El niño interior

Durante toda la vida de una persona, esta transita en un viaje rumbo a alcanzar la meta, que es hacer realidad todo el potencial que lleva dentro y llegar a ser quien realmente se supone que debe ser...

3 Tiempo de lectura

Moshe Neveloff

Posteado en 23.01.24

El comienzo de nuestra Parasha se relata el viaje del pueblo judío al salir de la esclavitud en Egipto y dirigirse hacia Eretz Israel.  “Entonces Dios desvió al pueblo hacia el camino del desierto, hacia el Mar de las Cañas… Partieron de Sucot y acamparon en Etham, al borde del desierto” (13:18-20). La ruta relativamente corta hacia la tierra de Israel acaba convirtiéndose en un viaje de cuarenta años por el desierto.  A partir del Éxodo, la Torá detalla todos los viajes y campamentos del pueblo judío en su intento de llegar a la tierra de Israel. ¿Qué relación hay entre el viaje del pueblo judío desde Egipto hasta la tierra de Israel y nuestro viaje actual? ¿Qué podemos aprender de su viaje?

El Rabino Israel Asulin explica que en realidad nuestra vida es la mitad de nuestro viaje, porque comienza cuando nuestra alma desciende a este mundo al nacer y el final del viaje es cuando nuestra alma regresa a su Creador. Durante toda la vida, la persona está en un viaje para alcanzar la meta, para hacer realidad todo el potencial que tiene dentro y llegar a ser quien realmente se supone que debe ser. El Santo Baal Shem Tov enseña que así como el pueblo judío pasó por 42 pequeños viajes durante los cuarenta años en el desierto, así también cada persona pasa por 42 viajes durante su vida.  Salir de Egipto y emprender el viaje a Eretz Israel significa abandonar nuestro estado personal de exilio, el estado de estar desconectados de nosotros mismos, de nuestros seres queridos y de Hashem, y alcanzar la meta de vivir con una conexión fuerte e interna con nuestras almas, que brilla desde el interior hacia quienes nos rodean. El viaje de la vida es encontrar a la Princesa Perdida.

En la primera historia de Rabi Najman en su libro Sipurei Maasiot, cuenta una hermosa y dolorosa historia sobre la búsqueda de una Princesa Perdida.  Esta es realmente la historia de todos y cada uno de nosotros. Y la historia dice así:

Había un Rey que tenía seis hijos y una hija, y su única hija era muy preciada y querida para él.  Sin embargo, “Un día estaba solo con ella y se enfadó con ella.  Sin darse cuenta dijo: “¡Que el Maligno te lleve!”.  Por la mañana, la princesa había desaparecido.  El virrey, viendo que el Rey estaba muy disgustado por lo sucedido, se ofrece voluntario para buscarla (Antes de continuar la historia, Rabi Najman dice que el virrey la buscó durante mucho tiempo hasta que la encontró).  La historia continúa relatando el larguísimo viaje del virrey, lleno de pruebas y contratiempos, para encontrar a la Princesa.  El Rey representa a Hashem, el Rey del Mundo.  La Princesa representa tanto la presencia de Dios en el mundo, conocida en hebreo como la Shejiná, como así también el alma judía, que es enviada lejos de su Hacedor al descender a este mundo.  Por eso el Rey desterró a su hija y dijo que “el mal te lleve”.  La Princesa anhela volver al Rey y al Palacio, sin embargo en este mundo muchas veces la luz de Hashem nos es ocultada.  El virrey somos nosotros mientras viajamos en este mundo buscando a la Princesa Perdida, buscando y esforzándonos por regresar a nuestras neshamas (almas) y a Dios.  Rabi Najman nos promete que al final la encontrarás, a tu princesa perdida, esta conexión profunda y eterna.  Si la persona está realmente buscando y no se rinde, al final la encontrará. (Basado en la impresión del Instituto de Investigación Breslov con la explicación del Rabino Aryeh Kaplan)

“Había una vez un niño.  Un niño que era feliz, inocente, espontáneo y lleno de vida.  Un niño al cual el largo brazo de las ‘apariencias físicas’ aún no lo había alcanzado, y su alma aún estaba limpia y libre de todas las normas sociales y expectativas externas que programan a una persona cómo vivir.  Era una creación especial sin máscaras… No es una canción ni un cuento, somos tú y yo; este niño que caminaba con espontaneidad y satisfacción bajo las estrellas del cielo, y era igual por fuera a como se sentía en su corazón.  Sonreía y reía cuando estaba contento.  Lloraba cuando quería llorar, y derramaba lágrimas cuando le venían.  Quería todo aquello por lo que sentía deseo, y no se dejaba influir por todas las exigencias externas que tanto impiden a una persona ser ella misma” (Rav Israel Asulin – El niño interior)  

Creo, por lo que he aprendido y lo que he experimentado en mi propio viaje, que esto forma parte del proceso de encontrar a la princesa perdida, de encontrar a nuestro verdadero yo: volver a la pureza de nuestra infancia, a lo que éramos antes de empezar a aprender a comportarnos como se espera de nosotros en la sociedad o a decir lo que se supone que debemos decir en determinadas situaciones; éramos simplemente nosotros mismos, puros y simples, tal y como Hashem nos creó.  La Torá y los tzadikim nos enseñan que esta es la esencia de nuestro viaje en la vida, expresar la bondad, pureza y belleza de nuestras almas, a pesar de todas las dificultades de la vida, y regresar a Hashem de la manera en que Él nos trajo al mundo, un alma pura.

Escribe tu opinión!

Gracias por tu respuesta

El comentario será publicado tras su aprobación

Agrega tu comentario