Esperaron seis años

A pesar de que yo ya conocía los libros del Rabino Shalom Arush y a veces también asisto a sus clases y me guío por sus enseñanzas, todo este tema de la gratitud me resultaba bastante difícil

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 05.09.21

Hace un par de años, vino a verme alguien que me había contactado hacía un tiempo. Ya llevaban seis años de casados y todavía no tenían hijos. Yo les dije que no pidan más por hijos; que a partir de ahora solamente den las gracias. Y ahora había venido a darme la buena noticia: ¡su mujer había dado a luz a una beba! Le pedí que escribiera su historia y esta es la carta que nos envió:

Shalom

Mi esposa y yo estamos casados hace ya siete años, de los cuales los primeros seis años no pudimos tener hijos. Durante estos seis años, casi no pasó un solo día en que no oráramos para tener hijos. Y no sólo nosotros oramos, sino que muchas personas más pidieron por nosotros. Por supuesto que lo intentamos todo: Salmos, plegarias, segulot, etc y desde el punto de vista material hicimos muchos tratamientos; fuimos a los mejores especialistas; consultamos a médicos naturópatas, etc.

A pesar de que yo ya conocía los libros del Rabino Shalom Arush y a veces también asisto a sus clases y me guío por sus enseñanzas, todo este tema de la gratitud me resultaba bastante difícil. No podía aceptar el método. Hay algo que no entendía: si todos oraron –los Patriarcas, las Matriarcas– entonces el trabajo de la plegaria es algo que viene acompañando al Pueblo de Israel desde épocas inmemoriales; Moisés, antes del Éxodo, la conquista de la Tierra de Israel; los exilios. ¿Cómo es posible dejar de orar por el problema y solamente dar las gracias? Esa es la pregunta que me hacía todo el tiempo.

En el viaje a la tumba de Rabí Najman de Breslev en Uman del año 5775 oré por supuesto por el tema de los hijos. Luego regresé a casa y cuando estaba sentado en la sucá, llegó a mis manos el folleto de Shabat de la yeshivá Jut shel Jesed del Rabino Shalom Arush en la que él hablaba de la gratitud y respondía a los interrogantes que yo me había planteado e incluso iba más allá.

Sin embargo, a pesar de todo esto todavía no tuve el mérito de empezar a dar las gracias.

Al cabo de algunos meses, antes de Januca, fui a la casa del Rabino Arush a consultarlo y recibir una bendición.

Él me dijo: “A partir de ahora tú y tu esposa dejan de pedir y solamente dan las gracias”.

“¿No pedimos nada?”, pregunté.

“No piden nada”, respondió el Rabino. “Yo les prometo que este mismo año tienen un hijo”.

Antes de despedirme del Rabino, le pregunté: “¿Es una promesa?”.

“Sí”, respondió el Rabino, “pero ojo. No pidan nada. Solamente den las gracias”.

Ya al salir de la casa del Rabino sentí un gran alivio. Orar por algo mucho tiempo puede resultar desgastador. Ahora solamente vamos a dar las gracias. Para mí fue un cambio refrescante. Ese mismo día fui al bosque y empecé a dar solamente las gracias. Cuando volví a casa, le conté a mi esposa lo que me dijo el Rabino y ella también dijo que iba a empezar a agradecer.

 

Poco a poco, con todo el agradecimiento empezamos a ver el lado bueno del hecho de que todavía no teníamos hijos y poco a poco fue fortaleciéndose la emuná en que todo lo que Hashem hace con nosotros es solamente bueno y que sin lugar a dudas Él sabe mucho mejor que nadie qué es lo mejor para nosotros. El solo hecho de dar las gracias nos hizo sentir mucho mejor, mucho más positivos.

Pues bien: al cabo de algunas semanas… ¡nos anunciaron que mi esposa estaba embarazada! ¡Bendito sea Su Nombre!

Dice en los Salmos: “Abridme los portales de la justicia; entraré por ellos y alabaré a Dios”. En hebreo, la frase “alabaré a Dios” se pronuncia “odé-iá”. Odeiá es el nombre que le gustaba a mi esposa e incluso mucho antes de que quedara embarazada, ella me había dicho que si alguna vez llegaba a tener una hija, la iba a llamar así. Y en Salmos dice también: “Te agradezco pues Tú me has respondido, y Tú has sido mi liberación”, que significa que por medio de la gratitud, Él nos responde y por medio de Su compasión, Él nos da Su salvación. Y gracias a Dios más tarde nos enteramos de que en efecto se trataba de una niña y cuando por fin nació, en buena hora, le pusimos de nombre Odeiá.

Gracias a Dios. Gracias a Rabí Najman y a su discípulo Rabí Natan, que nos hicieron llegar enseñanzas como estas. Gracias a los tzadikim. Gracias al Rabino Shalom Arush, que Dios lo proteja, que difunde y enseña con tanto sacrificio la concientización de la emuná.

Atte.

A.     A.

 

Y debido a que la persona que escribió la carta dice que se fortaleció mucho con las enseñanzas que había leído en el folleto, a continuación presentaremos una síntesis de aquel discurso:

 

El único bien verdadero y absoluto en este mundo es la cercanía a Hashem y la conexión con Él. Y viceversa: el alejamiento de la persona de Hashem es el verdadero mal y el más grande peligro y tormento en este mundo. Si uno posee riquezas y eso hace que se vuelva arrogante y se aleje de Hashem, en términos de la verdad, esa persona está en muy mala situación. Por el contrario, si una persona es pobre, pero su pobreza hace que se acerque a Hashem y haga teshuvá, arrepintiéndose de sus faltas y dándole las gracias a Hashem, entonces sus “problemas” son en realidad el más grande regalo. Cuando la persona no cuenta con los recipientes espirituales necesarios para recibir la abundancia y seguir conectado con Hashem, entonces lo mejor que le puede pasar es sufrir una carencia, ya que la carencia lo conecta con la emuná y con la humildad y lo impulsa a buscar su objetivo en la vida. Por eso, uno tiene que darle las gracias a Hashem por todas las carencias que ha tenido hasta este momento, ya que todo es para su bien eterno.

La pregunta es: si todo es para bien entonces ¿por qué oramos para suplir las carencias?

La respuesta es que la gratitud es por todo lo que le pasó a la persona hasta este momento, pero a partir de ahora en adelante uno tiene que construir las vasijas espirituales para poder recibir la abundancia por medio de plegarias, tal como enseña Rabí Najman en la lección 102: “¿Y cómo se puede hacer descender la abundancia? Por medio de las plegarias, ya que las palabras de la plegaria son las herramientas para recibir la abundancia”.

Si hasta el día hoy no lograste estudiar Torá o no logras levantarte a la mañana, eso es lo mejor para ti. Y si lograras hacer lo que tanto deseas, te volverías arrogante, ya que todavía no cuentas con las herramientas para merecer esa abundancia. Y es por eso que Hashem te impide que la obtengas. Pero ahora que Le das las gracias a Hashem de todo corazón por todo lo que te sucedió hasta ahora, y sientes hasta qué punto logras entender que no puedes dominar tu Instinto del Mal sin Su ayuda, y vives la realidad de que tienes un Instinto del Mal y vives tu propia nulidad, ahora te fortaleces y consolidas tus anhelos y construyes las herramientas para poder estudiar Torá y cumplir con todos los preceptos de modo que te acerques a Hashem a través de la Torá y de los preceptos que cumples. Una vez que hemos entendido muy bien la maravillosa relación entre ambos trabajos espirituales –el agradecimiento y la voluntad– ahora vamos a estudiar el uso adecuado de ambos trabajos.

Debemos recordar que estos dos trabajos espirituales son de hecho las dos armas más poderosas que tiene la persona para poder pasar en paz por este mundo y es muy importante que cada uno sepa el modo adecuado de utilizarlas, tal como deja entender Rabí Najman de Breslev en la lección 2:

La plegaria implica un concepto doble, ya que incluye dos aspectos: uno es la alabanza al Creador y el otro es el pedido personal de cada uno por sus necesidades. La plegaria, que es el arma principal de cada judío, es como un arma de doble filo, ya que se basa en dos conceptos básicos: por un lado, la gratitud y la alabanza al Creador del mundo y por otro lado, las súplicas, que son los deseos y los anhelos.

A partir de mi experiencia con mis alumnos llegué a la conclusión de que muchas veces la persona se encuentra en estados emocionales tales que a pesar de que uno sabe que tiene que dar las gracias por todo y entiende con el intelecto que todo es para bien, de todos modos es incapaz de dar las gracias con alegría; es incapaz de estar contento con lo que le sucede. La luz de la emuná no lo ilumina ni ejerce influencia en él.

En esos momentos lo que hay que hacer es trabajar con la voluntad. Si uno ve que no logra alcanzar la alegría trabajando con la emuná y la gratitud, entonces conviene que se fortalezca en el trabajo de la voluntad; que Le diga a Hashem: “Yo quiero creer que todo es para bien; yo quiero creer que no hay nada fuera de Él, que todo es por Su designio; yo quiero creer que Hashem es solamente Bueno y Benefactor y que hace todo para mi propio bien; yo quiero dar las gracias de todo corazón; yo quiero estar alegre; yo quiero creer en Hashem; yo quiero hacer teshuvá y acercarme a Él…”. Así deberá continuar expresando Sus anhelos. Esto es algo que lo vi en la práctica – que cuando alguien tiene mucha fuerza de voluntad, se le abren todas las puertas y puede recobrar la alegría. Porque cuando es consciente de sus buenos deseos, eso le da fuerza para alegrarse inclusive por las cosas que no le fueron bien en el pasado. Rabí Najman nos enseña que por medio de la emuná uno obtiene la voluntad, que está por encima de la sabiduría, tal como dice en Sijot Haran (32): “Uno debe fortalecerse en emuná sin dedicarse en absoluto a indagar lo Divino… y cuando uno se conduce con simpleza e inocencia y solamente con emuná, sin indagar en absoluto, entonces Hashem lo ayuda y le otorga voluntad, que está por encima de la sabiduría, porque la sabiduría de santidad está por encima de la emuná”. Y en el Libro de los Atributos en la introducción dice que cuando un atributo influye en otro atributo entonces la influencia ocurre también en dirección inversa. Por eso, así como la emuná le ilumina el camino al individuo y lo dirige rumbo al deseo verdadero y el anhelo por Hashem, de la misma manera el trabajo de la voluntad ilumina el trabajo de la emuná y tiene el poder de restaurarle la alegría al individuo.

Hay otro principio más que es muy importante recordar:

Hay que saber cuándo dar solamente las gracias y cuándo también hay que pedir y orar. Cuando se trata de una gran desgracia, de algo terrible, y uno ora por eso durante años o cuando se encuentra en tan mal estado que ni siquiera ve la luz al final del túnel, como por ejemplo, cuando uno no tiene pareja, o no tiene hijos, o es una persona que sufre mucho, o que tiene graves problemas financieros, etc – en todos estos casos uno tiene que dar las gracias todos los días durante media hora, sin pedir absolutamente nada, porque si pide algo, es posible que sucumba a la tristeza y el lloriqueo.

Sin embargo, en el ámbito espiritual uno también tiene que pedir, por ejemplo, poder cuidarse de no mirar cosas indebidas. Cada uno debe dedicar todos los días media hora a pedir una sola cosa. Por supuesto que antes que nada tiene que dar las gracias, ya que eso lo impulsa a acercarse a Hashem, pero también tiene que pedirle a Hashem que lo ayude.

 

 

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