La expiación de los soldados – Matot
Si el alma no conserva su pureza, lo que ocurrirá será que carecerá de defensa contra las imágenes contaminantes.
Dios le ordenó a Moisés que atacara a Midián en venganza por el devastador plan que había orquestado contra los israelitas. Los madianitas habían utilizado a sus hijas para atraer a los hombres israelitas para que adoraran la idolatría licenciosa de Peor, lo que provocó la ira Divina y acarreó una terrible plaga.
La guerra contra Midián fue un éxito notable: no cayó ni un solo soldado. Después de la batalla, los generales y capitanes se acercaron a Moisés y le dijeron:
“Queremos traerle una ofrenda a Dios. Cada hombre que encuentre un artículo de oro -una tobillera, un brazalete, un anillo, un pendiente, un adorno corporal- para expiar nuestras almas ante Dios” (Números 31:50)
Los oficiales habían seguido el mandato de Dios, haciendo la guerra contra Midián. ¿Por qué sentían la necesidad de expiación?
Los Sabios explicaron que aunque los soldados no cometieron transgresiones de hecho, tampoco estaban libres de pensamientos impropios. Rabí Ismael expresó esta idea con una frase intrigante, diciendo que “sus ojos se deleitaban con las vistas faltas de recato” (Shabat 64a-b).
Cuando el sentido interno de santidad del alma es sano y robusto, el alma no absorberá vistas decadentes y degradantes. Tales estímulos visuales son inconsistentes con la composición general del alma y serán rechazados inmediatamente.
Pero si, por el contrario, el alma no ha conservado su pureza prístina, entonces ocurrirá que carecerá de una defensa ordenada contra las imágenes impuras. Las imágenes inapropiadas ejercerán un impacto negativo en las facultades emocionales e imaginativas, y generarán confusión en el alma.
Rabí Ismael describió este fenómeno como un “festín” para los ojos. Un festín o un alimento indica que existe una conexión natural entre el alimento y el organismo vivo que lo ingiere. Los soldados no eran inmunes a las imágenes de Midián. Las imágenes de las mujeres madianitas y sus llamativos adornos les penetraron en el alma, y “sus ojos se deleitaron con las vistas faltas de recato”.
Es cierto que los soldados no actuaron ante estos estímulos; pero el mero hecho de que se sintieran atraídos por ellos indicaba que necesitaban expiación y limpieza espiritual.
Los adornos de oro eran una metáfora adecuada del engaño corruptor al que se enfrentaban los soldados en Midián. Los Sabios enseñan que los adornos corporales tenían formas lascivas. Las piezas doradas de joyería atraían la mirada con su deslumbrante exterior de resplandeciente belleza. Su influencia estaba en función del magnetismo de su atracción superficial. Sin embargo, en su interiorpermanecía su verdadera esencia, burda y repulsiva.
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