Acabar con el odio infundado

Una vez que entendemos que nosotros no decidimos a quién elige Dios, el resto resulta fácil.

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Dovber Halevi

Posteado en 10.07.22

El componente más básico del odio es un mal juicio, o sea, cuando decidimos erróneamente que la persona a la que juzgamos debería ser aborrecida o, al menos, despreciada…

El odio infundado proviene de la ira, y la ira, a su vez, proviene del orgullo.

Cuando logremos deshacernos del rasgo del orgullo, podremos eliminar, si Hashem quiere, el tipo de ira que conduce al odio infundado.

Moshe fue el hombre al que se le atribuye haber sido el más humilde que jamás haya existido. Moshe jamás se enfadó. De hecho, Hashem le exigió tanto que, a causa de la única vez que perdió los estribos, no se le permitió entrar en la Tierra de Israel.

Lo mismo ocurre con nosotros. En el momento en el que empezamos a perder los estribos con los demás sin ninguna razón, tampoco se nos permite entrar en la Tierra de Israel.

No pasa un día sin que veamos al menos a uno de nuestros hermanos viviendo lo que parecería ser “la buena vida” en una página de las redes sociales, en la televisión o en los periódicos. A pesar de que la abrumadora mayoría de los judíos aman genuinamente a Israel, rezan por nosotros, lloran por nosotros y se manifiestan en las capitales del mundo para que todos vivamos en paz, los ejecutivos de los medios de comunicación consideran que su amor por nosotros “no es noticia”. Estamos atrapados en una realidad en la que el odio infundado se nos impone virtual y literalmente.

Entonces, ¿cómo abordamos este desafío?

Muy sencillo. Una vez que entendemos que nosotros no decidimos a quién elige Dios, el resto resulta fácil. ¿Quién concibió el Estado de Israel? ¿Quién es su padre fundador?

El visionario que inició el sionismo moderno era ateo. El padre fundador tuvo un ídolo en su oficina hasta el día de su muerte. Sin embargo, gracias a los incansables esfuerzos de estos dos, se han realizado millones y millones de mitzvot en el lugar que Hashem creó para que se hicieran.

Las personas que construyeron nuestro país, al igual que las personas que reconstruyeron Israel después de la destrucción del Primer Templo, no eran religiosas. En ambos casos, quebrantaron el Shabat, no comían Kosher, y algunos incluso se casaron con mujeres no judías.

A pesar de los muchos esfuerzos de los hombres “apropiados” o “religiosos” a lo largo de la historia para traer al Pueblo Judío a casa, Hashem no bendijo sus esfuerzos con éxito. Fueron estas personas, que nosotros no hubiéramos elegido, a quienes Hashem bendijo con el cumplimiento de nuestras más profundas plegarias.

Estos fueron los acontecimientos políticos y económicos. ¿Y los espirituales? Nuestro más grande Sabio, que se menciona en casi todas las páginas del Talmud, que murió santificando el Nombre de Dios a los 120 años, no fue observante durante los primeros 40 años de su vida.

Nuestro segundo rey, a quien se le atribuye la construcción del Primer Templo haciendo todos los preparativos para su hijo, fue considerado un hijo ilegítimo durante los primeros 30 años de su vida.

En nuestra misma generación millones y millones de judíos han regresado al camino de la emuná y la Torá gracias a  rabinos como el Rabí Shalom Arush quien, hasta la edad de 20 años, no había sido observante.

Desde el principio de nuestra historia hasta hoy, nosotros no decidimos a quién elige Hashem:

La chica con el tatuaje grabado en el antebrazo puede ser la futura líder de un movimiento de modestia femenina.

La persona que está delante de ti en la cola para tomar esa taza de café puede ser el próximo profeta de Israel.

El chico que tararea la última canción de hip hop puede ser el próximo Sumo Sacerdote.

El estudiante de secundaria que estudia la optimización de los motores de búsqueda mientras come un Big Mac puede ser el Mashíaj que todos hemos estado esperando.

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