Las lágrimas de Yosef – Vaigash

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Rabino David Charlop

Posteado en 06.12.21

El ciclo anual de la lectura de la Torá nos devuelve al emocionante clímax de la historia de Jacob, Yosef y los hermanos. Después de veintidós años, Jacob y Yosef se reúnen en una emotiva cita. El versículo nos dice: “…y Yosef se presentó ante Jacob y se echó sobre su cuello y lloró en exceso”. A un nivel básico de interpretación del versículo, Rashi explica que Yosef lloró sobre el cuello de Jacob como expresión conmovedora de su reencuentro. Sin embargo, del versículo se desprende que sólo Yosef lloraba y no Jacob. Rashi explica que Jacob no sólo no lloraba, sino que estaba ocupado diciendo el versículo “Shema Yisrael Hashem Elokeinu Hashem Echad” – “Escucha, oh Israel, Hashem es nuestro Dios, Hashem es Uno”. Estaba recitando el verso que los judíos dicen dos veces al día afirmando la soberanía y la unidad suprema de Hashem.

Tanto las acciones de Jacob como las de Iosef requieren una explicación. En primer lugar, ¿qué tiene de significativo “llorar sobre el cuello”? ¿No bastaría con que nos dijeran simplemente que Yosef estaba llorando? En segundo lugar, ¿por qué eligió Jacob este momento concreto para recitar el “Kriat Shema” (abreviatura del versículo “Escucha, oh Israel”)? ¿Acaso no era posible recitarlo antes o después de su encuentro? Aunque los comentaristas dan varias respuestas a estas dos preguntas, me gustaría tratar de conectar algunas ideas.

Al principio de la Parasha de esta semana, Yosef les reveló su verdadera identidad a sus hermanos. Su reunión con Benjamín fue especialmente conmovedora. “Entonces se echó al cuello de su hermano Benjamín y lloró, y Benjamín lloró sobre su cuello”. De nuevo encontramos una clara referencia al cuello. ¿Por qué tanto énfasis en la idea del cuello? Rashi explica que esta historia implica mucho más que la emotividad de los hermanos reunidos. Yosef previó la destrucción del primer y segundo Templo que se encontraba en la porción de territorio de Benjamín en Jerusalén, mientras que Benjamín profetizó la destrucción del Tabernáculo que se encontraba en la porción de territorio de Yosef durante los 369 años que precedieron al período del primer Templo.

El cuello es lo que conecta la cabeza con el cuerpo, o sea, lo espiritual/intelectual con lo físico. Tanto el Templo como el Santuario son los lugares que conectan el cielo y la tierra en este mundo. Son el conducto entre el mundo superior y el inferior. A través del “cuello”, descienden las bendiciones destinadas a derramarse desde el cielo y todos los logros y servicios de este mundo ascienden al cielo para crear un nuevo ciclo de bendiciones desde arriba. Yosef y Benjamín percibieron que el odio de los hermanos tendría ramificaciones futuras, que pondrían fin a nuestra conexión directa con el flujo de bendición Divina. Las tragedias que siguieron a estas calamidades fueron causadas como consecuencia de la separación entre los mundos superior e inferior, entre la “cabeza” espiritual y el “cuerpo” físico de este mundo.

Más tarde, cuando Yosef se reunió con Jacob, lloró “excesivamente”. Yosef lloró sobre el cuello de Jacob. Estas lágrimas no eran sólo por las pérdidas del Santuario y de los Templos. Las lágrimas de Yosef también significaban los miles de años de exilio, pogromos, inquisiciones y holocaustos. Las discusiones y disensiones de los hermanos eran un amargo presagio del doloroso futuro que le aguardaba al pueblo judío.

¿Qué estaba haciendo Jacob en ese momento? Estaba recitando el “Kriat Shema”. Él comprendía muy bien el dolor y el sufrimiento que les esperaba a sus descendientes; sin embargo, su visión estaba en un punto más lejano en el tiempo. Sus pensamientos iban más allá del tiempo de las lágrimas, a un tiempo en el que “nuestras bocas se llenarán de risa” (Salmos). Su recitación del “Shemá” era un reflejo de su conciencia de que, así como él y sus hijos, incluido Yosef, estaban reunidos, también lo estaría en el futuro el pueblo judío.

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