ende los incluyó en el pacto)"."El pacto obliga a los judíos que nazcan en el futuro. Aunque no estén físicamente presentes, sus almas si están presentes en esta asamblea. (En Matán Torá -entrega de la Torá-, también, todas las almas judías estaban presentes)"."Di-s desea que acepten la Torá con un juramento antes de que yo finalice mi liderazgo. El Mismo prometió a los Patriarcas que nunca cambiaría al pueblo judío por otra nación. Si solamente El estuviera obligado por un juramento (y ustedes no) el tratado no sería equitativo".
En los días del profeta Iejezquel algunos ancianos judíos, desalentados por el sufrimiento de la nación a manos del emperador babilonio Nevujadnetzar cuestionaron al profeta, "Quizás estamos libres de cumplir con las mitzvot, pues Di-s nos ha vendido a Nevujadnetzar, como un amo vende a su esclavo a un amo diferente".Iejezquel contestó que Di-s ha adquirido a los judíos como Sus sirvientes para siempre. Los entregó en manos de Nevujadnetzar únicamente por sus pecados, pero están atados a Su Torá por siempre.
Moshé advirtió al pueblo, "Muchos de ustedes que vivieron en Egipto aun recuerdan sus imágenes de madera y piedra (las que guardaron afuera), y aquellas de oro y plata (encerradas en sus hogares por temor al robo). Les rendían culto y pueden haberse impresionado por sus riquezas, éxito y prestigio. Hay otros entre ustedes que veneran a los dioses de Edom, Amón, Moav y Midián. Quizás alguien (o algunos) en esta asamblea veneren a esos dioses en sus corazones, mientras falsamente contestan `Amén` cuando escuchan la declaración, `Maldito el hombre que hace una imagen de idolatría`".
"Pueden creer que Di-s no castiga al hombre por sus malos pensamientos. O pueden suponer que como individuos son inmunes a las maldiciones Divinas, las que fueron pronunciados únicamente contra toda la comunidad".
"Sepan, entonces, que no es así. El hombre que piensa, `Voy a ignorar el pacto y seguir satisfaciendo mis deseos` no será perdonado por Di-s. (Di-s castigará hasta al individuo que venera a los ídolos en su pensamiento)".
"Les advierto que si una persona se rinde aun levemente ante las inclinaciones malas, será atraido por pecados peores".
La inclinación al mal primero establece una base al persuadir a la persona a "Pecar un poquito solamente". Gradualmente, induce a la víctima a pecados más y más profundos. Su influencia sobre la persona al principio se asemeja a un hilo de una telaraña, pero eventualmente su lazo se fortalece.
Moshé declaró, "Una vez que una persona comienza a ceder a él (es decir: al ietzer hará -mal instinto-) ante los deseos, nunca más quedará satisfecho. Por el contrario, codiciará aun más los placeres prohibidos".
"Di-s no perdonará a quien profana el pacto. Si uno peca deliberadamente, HaShem lo castigará hasta por los pecados cometidos con anterioridad en forma inadvertida. El enojo Divino será encendido contra él y las maldiciones escritas en la Torá serán cumplidas".
Moshé ahora habló acerca del futuro, cuando los judíos venerarán ídolos: "Cuando en el futuro los gentiles atestigüen la forma en que Di-s los castiga – abandonando la Tierra y exiliandolos de allí – y pregunten por que, de todos los pueblos de la tierra, solamente ustedes sufren así, vuestros descendientes tendrán que reconocer la justicia de Di-s. Esto se debe a que aceptaron el pacto de Di-s y luego lo transgredieron".
"Desde hoy Di-s los considera a todos responsables no sólo por los pecados comunitarios, sino por las transgresiones de los individuos".
En ese momento, los judíos respondieron, "Moshé, aceptamos ser responsables por los pecados públicos de nuestros hermanos (los que no llevamos a una corte judicial), pero no por sus pecados ocultos". HaShem consintió considerar a los judíos responsables únicamente por sus pecados colectivos públicos. En efecto, postergó responsabilizar a la comunidad por los pecados de los individuos hasta después que los judíos hubieran cruzado el Jordán e ingresado a Eretz Israel y aceptado las bendiciones y las maldiciones sobre los Montes Guerizim y Eval.
La recompensa de Di-s es siempre proporcionalmente mayor que Su castigo.
Declaró que la totalidad de la comunidad judía sufre por el pecado de un individuo. Cuanto más, entonces, se beneficia toda la comunidad por los méritos de un individuo. Por ello, nuestros Sabios enseñan, "La totalidad del mundo es mantenida por los méritos de un tzadik (justo), como dice (Mishlé 10:25), `El tzadik es el fundamento del mundo`".
La asamblea que estaba por entrar a Eretz Israel aceptó este nuevo pacto (además del pacto celebrado en Sinai).
Moshé explica que la Torá está próxima a cada judío
Moshé explicó a los judíos como arrepentirse y retornar a HaShem: a través del estudio de la Torá.
"Esta Torá que yo te ordené no es un asunto oculto", les advirtió. "No pretendan no comprenderla, pues Yo les he otorgado la Explicación Oral de la Torá Escrita".
Un tonto ingresa al Beit Hamidrash. Al ver a los demás judíos estudiar con fervor, pregunta, "¿Cómo se hace para ser experto en Torá?" Le respondieron, "Después de estudiar el Alef-Bet (alfabeto) uno avanza con las Escrituras y a partir de allí con los profetas y finalmente la Mishná y la Guemará (Talmud)".
El tonto piensa, "¿Cómo podré aprender todo eso?" Renuncia antes de comenzar.
Sin embargo, la persona inteligente actúa como el más sagaz de dos hombres que vieron un panecillo colgando de un hilo suspendido del cieloraso. Uno comenta, "Mira, está tan alto que jamás lo bajaremos". El otro pensó, "Alguien obviamente lo colgó. Debe haber una forma de bajarlo". Llevó escaleras y cañas y trató de pescar el pan hasta que finalmente lo bajó.
En forma similar, el hombre sabio dice, "Permíteme estudiar un poco de Torá hoy, algo más mañana y una nueva porción cada día hasta que eventualmente, la dominaré".
Moshé siguió diciendo a los judíos, "La Torá no está más en el Cielo – Yo la bajé a la tierra y la revelé ante ustedes. Por lo tanto, no digan, `Si tuviéramos a otro Moshé que nos trajera la Torá del Cielo y nos la explicara, estudiaríamos`. (Aunque la Torá siguiera en el Cielo, por así decirlo y ustedes se tuvieran que esforzar al máximo para bajarla de allí, estarían obligados a hacerlo).
"La Torá tampoco se encuentra más allá del mar, para que pongan como excusa: `Si alguien viajara al exterior para traernos la explicación de la Torá, la estudiaríamos. (Sin embargo, si la Torá estuviera del otro lado del océano, deberían viajar hasta allí para estudiarla)`".
Las palabras, "La Torá no está en el Cielo", implican que Di-s no toma las decisiones de la Torá en el Cielo. En su lugar, otorga el poder para juzgar asuntos de halajá a los Sabios de la tierra. Cualquier decisión, en última instancia debe reflejar la opinión de la mayoría del Sanhedrín (Gran Asamblea).
Surgió una disputa entre los Sabios respecto de si un determinado tipo de horno puede ser tamé (impuro) o no.
Rabí Eliezer ben Horkenos, quizás el Sabio más sobresaliente de la generación, declaró que dicho horno era puro, mientras que los otros Sabios lo consideraban impuro.
Rabí Eliezer presentó los argumentos que avalaban su opinión, pero los Sabios, quienes integraban la mayoría, no lo aceptaban.
Rabí Eliezer presentó los argumentos que avalaban su opinión, pero los Sabios, quienes integraban la mayoría, no lo aceptaban.
"Si la halajá es como la enseño", exclamó Rabí Eliezer, "que el algarrobo en este patio lo confirme".
Ocurrió un milagro, el algarrobo se movió cien amot (aprox. 50 mts.) hacia adelante (algunos dicen, cuatrocientos amot).
"No aceptamos la comprobación del algarrobo", protestaron los jajamim. (Di-s ha cumplido con el decreto del tzadik de modificar las leyes de la naturaleza, pero tu decisión halájica es igualmente errónea).
"Si la halajá es como la enseño, que el arroyo lo demuestre", proclamó Rabí Eliezer.
En ese momento, el arroyo comenzó a fluir en sentido contrario.
"No traigas comprobaciones con arroyos", protestaron los Sabios.
"Si tengo razón", insistió Rabí Eliezer, "que las paredes del Beit Hamidrash lo comprueben".
Cuando las paredes comenzaron a caer, Rabí Iehoshua exclamó, "¿Qué tiene que ver con una disputa de halajá entre estudiosos de Torá?"
De inmediato las paredes dejaron de caerse. En honor a Rabí Iehoshua, no se derrumbaron, pero en honor a Rabí Eliezer tampoco volvieron a su posición erecta original. En su lugar, quedaron torcidas.
Finalmente, Rabí Eliezer proclamó, "Si estoy en lo correcto, que el Cielo lo compruebe".
Se escuchó una Voz Celestial: "La halajá es siempre como Rabí Eliezer la enseña".
Rabí Iehoshua se puso de pie y declaró, "La Torá nos solicita no escuchar siquiera a la Voz Celestial en asuntos halájicos. La Torá no está más en el Cielo, sino que está establecida por una mayoría de Sabios en la tierra, como dice (Shemot 23:2), "Te inclinarás por la mayoría".
Más adelante uno de los Sabios, Rabí Natán, tuvo una revelación del profeta Eliahu y lo interrogó, "¿Qué dijo Di-s en ese momento?"
Eliahu respondió, "Di-s sonrió (con satisfacción) y exclamó, `Mis hijos me ganaron, mis hijos me ganaron`". (La Voz Celestial era como una prueba para los Sabios, si seguirían la opinión de la mayoría o no, como lo ordena la Torá y pasaron la prueba).
Como Rabí Eliezer siguió apegado a su punto de vista, los Sabios ordenaron que se quemara cualquier objeto que ese día hubiera sido declarado puro según las instrucciones de Rabí Eliezer. Asimismo, los Sabios decidieron excomulgar a Rabí Eliezer ben Horkenos. Su insistencia en enseñar la halajá según su opinión personal ponía en peligro la unidad de la enseñanza de la Torá y su cumplimiento.
"¿Quién irá de Rabí Eliezer y le informará de nuestro decreto (sin provocarlo)?", preguntaron los Sabios.
"Yo lo haré", ofreció Rabí Akivá.
"Yo lo haré", ofreció Rabí Akivá.
Vistió vestimentas negras (como señal de duelo) y se sentó a una distancia de cuatro amot (aprox. 2 metros) de Rabí Eliezer.
"¿Qué te ocurre Rabí Akivá?", le preguntó Rabí Eliezer.
"¿Qué te ocurre Rabí Akivá?", le preguntó Rabí Eliezer.
"Parece", explicó Rabí Akivá, "que tus colegas se han apartado de tí".
Rabí Eliezer comprendió. Rasgó sus vestiduras y se quitó los zapatos (pues, según la halajá, quien es excomulgado debe rasgar sus vestiduras y caminar sin zapatos de cuero). Luego se sentó en el suelo y comenzó a llorar.
El duelo del tzadik (Rabí Eliezer) causó la sequía de inmediato de un tercio de la cosecha de olivos, trigo y cebada de todo el mundo. Algunos opinan que la masa preparada por las mujeres en aquel entonces se volvió agria.
Quien presidía el Sanhedrín, Rabí Gamliel, bajo cuyo liderazgo se había decretado la proscripción, estaba viajando en el mar. El océano comenzó a enfurecerse y las olas enormes amenazaban con hacer zozobrar la nave.
"Parece", comentó, "que el mundo está conmocionado por el decreto contra Rabí Eliezer ben Horkenos".
Se dirigió orando a Di-s: "Amo del Universo, Tú sabes que no actué por mi honor ni por el honor de la casa de mi padre (para aseverar mi superioridad). Fue por Tu bien que lo proscribí, para evitar difundir la discordia en el pueblo judío. (Conocemos su verdadero valor, que es un gran talmid jajam y un hombre sagrado, pero sus instrucciones provocarían la división en dos de la Torá)."
Entonces se calmó el mar.
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