Del Cerebro al Corazón
Hay que saber que el conocimiento de la mente no basta para eliminar nuestros defectos de carácter, sino que debemos hacer penetrar el intelecto en nuestro corazón…
Hay que saber que el conocimiento de la mente no basta para eliminar nuestros defectos de carácter, sino que debemos hacer penetrar el intelecto en nuestro corazón…
La Fe y los Rasgos del Carácter – Conclusión:
Aprendimos la gravedad de los malos rasgos y cómo todos provienen de la falta de fe. También aprendimos qué maravillosas son las buenas cualidades y cómo se basan en la fe. Prácticamente, sería posible escribir un libro entero sobre cada rasgo. Sin embargo, nos fiamos del entendimiento del lector, que comprenderá por sí mismo cómo la fe es la vía abierta a la rectificación de todos los malos rasgos y a la adquisición de las buenas cualidades.
Para permitirles trabajar sobre todos los rasgos del carácter y corregirlos, mencionaremos aquí brevemente los puntos de la fe que conciernen a estos rasgos que no desarrollamos:
El Orgullo – El creyente no tiene orgullo, porque sabe que todo lo que tiene y todos sus éxitos, son un regalo del Creador.
El Apetito de Comer – El creyente no está preso de su apetito, porque sabe perfectamente que el Creador es Quien le da vida, no el alimento.
La Confianza – El creyente tiene confianza total en el Creador, porque lo esencial de la fe es creer que Él le supervisa de la mejor forma posible, y que se encuentra en buenas manos.
La Indulgencia – El creyente es siempre indulgente, porque sabe que la Voluntad del Creador es que así se conduzca. Por eso siempre tiene éxito, pues el Creador está con él.
La Alegría – El creyente está siempre alegre, porque la fe significa creer que no existe mal en el mundo, ni tampoco la privación; todo es bueno y todo es para bien.
La Lisonja – El creyente está alejado de toda lisonja, porque sabe que los hombres son sólo títeres en las manos del Creador. Por eso, él no teme ni adula a nadie, pues le es evidente que todos se encuentran en las manos del Creador y que sólo Él decide su vida.
Los Honores – El creyente no desea los honores y no los busca, porque sabe que todo el honor pertenece al Creador.
La Maledicencia – El creyente no difama y no habla de nadie en absoluto, porque conoce su sitio como criatura, que no puede decidir ni juzgar quién es una buena persona y quién no. Él sabe que el mundo posee un Gobernante, y una de Sus funciones es juzgar a Sus criaturas; por eso, se niega a juzgar a los hombres y hablar de ellos, tomando el papel del Creador.
La Polémica y la Disputa – El creyente está alejado de toda disputa y conflicto, porque acepta las pruebas que pasa como provenientes del Creador. Por consiguiente, no se deja arrastrar ni se complica en una polémica, sino que huye hacia el Todopoderoso y así acaba la disputa.
La Paciencia – El creyente es paciente en la vida, paciente consigo mismo, y paciente con los demás. Tiene paciencia hasta que le lleguen las cosas que necesita, pues sabe que todo – cuándo y cómo, ya sea respecto a las cosas materiales o espirituales – son determinadas por el Creador.
Del cerebro al corazón
Abordamos ahora el método práctico para trabajar sobre los distintos rasgos y corregirlos.
Hay que saber, que el conocimiento de su mente no basta para eliminar los defectos, sino que el hombre debe hacer penetrar el intelecto en su corazón, como está escrito (Deuteronomio 4:39): “Sabe hoy y lleva a tu corazón”. “Sabe hoy” – es el conocimiento del cerebro, y luego “lleva a tu corazón” – significa introducir ese conocimiento en el corazón. Porque todo el tiempo que el conocimiento queda sólo en el intelecto, no es un conocimiento completo y el hombre no se conduce según él. Es solamente cuando se introduce el conocimiento dentro del corazón, que se puede corregir el mal rasgo, porque el corazón es el “dibujante” de los rasgos del carácter.
La evidencia es que mucha gente inteligente y hasta genios poseen malos rasgos, y algunos hasta tienen rasgos absolutamente corruptos, debido a su corazón impuro y sucio. En cambio, muchas veces hay personas simples, que no son sabias, pero que poseen cualidades maravillosas a causa de su corazón puro y limpio.
El camino para introducir el conocimiento del cerebro al corazón, es el estudio y la repetición de todo lo que ha sido dicho a propósito del rasgo que se quiere corregir. Cuando deseamos trabajar sobre la rectificación de un determinado mal rasgo que poseemos, debemos estudiar en los libros todo lo relacionado con
la ignominia de esa característica y la ventaja de lo contrario. Y por supuesto, por lo que aprendimos que la raíz de todas las buenas cualidades es la fe, estudiaremos seriamente las reglas de la fe que conciernen a ese rasgo. Debemos insistir en nuestro estudio hasta que eche raíces en nuestro corazón. Luego, rezaremos por cumplir lo aprendido, porque sobre todo lo que se quiere cambiar, lo esencial es la plegaria.
Además, debemos juzgarnos cada día hasta qué punto hemos llegado en nuestro trabajo. Por cada éxito que hemos conseguido en dominar el mal rasgo, hasta el más pequeño, debemos agradecer al Creador. Y en lo que hemos fallado, comprenderemos que todavía nos faltan muchas plegarias. Entonces nos confesaremos al Creador, Le pediremos perdón, y Le imploraremos que nos dé el mérito de rezar la cantidad de plegarias necesarias para eliminar definitivamente nuestro mal atributo, sin fallar nunca más. En efecto, cuando se reza por algo, se introduce el conocimiento intelectual dentro del corazón, lo que significa obtener un conocimiento completo. Entonces, empezamos a vivir en la realidad lo estudiado y nos conducimos según ese conocimiento, esto es lo que se llama tener buenos rasgos, que se manifiestan en el gozo de una vida muy bella y feliz.
Continuará…
(Extraído del libro "En el Jardín de la Fe" por Rabi Shalom Arush, Director de las Instituciones "Jut Shel Jésed" – "Hilo de Bondad")
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