En las manos de Hashem

Al vivir con emuná, una de las cosas que entendemos es que la vida y la muerte, como todas las otras cosas, están únicamente en manos de Hashem.

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Yehudit Channen

Posteado en 16.03.21

Al vivir con emuná, una de las cosas que entendemos es que la vida y la muerte, como todas las otras cosas, están únicamente en manos de Hashem.

 

Sin excepciones.

 

Una y otra vez vemos que Hashem dirige el mundo. Tal como dice el refrán: “Si quieres hacer que Hashem se ría, cuéntale tus planes”.

 

La gente que piensa que son responsables de sucesos que están más allá de su control se ven plagados por la tiranía de los “debería habido…”, los “podría haber hecho…” y “si tan sólo”….

 

Hace unas semanas ocurrió una terrible tragedia en nuestro barrio: un niño de seis años fue atropellado por un autobús y murió.

 

Me enteré cuando mi hija me llamó llorando porque había perdido ese mismo autobús y estaba caminando a otra parada de otro autobús y empezó a oír las sirenas de las ambulancias. Pero era demasiado tarde: el niño ya se había muerto.

 

Mi hija se quedó pensando: “Si yo hubiera llegado al autobús a tiempo, ¿acaso eso habría afectado lo que ocurrió? ¿Es posible que el niño hubiera terminado de cruzar la calle sano y salvo?”.

Pero el niño sí había cruzado la calle. Su padre, con la mano en el hombro del niño, lo había llevado al otro lado de la calle.

 

Mi hija sabía quién era el chofer del autobús. Nos dijo que es una buena persona que conduce bien y es paciente con los pasajeros. Los testigos afirman que no iba a gran velocidad y que no había hecho nada malo. Entonces ¿qué sucedió?

 

Al niño aparentemente se le había caído algo al acercarse al cordón de la acera. Y se soltó de la mano del padre y volvió a la calle a buscar lo que se le había caído. Y ahí fue cuando el autobús lo atropelló.

 

Resulta que el niño era el mejor amigo de mi nieto. Se sentaban juntos en el aula.

 

El lugar donde murió el niño queda cerca del centro de compras. Durante varios días después del accidente, parecía que la gente se había quedado pegada al lugar, un lugar tan horrible por el accidente como sagrado, por quien había muerto allí, un niñito con kipa y tzitzit que iba al colegio. Yo no podía dejar de pensar en el dolor que deben estar sufriendo la madre, las hermanas, los abuelos… El trauma del padre es algo más allá de lo que puedo llegar a imaginar… El sufrimiento del chofer es algo que está más allá de la imaginación de cualquier persona.

 

A partir de la muerte, me di cuenta de que la gente conduce con más cuidado y que la gente se cuida mucho al cruzar la calle. A la mañana hay un guardia que controla a la gente que cruza la calle. Estos son buenos cambios. No sé cuánto van a durar, espero que por siempre.

 

Pero cuando la gente se cuida, Dios sigue dirigiendo el mundo.

 

Cuando mi bebé murió a los ocho meses de edad, no podía soportar la culpa. Debería haber recibido una segunda opinión con respecto a su tratamiento, no debería haberle hecho caso al médico, debería haber ido a un médico diferente, debería haber sido más asertiva… Debería haber… por qué no hice… Si tan sólo hubiera….

 

Finalmente mi Rabino me dijo que está prohibido pensar de esa manera. Que si bien debemos aprender de cada experiencia, finalmente la vida y la muerte están en manos de Hashem.

 

En mi función de terapeuta, estoy acostumbrada a escuchar a la gente cuando expresa sentimientos de culpa. Todo el que ha sufrido una pérdida se siente acosado por el pensamiento de que tal vez podría haber hecho más, que no fue lo suficientemente cuidadoso o diligente o que no se dio cuenta de lo obvio. Pero incluso si eso es verdad, eso no cambia el hecho de que Dios es Quien decide cuándo es momento de que una alma siga con su camino…

 

La mañana que me levanté después de la shivá de mi bebé fui a dar una vuelta por la Ciudad Vieja de Jerusalén. Mientras pasaba por el mercado de los árabes un niñito salió volando de un edificio y aterrizó unos metros delante de mí. Y allí se quedó mientras su madre bajaba corriendo las escaleras para levantarlo. Él estaba conmocionado y sangrando pero estaba bien; enseguida se empezó a mover y a llorar a todo pulmón. Yo miré a ver de dónde se había caído y vi que el balcón no tenía rejas de protección. Me quedé pasmada ante semejante negligencia. Y a pesar de todo, el niño se había salvado.

 

Esta era la “evidencia” que me hacía falta de parte del Todopoderoso. “No fue culpa tuya”, me dijo Dios. “Yo soy el que hizo el cielo y la tierra”.

o sea que Él es el que decide en qué mundo debe estar cada alma y por cuánto tiempo. Y en cuanto al porqué, eso me recuerda otro refrán: “Yo no querría adorar a un Dios al que pudiera entender”.

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1. Ruth Vanmak

3/17/2020

Desde 2014 los sigo mi vida ha cambiado totalmente,gracias al Rav Jonatan Galed,también gracias por acompañarme por teléfono,ustedes son como tesoros preciosas en mi vida voy avanzando y mi vida va por el mejor camino y ojalá mis hijo piense lo mismo muy pronto. Me gustaría recibir un libro de ustedes será.. que será posible? Si Hashem así lo desea asi será. Ruth Vanmak. Desde Francia.

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