O Emuná o Infierno

Suena la alarma. El guardia de seguridad le dice cortés pero firmemente: “Señor, vuelva hacia atrás y revise bien sus bolsillos”

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 05.04.21

Suena la alarma. El guardia de seguridad le dice cortés pero firmemente: “Señor, vuelva hacia atrás y revise bien sus bolsillos…”

Hace aproximadamente 220 años, en Yemen, hubo una terrible sequía. ¡No llovió en absoluto durante cinco años consecutivos! Por esa época vivió un gran tzadik y sabio de Torá llamado Rabí Yejie Tzalaj; este tzadik hizo un gran anuncio público, y le dijo a la gente que no había habido lluvias durante cinco años consecutivos debido a que ellos no aceptaban con amor los decretos de HaShem. Todo el tiempo lloriqueaban y se quejaban de toda clase de cosas. Entonces él les preguntó: “¿Acaso están ustedes dispuestos a aceptar con amor todo lo que hace HaShem? ¿Están dispuestos a darle las gracias a HaShem por las mismas cosas de las cuales hasta ahora se habían quejado?”.

Todo el pueblo estuvo de acuerdo y juntos empezaron a agradecerle a HaShem tanto por lo bueno como por lo aparentemente malo: “¡Gracias, HaShem, por no darnos lluvias y por abrirnos los ojos! Gracias, HaShem, por no dejar que muramos de hambre a pesar de que no hubo lluvias durante los últimos cinco años”. Apenas la gente empezó a darle las gracias a HaShem al unísono, en el cielo empezaron a formarse grandes nubes grises y al rato ya estaba lloviendo…

¿Cuál es el secreto del plan de Rabí Yejie Tzalaj de darle las gracias a HaShem por lo aparentemente malo? En primer término, Rabi Yejie tenía una visión espiritual de largo alcance y era capaz de ver que las constantes quejas y los interminables lamentos del pueblo habían estrechado los canales de abundancia Divina, evitando así que lloviera. En segundo lugar, él conocía la enseñanza del Profeta Elías, que al aceptar los decretos Celestiales con amor, uno está creando vasijas dignas de recibir la abundancia Divina.

Rabi Bejaie Ibn Pekuda escribe en su clásica obra de ética judía, “Los Deberes del Corazón” que apenas la persona fortalece su Emuná hasta el punto de ser consciente de que ni una sola persona en toda la faz de la tierra puede causarle daño ni tampoco ayudarlo, si esto va en contra de la voluntad de HaShem, ahí es cuando alcanza la verdadera independencia emocional y moral. En otras palabras, deja de ir corriendo tras las demás personas pidiendo favores o tratando de adularlos y lisonjarlos. No le teme a nadie excepto a HaShem y no le pide nada a los demás, sólo a HaShem. Esa persona vida una vida calma, confiada y verdaderamente independiente.

Cuando uno confía en HaShem y no en los seres humanos, uno vive con un sublime placer. ¡Cuánta angustia se ahorra! Porque en el momento en que uno se da cuenta de que nadie le puede tocar ni un pelo si HaShem no se lo permite, entonces uno dirige toda su atención y toda su energía hacia HaShem. Deja de tenerles miedo a las demás personas y se ríe de sus amenazas. Si HaShem quiere que suframos alguna tribulación, Él solo ya va a decidir quién será el mensajero a través del cual nos traerá ese sufrimiento.

Pero si nos acercamos a HaShem por propia voluntad, en vez de esperar a que Él tenga que enviarnos sufrimientos para hacernos despertar de nuestro letargo, entonces HaShem no necesita en absoluto las tribulaciones. Y cuando sí tenemos algún sufrimiento, sabemos que es para nuestro propio bien y por eso Le damos las gracias a HaShem. Cuando uno Le da las gracias a HaShem por algo, no tiene por qué sentir miedo de esa cosa y entonces es libre de vivir la vida alegre. Ahora su energía mental puede invertirse en lo que está haciendo, en vez de desperdiciarse en una preocupación y una angustia sin sentido. Vemos entonces que aceptar los decretos de HaShem con amor, dándole las gracias, crea vasijas que son dignos receptáculos de la abundancia Divina.

Imagínense que una persona sin Emuná pasa por los chequeos rutinarios de cualquier aeropuerto. Esta persona se olvida de quitarse de encima todos los objetos metálicos y pasa por el detector de metales. Suena la alarma. El guardia de seguridad le dice cortés pero firmemente: “Señor, vuelva hacia atrás y revise bien sus bolsillos”. La persona encuentra una llave en uno de sus bolsillos, la coloca sobre la cinta transportadora y trata nuevamente de pasar por el detector de metales. Una vez más suena la alarma. El guardia vuelve a decirle que retroceda y esta vez nuestro amigo descubre otro objeto metálico más que tenía en el bolsillo. Por tercera vez pasa por el detector de metales, y por tercera vez suena la alarma.

Entonces llega otro oficial de seguridad y empieza a palparlo. El pasajero, que no logra percibir que HaShem está presente en todo lo que le está sucediendo, se enoja cada vez más y empieza a vociferarles a los dos guardias de seguridad: “¡Díganme algo! ¿A ustedes les parece que yo tengo aspecto de terrorista? ¡Después, cuando vienen los que sí son terroristas, ustedes, pedazo de ….., los dejan pasar, porque están muy ocupados atormentando a pasajeros inocentes como yo!”

Enseguida llega el supervisor y el belicoso pasajero falto de Emuná es detenido por obstruir a un oficial de seguridad en el cumplimiento de su servicio. Y hasta se pierde el avión.

La persona que tiene Emuná no les echa la culpa a las llaves que tiene en el bolsillo, ni a la alarma, ni al personal de seguridad, por sus problemas. Él sabe que todo proviene de HaShem y por eso acepta todo lo que le sucede con amor y con Emuná. Esta persona tiene muchísimos menos dolores de cabeza y problemas digestivos. Y mientras que la vida del primer pasajero es un purgatorio en vida, la vida de aquel que tiene Emuná es una vida agradable y placentera: literalmente el paraíso terrenal…

No piensen que la capacidad de aceptar las dificultades de la vida con amor y de agradecer a HaShem por ellas es algo limitado a unos pocos elegidos. De hecho, esto es incluso un requisito de la ley. El Código de Ley Judía afirma (Shulján Aruj, Oraj Jaim, cap. 222) que “lo [aparentemente] malo, para los siervos de Di-s es su felicidad y su crédito; dado que ellos aceptan con amor todo lo que decreta HaShem, al hacerlo, están utilizando estas dificultades para servir a HaShem con alegría”.

Detengámonos un momento y pensamos en todos los otros inconvenientes diarios que tanto nos molestan. El empleado del banco se niega a aceptar tu cheque. Alguien te ocupó tu asiento de veinte años en la sinagoga. El lavarropas que acabas de comprar no funciona bien. El modo en que reaccionaremos es una de dos: o Emuná o un infierno. Sí: la elección depende de nosotros: o con Emuná o sin Emuná, o un Paraíso o un Infierno. Al aceptar las pequeñas tribulaciones de la vida con amor, nos estamos haciendo el más grande favor que pueda existir en el mundo entero.
 

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