¿Yo o la Máscara?

José, había salido con chicas pero todavía no había encontrado a “Ella”. Era un hombre muy tierno y muy acomodadizo...

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Yehudit Channen

Posteado en 16.03.21

En la infancia, cada persona va aprendiendo distintas formas de enfrentar el tema de la familia disfuncional.

 

Pero sea cual fuere el escenario, o qué comportamiento inadaptado uno forme, una personalidad falsa ocupa el lugar de la verdadera.

 

Y con esa personalidad  artificial, la persona es incapaz de formar relaciones honestas y duraderas.

 

Ahí es cuando mucha gente decide recurrir a la terapia. En todos los casos, el objetivo es enfrentarse a uno mismo y descartar la imagen falsa que uno creó a fin de obtener el amor y el respeto que tanto anhela.

 

Cuanto más sanos somos, más sanas son nuestras relaciones. Pero una relación solamente puede ser real si tomamos el riesgo de autoexponernos. Podemos ser rechazados, ignorados o meramente tolerados por algunas personas. Si bien Di-s nos ama a todos incondicionalmente y lo mismo deberíamos hacer nosotros, otros tienen la opción de querernos o no. Tal como dice el refrán: “Algunos te van a querer y otros no… qué te importa”.

 

Hace muchos años, trabajé con una pareja joven que no se llevaba bien. Fue una historia muy interesante que me enseñó una importante lección en la vida.

 

El hombre, José, había salido con chicas muchos años pero todavía no había encontrado a “Ella”. Era un hombre muy tierno y muy acomodadizo que quería un estilo de vida religioso simple.

 

José retornó a su ciudad natal, California, para tomarse un descanso de sus estudios y también para tratar de conocer a alguien allá.

 

 

Si bien se había vuelto bastante religioso mientras vivió en Israel, allá se enganchó con varios amigos que no eran tan observantes, y que lo convencieron de ir con ellos a un concierto de rock. Y para no parecer raro, José decidió ponerse unos jeans y una remera, en vez de vestirse de blanco y negro, como siempre. En el concierto, José conoció a una chica muy bonita que era un poco observante pero no como José quería que fuera.

 

Durante varias semanas salieron y José se enamoró de ella. En un desesperado intento por conquistarla, él se permitió a sí mismo hacer cosas que no habría hecho normalmente: empezó a ir a bares y al cine y usaba una gorra de béisbol en vez de una kipa.

 

Al poco tiempo, Debi aceptó la proposición de matrimonio de José y después de la boda, viajaron a Israel, al pequeño asentamiento religioso donde José tenía una pequeña caravana. José se puso su traje, y retomó sus estudios, trabajando como técnico de reparaciones.

 

Su nueva mujer, Debi, se enojó muchísimo. Este no era el hombre que ella había conocido ni la vida que se había imaginado. Ella quería salir saliendo de noche a restaurantes y al cine. Pero ahora que José estaba casado, ya no le interesaba más la vida nocturna. Solamente quería estudiar Torá. Debi se sintió engañada y además estaba muy aburrida de vivir en el asentamiento, donde nadie la entendía.

 

A pesar de las muchas veces que José le pidió disculpas por haberse “disfrazado”, el daño ya estaba hecho. Debi quería divorciarse. A los pocos meses, a pesar de que José estuvo dispuesto a transigir en varios puntos muy importantes, ya había terminado todo.

 

El hecho es que a José le faltaba emuná en que Hashem le iba a traer la mujer que él necesitaba y terminó casándose con alguien que tenía una escala de valores y que no tenía interés en cambiar. Pero Hashem permitió que se unieran para que aprendieran varias lecciones de enorme importancia.

 

Cuanto más descubrimos nuestro verdadero yo y más nos aceptamos a nosotros mismos, más felices serán nuestras vidas. Podremos experimentar el placer de ser amados tal como somos, sin necesidad de usar una máscara para satisfacer a los demás. Nunca se conformen con menos.

 

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