La bondad de Jerusalén – Shelaj
La Tierra de Israel no les revela su belleza a todos los que la visitan. No todo el mundo es lo suficientemente digno como para merecer percibir las cualidades únicas y la santidad especial de Eretz Israel.
“Y [los espías] comenzaron a hablar mal de la tierra que habían explorado” (Números 13:32)
Poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, en una mesa de Shabat en Jerusalén, la conversación giró en torno al deplorable fenómeno de los visitantes que recorren la tierra de Israel y luego regresan a sus respectivos países hablando mal de Eretz Israel. “Estos turistas se quejan del calor, de la pobreza, del atraso, de la situación política… y desaniman a otros judíos cuando estos expresan su deseo de ir a vivir a Israel”, se lamentó uno de los presentes.
La sala se quedó en silencio. El Rabino Tzvi Yehuda Kook, hijo del Rav Abraham Itzjak Kook, el primer rabino principal, respondió relatando la siguiente parabola:
La pareja fracasada
Había una vez un hombre rico que deseaba casarse con cierta joven. Ella era la chica más hermosa de la ciudad, y estaba dotada de muchos talentos y además era de un carácter muy refinado. Como la familia de ella no era acomodada, estaban ansiosos por encontrarle un marido en buena posición económica.
Sin embargo, la joven no estaba interesada en el joven que le habían presetnado. Rico o no, el joven era tosco y maleducado. Ella se negó a reunirse siquiera con él.
El padre, deseoso de que su hija se casara, la presionó para que accediera a conocer al joven. Solamente para complacer a su padre, la joven aceptó.
El Shabat siguiente, el joven llegó a la casa como estaba previsto. Poco después, la joven hizo su entrada: con el pelo despeinado, un vestido arrugado y desgastado y unas zapatillas de casa en mal estado. El joven, horrorizado por su aspecto desaliñado, no tardó en excusarse y salió de la casa a toda prisa.
“Lo que todo el mundo dice de esta chica no es cierto”, exclamó el asombrado joven a sus amigos. Tiene un aspecto horrible”.
El Rabino Tzvi Yehuda explicó entonces su parábola. Superficialmente, parecería que el joven había rechazado a la joven. Pero en realidad, era ella quien lo había rechazado a él.
Así también, la Tierra de Israel no les revela su belleza a todos los que la visitan. No todo el mundo es lo suficientemente digno como para merecer percibir las cualidades únicas y la santidad especial de Eretz Israel. Puede parecer que los visitantes insatisfechos son los que rechazan la Tierra de Israel. Pero en realidad, es la Tierra la que los rechaza a ellos.
Ver la bondad de Jerusalén
La manzana no cae lejos del árbol… Cuando los visitantes de fuera de Israel se acercaban al rabino en jefe para pedirle una bendición, este, el Rav Kook (el padre) citaba el Salmo 128:5: “Que Dios te bendiga desde Sion”. ¿Y qué es exactamente esta “bendición de Sion”? La bendición se describe en la continuación del versículo: “Y que veas la bondad de Jerusalén”.
Rav Kook señalaba entonces: “Aquí no dice que uno debe merecer ver a Jerusalén, sino que debe merecer ver “la bondad de Jerusalén”. Mucha gente visita Jerusalén, pero no todos merecen ver el bien oculto en la Ciudad Santa.
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