El aspirante a converso – Tetzavé

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Rabino Abraham Isaac Kook z"tzl

Posteado en 07.02.22

El Talmud (Shabat 31a) cuenta la historia de tres gentiles que deseaban convertirse. En cada caso, fueron rechazados inicialmente por el erudito Shamai, conocido por su rigor, pero más tarde fueron aceptados y convertidos por el famoso y humilde Hilel.

El converso que quería ser Sumo Sacerdote

En un caso, un gentil iba caminando cerca de una sinagoga cuando escuchó la lectura de la Torá y tradujo:

“Estas son las ropas que debes hacer: el Pectoral enjoyado, el efod…” (Éxodo 28:4).

El gentil se interesó mucho por lo que acababa de escuchar. ¿Para quién son estas ropas tan elegantes? Son ropas especiales para el Kohen Gadol, el Sumo Sacerdote”. El gentil se entusiasmó. “Si voy a obtener todo esto, entonces vale la pena convertirse en judío. Lo he decidido: me convertiré y seré el próximo Sumo Sacerdote”.

El gentil cometió el error de ir a ver a Shamai: “Quiero que me conviertas”, le dijo a Shamai, “pero sólo con la condición de que me designes Sumo Sacerdote”. Shamai rechazó al hombre, alejándolo con la vara de medir de un constructor.

Luego se dirigió a Hilel con la misma propuesta. Sorprendentemente, Hilel aceptó convertirlo. Sin embargo, Hilel le dio al hombre un consejo: “Si quisieras ser rey, tendrías que aprender los usos y costumbres de la corte real. Ya que aspiras a ser el Sumo Sacerdote, ve a estudiar las leyes concernientes”.

Así fue como el recién convertido comenzó a estudiar la Torá. Un día, mientras estudiaba, se topó con el versículo: “Cualquier no-sacerdote que participe [en el servicio sagrado] morirá” (Números 3:10). ¿A quién se refiere esto?”, preguntó. Incluso al rey David, le dijeron. O sea que ni siquiera a David, que fue rey de Israel, se le permitió servir en el Templo sagrado, ya que no era descendiente de Aarón el Kohen.

El converso se quedó muy sorprendido. Ahora sabía que incluso a los que nacieron judíos, así llamados “hijos de Dios”, no se les permite servir en el Templo. Ciertamente, un converso que acaba de llegar con su bastón y su mochila no puede realizar este servicio sagrado. Reconociendo su error, el hombre volvió a Hilel, y le dijo: “Que las bendiciones caigan sobre tu cabeza, humilde Hilel, por atraerme bajo las alas de la Presencia Divina”.

El rechazo de Shamai y la perspectiva de Hilel

Esta es una historia fascinante, pero hace falta que la analicemos a fondo. ¿Por qué Shamai utilizó la vara de medir de un constructor para rechazar al posible converso? ¿Y qué fue lo que percibió Hilel en el gentil que lo convenció de hacerle la conversión?

Shamai pensó que el hombre carecía de una motivación sincera para convertirse. Por casualidad, este hombre había escuchado la recitación de las vestimentas especiales del Sumo Sacerdote. Las vestimentas, por muy hermosas que sean, representan sólo un honor externo. Eso significa que sus aspiraciones eran superficiales…

Además, el incidente fortuito ni siquiera despertó dentro del gentil una meta realista. ¿Cómo podía la conversión al judaísmo, con todas las obligaciones de la Torá, basarse en un capricho tan loco e imposible: que lo designaran Sumo Sacerdote? Los fundamentos de una conversión de este tipo eran demasiado débiles. Shamai lo apartó con la vara de medir de un constructor, indicándole que debía basar sus metas en objetivos sólidos y medidos.

Por el contrario, Hilel percibió la situación de manera diferente. Para él, el mero hecho de que este hombre pasara por la sinagoga justo cuando se estaba leyendo este versículo, y que este incidente le inspirara un objetivo tan elevado -convertirse al judaísmo-, demostraba que esta persona debía tener un sincero anhelo de verdad implantado profundamente en su corazón. Él no buscaba el honor que se les concede a los ricos y poderosos, sino el respeto que se les concede a los que sirven a Dios al más alto nivel. La semilla del genuino amor a Dios estaba allí, sólo que, oscurecida por falsas ambiciones, fruto de una profunda ignorancia. Hilel confiaba en que, a medida que avanzara en el estudio de la Torá, el converso descubriría la belleza y el honor del servicio Divino que tanto deseaba a través de la observancia sincera de las leyes de la Torá, incluso sin ser el Sumo Sacerdote.

Ambos rasgos son necesarios

Una vez se reunieron los tres conversos que inicialmente fueron rechazados por Shamai y luego aceptados por Hilel. Todos estuvieron de acuerdo: “El rigor de Shamai casi nos hizo perder nuestro mundo [espiritual]; pero la humildad de Hilel nos trajo bajo las alas de la Presencia de Dios”.

Rav Kook observó que los conversos no hablaban de Shamai e Hilel. Más bien, hablaban de la “rigurosidad de Shamai” y la “humildad de Hilel”. Se trata de dos rasgos de carácter distintos, cada uno necesario en determinadas situaciones. Para mantener los logros espirituales, necesitamos los rasgos de firmeza y rigor. Por otro lado, para crecer espiritualmente, o para acercarnos a los que están lejos, necesitamos los rasgos de humildad y tolerancia. Los tres conversos reconocieron que fue la cualidad de humildad de Hilel la que les ayudó a ponerse “bajo las alas de la Presencia de Dios”.

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2. Ingridih

2/13/2022

Muy interesante y profundo artículo, en el mundo exterior existen miles talvez millones que miramos al judaísmo con humilde y profundo interés pero llegado un momento se te hace imposible avanzar, y te quedas en solitario, en la periferia.Que hacer rabino para no perecer en este limbo?

3. Myriam

2/10/2022

Shalom.
Con honor y gloria maestro. Puedo ser su alumna?

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