Facebook o Farsabook

Hace cinco años, yo fui una de las primeras personas en tener una cuenta de Facebook, principalmente porque la necesitaba como una herramienta de ayuda en marketing, pero…

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Rivka Levi

Posteado en 05.04.21

Hace cinco años, yo fui una de las primeras personas en tener una cuenta de Facebook, principalmente porque la necesitaba como una herramienta de ayuda en marketing, pero…

Facebook o Farsa-book
 
Hace quince años, el internet estaba todavía en pañales. Yo por esa época ya tenía una cuenta de correo electrónico porque estaba estudiando en la universidad y los alumnos de la universidad suelen estar a la vanguardia de toda la nueva tecnología.

A mí el correo electrónico me parecía fantástico, porque acababa de conocer a mi futuro marido, que vivía en otro país, y tardábamos un montón en escribir y recibir cartas, mientras que una carta por correo electrónico podía enviarse, recibirse y responderse en cuestión de segundos. En teoría…
 
En la práctica, el estudio jurídico de mi marido tenía una sola cuenta de correo electrónico para toda la organización, que estaba situada en la biblioteca del estudio. El bibliotecario lo llamaba cada vez que yo le escribía y mi pobre marido bajaba las escaleras volando para ir a buscarlo antes de que pudieran leerlo los demás.
 
Suena a la prehistoria, ¿no? Pero eso fue hace apenas quince años.
 
Hace nueve años, yo fui una de las primeras personas en poseer una computadora portátil inalámbrica, lo cual significaba que podía trabajar en cualquier lugar, en cualquier momento, en cualquier situación. Recibí el especial privilegio de contar con una computadora portátil carísima debido a que tenía un trabajo “de alto nivel” en el gobierno británico que exigía que estuviera disponible veinticuatro horas al día, siete días a la semana. En teoría.
 
En la práctica, cada vez que tenía un plazo de entrega que no podía postergar, o tenía una necesidad urgente de recibir un mail o de conseguir cierta información, la conexión “a distancia” de la computadora dejaba de funcionar durante horas enteras. Si dijera que era súper frustrante, me quedaría corta.
 
Pero hoy esto nos suena a la época medieval, ¿no?
 
Hace cinco años, yo fui una de las primeras personas en tener una cuenta de Facebook, principalmente porque la necesitaba como una herramienta de ayuda en marketing, ya que trabajaba en relaciones públicas y en ese círculo todos se dieron cuenta muy rápido de que Facebook era una potencial mina de oro.

 No sólo que uno podía cosechar gran cantidad de información privada sobre millones de posibles clientes (edad, estado civil, si tienen hijos o no, hobbies, etc.), sino que también uno podía usar el Facebook para captar en forma específica a la gente con nuestro producto o propaganda. ¡Increíble!
 
Yo usé mi cuenta de Facebook durante cerca de seis meses antes de darme cuenta de que el sorprendente y maravilloso Facebook tenía también un lado oscuro. Ya desde el comienzo, nunca puse demasiada información personal ni tampoco fotos ni dije nada de mi estado civil ni le mandé comentarios a nadie en personal… nunca. Simplemente no me parecía muy recatado que digamos…
 
Sin embargo, muy pronto me di cuenta de que yo era una minoría y que la mayoría de la gente estaba más que feliz de publicitar cada faceta de su vida para sus trescientos “amigos”. En cuestión de meses, yo me enteré de más cosas privadas acerca de muchos conocidos que en todos los años que habían transcurrido hasta entonces y entonces me puse a pensar que tal vez Facebook no era tan buena idea después de todo…
 
“¡Hoy sí que estoy hecha una furia!” escribía la gente. “¡Mi marido se olvidó de mi cumpleaños!”. O “Mi jefe es tan estúpido…”. O “Ufff… otra vez tengo que ir a esas reuniones familiares que son un PLO-MO”.
 
Mmmm… ¿Acaso toda esta gente no se daba cuenta de que las personas de las que estaban hablando en realidad podían tener acceso a todos sus comentarios y ponían enojarse mucho?
 
Después, cuando se fue volviendo cada vez más popular, de pronto me di cuenta de que tenía el buzón lleno de pedidos muy “amigables” de personas con las que no había intercambiado una sola palabra durante un montón de años. ¡Personas debido a las cuales hasta me había mudado de país! Personas que me resultaban terriblemente fastidiosas…
 
Me encontré frente a un terrible dilema: si no aceptaba sus ofrecimientos de ser mis “amigos”, entonces se iban a enterar de que no los soportaba. Y si los aceptaba, entonces me iban a inundar con mensajes molestos, tontos y sin ningún sentido, al estilo de “Juan Pérez está pasando por un mal día” o “Juan Pérez está requete-emocionado con su nuevo corte de pelo”.
 
Entonces fue y me puse a hablar con Di-s sobre todo este tema. “Di-s mío, ¿qué puedo hacer? No quiero hacer que se sientan mal rechazándolos, pero si tengo que decir la verdad, nunca fuimos “amigos” en realidad, ni siquiera cuando vivíamos en el mismo edificio ni cuando trabajábamos en la misma oficina y nos veíamos todos los días. Por eso mismo es que no me hablé una palabra con ellos durante años. ¡Ni siquiera tengo algo en común de lo que hablar con ellos! Pero si ahora los acepto como “amigos”, voy a tener que leer docenas de comentarios estúpidos y superficiales de personas que ni siquiera aprecio. Di-s mío, ¿qué puedo hacer?”.
 
Di-s, en Su Infinita Sabiduría, me dio una respuesta genial: desactiva tu cuenta de Facebook y entonces si alguien alguna vez te pregunta por qué no le respondiste, ¡puedes decirle que es porque ya no tienes más Facebook y listo!
 
Me llevó tres segundos llegar a una decisión, pero entonces me di cuenta de que era una solución estupenda. Es verdad: eso también quería decir que ya no podía usar más el Facebook como una herramienta de trabajo, pero la verdad era que igualmente ya me había cansado de mi antigua carrera y había llegado el momento de hacer un corte. En todo el sentido de la palabra.
 
Hace tres años dejé de usar Facebook y también saqué el Internet de mi casa. Y no dejé de darle las gracias a Di-s por Su gran consejo. Porque en estos tres años, Facebook se ha convertido en este monstruo enorme que se devora a la gente.
 
Hay personas que se pasan literalmente todo el día frente al Faceboook, comunicándose con gente con la que habían dejado de hablar hacía ya años.
 
Los platos se acumulan en la pileta; los niños se ponen como locos tratando de obtener cinco minutos de nuestra atención; los maridos pierden toda esperanza de alguna vez volver a comer comida hecha en casa… y todo eso ¿para qué? Para que podamos decirle a Gladys de hace viente años que su nuevo Chihuahua es adorable o para decirle a Miguel de hace treinta años que las fotos de sus vacaciones en Punta del Este eran un encanto. O para decirle a María de hace cuarenta años que sigue estando igual de flaca que antes, a pesar de todos los años que pasaron…
 
¿Para qué?
 
Un montón de gente se pone furiosa conmigo cuando empiezo una de mis charlas “anti-Facebook” (hagamos un experimento: y veamos cuánta gente le da a este artículo un “Me gusta” / “Like” en Facebook…).
 
“Es una forma genial de estar en contacto”, me dicen. “Lo necesito para el trabajo”, me aseguran. “No te preocupes. Yo me las arreglo genial con Facebook”, trata de convencerme gente que se pasa tres horas por día pegada a la computadora…
 
Yo conozco personas que reactivaron sus romances del secundario a través del Facebook, veinte años más tarde, y en el proceso destruyeron por completo sus matrimonios. Sé también de gente que se pasa tanto tiempo conectándose con sus trescientos amigos falsos en el Facebook que ya no tienen más tiempo para hablar con sus verdaderos amigos o para asistir a una clase de Torá o para preparar comida para un vecino enfermo.
 
Antes de que empecemos a castigar a nuestros hijos por pasarse todo el día frente a la computadora y por “abusar” de sus privilegios en el Facebook, conviene que primero nos miremos bien al espejo: ¿cuánto tiempo pasé hoy limpiando y cuánto tiempo pasé con el Facebook? ¿Cuánto tiempo pasé estudiando Torá hoy y cuánto tiempo pasé con el Facebook? ¿Cuánto tiempo pasé ayudando a los demás hoy y cuánto tiempo pasé con el Facebook?
 
Uy…
 
En realidad el problema no son los adolescentes: el problema son los adultos. Los jóvenes lo único que hacen es servir de reflejo de nuestra propia conducta.
 
Facebook es una gran manera de estar “en contacto” a un nivel muy superficial. Pero también es una terrible manera de conectarte de veras con la gente, con su esencia. Es la farsa del Facebook, en todo el sentido de la palabra. Porque si uno de veras quiere estar en contacto; si de veras le importa del otro, entonces agarra el teléfono y lo llama, o va a la casa de su amigo de visita… y eso se aplica a cada uno de nosotros.
 

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1. Alfredo Luna Santiago

2/02/2021

Shalom, Apreciable Rivka Levi, estoy de acuerdo con usted le doy un me gusta a su articulo, comparto con usted su punto de vista, yo tambien cancele mi cuenta, pero tambien le agradezco a HaShem Bendito, por que por medio de, you tube, instagram y twiteer puedo seguir a Breslev y seguir creciendo espiritualmente gracias a su gran dispocision de difundir la Luz de El Eterno. D-os nos permita aprovechar estos medios para crecer en lo espiritual. Saludos de Mexico.

2. Martha

12/30/2015

Absolutamente de acuerdo, es una herramienta para el chisme y en una de esas hasta en un problema te puede meter, ya lo he visto.

3. Martha

12/30/2015

muy cierto¡

Absolutamente de acuerdo, es una herramienta para el chisme y en una de esas hasta en un problema te puede meter, ya lo he visto.

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