La Charla Semanal – Balak

Al final de la Guerra de los Seis Días, las tropas israelíes atravesaron fortificaciones enemigas y llegaron a los antiguos pasillos de Jerusalén…

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Rabino Mordejai Kamenetzky

Posteado en 06.04.21

Parashá Balák

 
En uno de los días finales de la Guerra de los Seis Días, las tropas israelíes atravesaron fortificaciones enemigas y lograron llegar a los antiguos pasillos de Jerusalén…
 
 
“¿Por qué estas llorando?”
 
A todos nos fascinan los objetos inanimados o los animales que hablan. La década de los " 60 se caracterizo por tener una audiencia de televisión enloquecida por ver hablar a caballos, incluso a autos. Una industria entera se baso en el concepto de un ratón hablante. Pero esta semana, un animal que habla no es ningún chiste. La Torá nos cuenta acerca de un animal que hablo, y que no le causo nada de gracia a su jinete, enseñándonos una importante lección a todos nosotros.
 
Bilaam, el máximo profeta que tuvo el mundo gentil, fue contratado por Balak, el rey de Moab, para maldecir a los judíos. Inicialmente Bilaam rechazo la oferta, pero rápidamente la acepto cuando le ofrecieron grandes riquezas y honores. Bilaam entonces ensillo a su burro de confianza y emprendió viaje. Planeaba viajar hasta una altura desde donde pudiera hechizar a la nación judía, que estaba acampando inocentemente bajo la malvada mirada fija de Balak.
 
Pero HaShem tenía diferentes planes. Cuando el burro de Bilaam pasaba por un camino estrecho, vio algo atemorizante. Un ángel, con su espada extendida, bloqueaba su camino. El burro se aparto de la carretera y trato de regresar hacia el campo, pero Bilaam golpeo al animal para traerlo nuevamente al camino. Sin embargo, el ángel seguía obstruyendo el camino y el pobre burro, asustado, se apretujo contra la cornisa de piedra, presionando así la pierna de Bilaam contra la pared. El gran profeta, quien arrogantemente montaba su burro, no podía ver la figura angelical, y por eso, reacciono violentamente.
Nuevamente golpeo a su burro; esta vez con mas fuerza.

Pero el ángel no se retiraba del camino. El ángel, lentamente, comenzó a acercarse hacia el burro y su jinete. De pronto, el burro se encorvo lleno de pánico, y Bilaam lo golpeo nuevamente. Pero esta vez el burro no actúo como de costumbre, sino que habló.

Milagrosamente, HaShem abrió su boca, y el burro le pregunto a Bilaam, "¿Por que me golpeaste? ¿Acaso no soy yo el mismo animal que has montado durante toda tu vida? ¿No debería preocuparte mi comportamiento extraño?" (Números 22:28).
 
Cuando el ángel, espada en mano, finalmente se revelo, y reprocho a Bilaam por haber golpeado al inocente animal, Bilaam se quedo boquiabierto. No supo que decir, solo pudo decir una sola frase. "He pecado, pues no supe que estabas parado frente a mi en el camino. Y si tú quieres, regresare" (Números 22:34).
 
Lo que no logramos entender es la inmediata reacción de Bilaam aceptando haber pecado. ¿Si el no podía ver al ángel en el camino, por que admite haber tenido culpa?
Muchos jinetes golpearían a su burro, si este presiona su pie contra la pared o si se le encorva en medio de un grupo de oficiales del rey. Bilaam simplemente, debería haberle dicho al ángel, " no sabia que estabas allí y pensé que mi animal actuaba de manera que requería disciplina" ¿Por que la disculpa? ¿Si el verdaderamente no sabia que el ángel estaba allí, por que admitió su pecado?
 
En uno de los días finales de la Guerra de los Seis Días, las tropas israelíes atravesaron fortificaciones enemigas y lograron llegar a los antiguos pasillos de Jerusalén. Como si la fuerza de gravedad Divina los guiara, un grupo de soldados esquivo los ataques jordanos y avanzo hasta que no había mas razón para continuar. Habían llegado hasta el Kotel HaMaravi, el Muro Occidental, el lugar más sagrado del Pueblo Judío, el sitio del Primer y Segundo Templo. Los jóvenes, algunos que habían estudiado en Yeshivot, otros que venían de hogares tradicionales, se abrazaron y comenzaron a llorar al unísono. ¡El Kotel había sido liberado!
 
Un joven soldado, quien había crecido en un kibutz completamente secular del norte del país, contemplaba a sus colegas que lloraban como niños. De pronto, él también comenzó a llorar. Uno de los soldados religiosos, con quien habia tenido incontables debates, lo abrazo y le pregunto, "No entiendo. Para nosotros, el Kotel significa todo. Es nuestro eslabón con el Beit HaMikdash (Sagrado Templo) y el servicio que allí se realizaba. Esta es la experiencia mas movilizadora de nuestras vidas.
 
¿Pero tú, por qué estas llorando?". El joven soldado miro a su amigo, y en medio de las lagrimas simplemente dijo, "Lloro porque no puedo llorar".
 
Bilaam, el profeta mas grande de los gentiles, se dio cuenta que algo debería estar mal. Un simple burro había podido ver la revelación del ángel. El sin embargo, no pudo. Bilaam se dio cuenta de que hay experiencias que el debería haber podido captar y apreciar pero que no pudo. Si el no pudo captarlo, no fue la culpa de un burro o del ángel. Fue su culpa. Bilaam en seguida se dio cuenta que era el mismo quien estaba en falta.
 
¿Cuan seguido Di-s nos grita a través de los titulares del periódico, ya sea con terremotos, incendios incontrolables o tragedias humanas? Deberíamos clavar la mirada y poder ver la figura del ángel parada en nuestras frentes con la espada extendida. Sin embargo no lo hacemos. Damos vuelta la pagina del diario y con el, le pegamos al “burro”. Deberíamos llorar las tragedias de la vida, y si no nos damos cuenta que están allí, deberíamos llorar por no poder darnos cuenta. Entonces ese día sonreiremos. Para siempre.
 
¡Shabat Shalom!
 
– Dedicado por Marty e Irene Kofman en memoria de R. Esther bat Yitzjak y R. Elazar ben R’ Yehuda de bendita memoria –

(Con la amable autorización de www.tora.org.ar)

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