En los Campos del Bosque polaco

Polonia era y sigue siendo un país tremendamente antisemita, que hace todo lo posible por borrar todo vestigio de judaísmo que pueda haber quedado...

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Rajeli Reckles

Posteado en 16.03.21

Muchos de ustedes ya habrán leído el bellísimo libro del Rabino Shalom Arush sobre la plegaria personal, “En los Campos del Bosque”. Bueno, mi versión es un poco diferente. Mi versión tiene que ver con una de las situaciones más intensamente difíciles que tuvo que soportar mi padre cuando todavía era un niño pequeño que se estaba escapando de Polonia en la Segunda Guerra Mundial.

 

Polonia era y sigue siendo un país tremendamente antisemita, que hace todo lo posible por borrar todo vestigio de judaísmo que pueda haber quedado, desde anular la shejitá kasher a perseguir a todo aquel que públicamente conecte a Polonia con las atrocidades en contra de la humanidad que cometió la Alemania Nazi y sus matones.

 

Yo estaba conversando de estos temas con mi papá, que apenas tenía ocho años cuando se vio forzado a ocultarse para poder evadir a las autoridades polacas. Por suerte para mí (y especialmente para mi marido), él y su padre sobrevivieron sus días en el Infierno y lograron llegar a Israel. La mamá de mi papá, Fruma, de bendita memoria, y sus dos hermanas, Sara y Mindele, de bendita memoria, no tuvieron tanta suerte.

 

Ellos fueron llevados al infame campo de exterminio cercano, Treblinka.

 

En nuestra conversación, mi papá dijo algo muy importante. Dijo que los Nazis jamás habrían podido llevar a cabo lo que hicieron de no ser por la ayuda y el apoyo del gobierno y del pueblo polacos.

 

El pueblo polaco fue tan culpable como los Nazis por haber asesinado a judíos inocentes. La siguiente historia les va a demostrar un aspecto del pueblo polaco que muy pocos de ustedes conocen. Y también les va a mostrar lo fuerte y resistente que es el espíritu humano y cómo cada persona puede encontrar una tremenda fuerza interior para enfrentar su realidad imposible, y cómo Hashem protege a cada uno de nosotros.

 

Cuando mi padre, Moshe, y su padre, Zvi, de bendita memoria, se escapaban de los Nazis, se ocultaron en un campo de trigo propiedad de los granjeros. De alguna manera, Zvi logró encontrar algunas rocas y construir lo que mi padre denomina “su mansión”, una especie de cueva baja. Él y su padre pasaban los días tirados boca abajo en medio de las altas espigas de trigo, rogando a cada segundo que nadie los encontrara y los delatara.

 

Según me explicó, los polacos estaban más que felices de informar a las autoridades cada vez que encontraban algún judío, o mejor aún, de asesinarlo ellos mismos.

 

De noche, los dos salían de la mansión e iban a las casas de los granjeros a pedir un pedazo de pan o una papa.

 

Ok. Hagamos un alto aquí.

 

¿Alguno de ustedes es capaz de imaginarse lo que es pasarse casi las 24 horas del día tirados boca abajo al aire libre, sin comida, sin una ducha caliente, sin un baño, y …. ¡sin un teléfono inteligente!??? Y la única salida nocturna es ir de puerta en puerta rogando por comida y rezando que nadie te dé un tiro en la nuca?’’

 

De veras, gente. Nosotros no tenemos nada de lo que quejarnos!

 

Resulta que una noche golpearon a la puerta de un cierto granjero, que conocía a mi abuelo, y los invitó a pasar. Él les presentó a Zvi a otros tres judíos que también habían llegado en busca de algo de comer. Estaban todos juntos, ocultándose del peligroso mundo exterior.

 

 

Mi papá no recuerda muchos detalles, pero sí se acuerda de que se quedaron poco rato, recibieron pan seco y papas viejas y se fueron.

 

Mientras volvían a la “mansión”, que quedaba a medio kilómetro de distancia, de repente oyeron gritos y una gran conmoción. Y continuaron corriendo hasta que llegaron a un lugar “seguro”.

 

A los pocos días, mi papá estaba parado en la casa de un granjero diferente mientras su padre rogaba por un poco de pan. Estaban conversando y de alguna manera tocaron el tema de los otros tres judíos.

 

“Ah, sí, esos judíos”, dijo el granjero. “Los mataron a balazos algunos hombres que los esperaban ocultos en el bosque”.

 

No Nazis. No soldados polacos. Gente. Gente polaca.

 

¿Cómo hace una persona para enfrentar el estrés de haberse escapado por poco de la muerte…. otra vez más?’’.

 

Con tremendos milagros, mi padre y mi abuelo lograron llegar a Israel y reconstruir sus vidas. Mi padre se pone los tefilín, reza cada mañana, come kasher y va a los rezos cada Shabat. Él nos crio como judíos orgullosos de nuestro legado cultural y con una fuerte identidad judía, lo cual es algo increíble realmente, si tenemos en cuenta su pasado.

 

Gente como él pueden darnos cátedra de lo que es la fortaleza humana y la emuná en las situaciones más difíciles de la vida. Deberíamos inspirarnos con su ejemplo.

 

Y también deberíamos mantener el recuerdo de los seis millones de judíos que fueron asesinados en el Holocausto. Yo, por ejemplo, soy una de las descendientes más jóvenes de sobrevivientes del Holocausto.

 

Es el deber de nuestra generación transmitir y difundir estas historias inspiracionales porque yo siento que son historias como estas las que les recuerdan a los judíos, y en especial a los judíos asimilados, que debemos sentirnos orgullosos de nuestra fortaleza, de nuestra historia, y de nuestra Torá y que deberíamos vivir nuestro judaísmo, tal como Hashem quiere.

 

 

 

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