Dar las gracias por los pequeños detalles

Tengo una historia muy inspiradora sobre el tema de la gratitud que tuvo lugar después de que leí un artículo del Rabino Shalom Arush

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 08.04.21

Shalom

 

Quería darles las gracias por la revista semanal de Jut shel Jesed, que nos brinda palabras de fortalecimiento y nos ayuda a acercarnos al tzadik. Tengo una historia muy inspiradora sobre el tema de la gratitud que tuvo lugar después de que leí un artículo del Rabino Shalom Arush en una de las revistas semanales, el año pasado.

 

Me gustaría que publicaran esta historia para beneficio del público.

 

Yo vivo en la ciudad de Elad y el año pasado tuve muchos problemas con el sustento porque no tenía un trabajo fijo. Además durante las vacaciones se me rompió el lavarropas después de diez años de habernos servido fielmente.

 

No sabíamos qué hacer. Por esa época no teníamos crédito en el banco y por lo tanto no podíamos pagar con un cheque. En una palabra: no teníamos la menor idea de cómo nos íbamos a arreglar…

 

Después del Shabat, el domingo a la mañana, decidí que por lo menos tenía que ir a dar una vuelta por los negocios a averiguar de un buen lavarropas…

 

Mi marido me dijo que mejor que no fuera porque igualmente no tenía con qué pagar. Él quería que pagáramos con cheques de pago diferido pero yo no estaba dispuesta de ninguna manera a pagar con cheques sin cobertura.

 

Al final fui al centro y empecé a ver lavarropas en los distintos negocios. Me fijé en los distintos modelos y en los precios; pregunté por las distintas clases de lavarropas: las ventajas y desventajas de cada marca, como si tuviera dinero en los bolsillos para pagar lo que hiciera falta. Cuando terminé con las averiguaciones, llamé por teléfono a mi papá y le pedí ayuda, en la medida de sus posibilidades. Él insistió en que yo tenía que comprar un lavarropas barato y sencillo de acuerdo con mis posibilidades. Yo le expliqué que con los niños ahora necesitaba un lavarropas grande y de buena calidad, de por lo menos siete u ocho kilogramos de capacidad. Él no me ofreció su ayuda y salí del negocio muy desilusionada.

 

Al salir del negocio vi tirada en el piso una revista de las Instituciones Kever Rajel (La Tumba de la Matriarca Raquel); la levanté y empecé a leerla. Entre otras cosas, había una historia verídica acerca del último conflicto armado en el sur de Israel (Borde de Protección, 2014) y varias historias de gratitud que contaba una mujer. En ese momento decidí yo también empezar a trabajar conmigo misma para dar las gracias por cada cosa, tal como escribe el Rabino Shalom Arush, cuando dice que si la persona bendice por lo malo igual que bendice por lo bueno, el Atributo de Juicio se transforma en el Atributo de Compasión.

 

Volví a casa y le dije a mi marido: “¿Qué te parece si empezamos a dar las gracias por el ‘problema’ del lavarropas? – Gracias, Dios mío, que el lavarropas duró diez años casi sin problemas; gracias que tenemos ropa que meter en el lavarropas; gracias que tenemos a quién lavarle la ropa; gracias que no tenemos la posibilidad de comprar un lavarropas nuevo, etc…”.

 

Entonces nos llegó un folleto que reparten todas las semanas con ofertas de electrodomésticos. Averigüé y vi que ellos vendían lavarropas baratos y de calidad inferior, no como el que yo quería y además solamente aceptaban efectivo o tarjeta de crédito. Entonces llamé otra vez a mi papá y le conté que no habíamos encontrado solución y entonces a él se le ablandó el corazón y me dijo que iba a fijarse en el negocio de electrodomésticos que hay cerca de su casa a ver si encontraba algún buen lavarropas para mí.

 

Media hora después me llamó el dueño del negocio y me dijo que mi papá había querido comprar el lavarropas más barato del cual yo le había hablado por teléfono pero que el vendedor no se lo había querido vender, diciéndole que ya que uno compra, que hay que comprar de buena calidad y entonces me ofreció un buen precio por una cierta marca de lavarropas y yo le respondí que ya había averiguado y que me habían dado un precio mucho más barato por ese mismo modelo. Así seguimos discutiendo el precio y al final llegamos a un acuerdo, como el precio que me habían dado a mí en Elad, y todos quedamos contentos. Mi papá pagó con su tarjeta de crédito y esa misma semana me trajeron el lavarropas nuevo a casa.

 

Enseguida llamé por teléfono a mi marido y le dije: “Gracias a Dios, nos compraron el lavarropas”. Efectivamente, en virtud del agradecimiento obtuvimos lo que tanto necesitábamos. ¡Ojalá siempre podamos dar las gracias y ver milagros!

 

Así es: tenemos que dar las gracias por cada detalle, no solamente por las cosas grandes. Y tal como dijo el Jazón Ish, de bendita y santa memoria: “¿Cómo se puede alcanzar la emuná tangible en Hashem? Cada cosa que necesites, pídesela a Hashem”. Si necesitas zapatos nuevos, párate en un rincón de la habitación y dile a Hashem: “Amo del universo, mira qué zapatos rotos (o viejos) que tengo. Por favor dame el dinero para comprar zapatos nuevos”. Y así con cada cosa. Por medio de este ejercicio uno se acostumbra a saber y sentir que Hashem es el que le da todo. ¡Así se adquiere una emuná tangible! El Jafetz Jaim, de bendita y santa memoria, solía recomendarle a cada persona que haga hitbodedut en su rincón y derrame su corazón ante Hashem con palabras sentidas, igual que un hijo habla con su padre y que Le pida con palabras simples que le tenga compasión y le haga una bondad y entonces le está garantizado que Hashem escuchará su plegaria.

 

La medida mínima de gratitud al Creador es de cien bendiciones diarias, tal como estableció el Rey David (Bamidbar Rabá 18:21) y de esa manera la persona cumple con su deber de gratitud mínima. Y tal como escribe Rabí Yehuda Halevi en su libro “El Kuzari” (artículo 3): “Por cada deleite de los sentidos que siente el piadoso, él se acuerda de bendecir a Hashem”. Y sabemos por Kabalá que la medida mínima con la cual el hombre israelita cumple con su deber de alabar a Hashem es de cien bendiciones diarias, y no menos que eso – parte de ellas son las bendiciones conocidas de los rezos y luego cada uno debe tratar de completar la cantidad con bendiciones de deleite, o sea, por fragancias o por comidas, por cosas que oyó o cosas que vio. Y cuanto más agregue, más cerca estará de Hashem. Y tal como dijo el Rey David: “Mi boca relatará Tu rectitud, todos los días Tu salvación, pues desconozco su número” (Salmos 71:15). Esto quiere decir que el número de bendiciones no puede cubrir Tus alabanzas, ¡pero yo continuaré bendiciéndote cada día de mi vida y jamás dejaré de alabarte!.

 

A partir de esto debemos aprender un principio muy importante: ¿por qué la persona debe agradecerle al Creador por cada cosa? Por ejemplo, la persona que estaba enferma y se curó enseguida Le da las gracias al Creador. Y la persona que ni siquiera llegó a enfermarse, ¿acaso no tiene que darle las gracias mil veces más por el hecho de estar sano? La persona que tiene deudas y a la que el Creador luego la ayuda con el sustento, ciertamente Le va a dar las gracias. Entonces ¿no tenemos que darle las gracias mil veces más por el hecho de que Él nos da el sustento y gracias a Dios no tenemos deudas? Si un hombre no encuentra pareja y al cabo de mucho tiempo conoce a la mujer que será su esposa, ciertamente Le va a dar las gracias al Creador. Entonces aquel que conoció a su pareja siendo aún joven ¿no Le tiene que dar las gracias al Creador mil veces más? Si una persona no puede tener hijos y después de muchos largos años el Creador la bendice con hijos, por supuesto que lo primero que va a hacer será darle las gracias al Creador. Entonces ¿todos aquellos que gracias a Dios tienen hijos enseguida, no tienen que darle las gracias a Hashem mil veces más? Y así con todo. Cada persona debe reflexionar y verá que Hashem le prodiga bendiciones continuamente, tanto en lo material como en lo espiritual y por eso debemos darle las gracias todos los días por cada cosa que nos da.

 

 

En ese sentido dijo Rabí Najman de Breslev (Sijot Haran 233) que por cada cosa hay que orar. Por ejemplo, si una persona necesita una prenda de vestir, entonces deberá orar ante Hashem para que se la dé. Y así con todas las cosas, tanto grandes como pequeñas. Uno tiene que acostumbrarse a pedirle a Hashem cada cosa que le falte.

 

Si bien lo principal es orar por lo más importante, que son las cosas espirituales (saber toda la Torá, corregir los malos rasgos de carácter, cumplir todos los preceptos, acercarse a Hashem, etc), también hay que orar por las cosas más pequeñas. Y Rabí Najman dijo que el que no lo hace, aunque Hashem le dé todo lo que necesite, no obstante es como si fuera un animal, porque a los animales Hashem también les da su comida. Si la persona no obtiene sus necesidades vitales por medio de la plegaria, entonces es igual que un animal, ya que el ser humano tiene que obtener sus necesidades vitales por medio de la plegaria y de la súplica.

 

Esto fue lo que contó su discípulo, Rabí Natan de Breslev: “En cierta ocasión me faltaba un botón en la camisa y Rabí Najman me dijo: ‘Pídeselo a Hashem’. Me quedé muy sorprendido, porque no podía creer que tuviera que orar ante Hashem por algo tan insignificante y además porque no era algo tan imprescindible. Entonces Rabí Najman le dijo a Rabí Natan: ‘¿Acaso está por debajo de tu dignidad orar ante Hashem por algo así?’”.

La persona tiende a pensar que por los pequeños detalles o por las cosas que uno puede procurarse solo no hace falta orar ni pedirle a Hashem. ¡Craso error! Esa clase de pensamientos son los que nos llevan a creer únicamente en nuestra propia fuerza, y olvidamos que el que nos da la fuerza no es otro que Hashem…

Escribe el Rabino Yom Tov ben Abraham Hashvili, uno de los más grandes sabios de España (Brajot 6b): “Todo el mundo fue creado en aras de los seres humanos y los seres humanos fueron creados para que alaben y den las gracias al Santo Bendito Sea y Lo sirvan y Le teman. Y los que hacen esto son los que mantienen en pie al mundo entero y el resto son como animales que no hacen aquello para lo cual fueron creados”. Por lo tanto, la persona que Le da las gracias a Hashem está cumpliendo con el propósito de su vida y de toda la Creación y es digno de que se le hagan milagros y prodigios y obtenga grandes salvaciones.

 

 

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