Tu nivel de dificultad

Hay algo fundamental que debemos internalizar y tener siempre presente: que Hashem nos ama incondicionalmente y que siempre está allí para ayudarnos

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 15.03.21

 

Hay algo fundamental que debemos internalizar y tener siempre presente: que Hashem nos ama incondicionalmente y que siempre está allí para ayudarnos. De esta manera vivimos con emuná, sabiendo que todo lo que nos ocurre en la vida es para nuestro propio bien, y reaccionamos ante cada suceso con plegaria y entonces la vida se vuelve algo agradable y bueno. Esa es la vida de emuná: cuanto más oramos, más dulce y buena es la vida.

 

Esto lo aprendemos de Rebe Shimon ben Lakish, mejor conocido como “Reish Lakish”, que fue uno de los más grandes “baalei teshuvá” (personas que retornan a Hashem) de todas las épocas. Reish Lakish nos enseña que “Cada día, la mala inclinación de la persona se alza en su contra para matarla, y de no ser por la ayuda de Hashem, la persona no podría superarla” (Tratado Sucá 52b). Sin la ayuda de Hashem, nadie tiene la posibilidad siquiera de prevalecer sobre los malvados designios de la mala inclinación. Sí, la mala inclinación es una asesina que hace todo lo posible por matar a la persona incitándola a hablar las malas lenguas, a codiciar, a sentir envidia, a enojarse y a frustrarse. La mala inclinación nos desalienta y nos asegura que no podemos confiar en nuestros mismos, que jamás podremos cambiar o mejorar.

 

Por lo tanto, sin la ayuda de Hashem, la persona está perdida. Todos los días debemos buscar la ayuda de Hashem, porque lo que ocurrió ayer ya pasó y hoy libramos una nueva batalla. Deberíamos hablar con Hashem a diario acerca de todo lo que nos está pasando: nuestras luchas, nuestros pensamientos, nuestros anhelos.

 

La más grande batalla de la mala inclinación es evitar que la persona haga plegaria personal, especialmente su sesión diaria llamada “hitbodedut” en hebreo. Pero, en realidad, la mala inclinación es nuestro más grande bien. La persona debería decirse a sí misma: “Si no tuviera la mala inclinación, todo mi esfuerzo no tendría sentido, como cuando un equipo de fútbol sale al estadio pero el adversario no. ¿De qué vale el triunfo cuando no tenemos un oponente?”

 

El valor de cada logro se mide por el nivel de dificultad en obtenerlo. Por ejemplo, no es difícil para una persona observante de Torá no encender una luz en Shabat. Esta persona tampoco tiene la mala inclinación de comer insectos y gusanos. Pero sí tiene el gran desafío de cuidarse de no hablar más de los demás y de no mirar donde no debe. La regla general es que allí donde el desafío es más difícil, la recompensa es más grande. A cada instante del día debemos recordarnos a nosotros mismos: “Yo solo no puedo vencer a mi mala inclinación. No tengo chances de ganar. Mi única opción es dedicar tiempo a la plegaria. Pedirle a Hashem que me ayude a enfrentarme a mi mala inclinación y no sucumbir a ella.”. Y debemos hacer la sesión de plegaria personal a diario, porque la lucha contra la mala inclinación se renueva cada día.

 

No te des por vencido: las recompensas son inimaginables!

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