La Bendición Sacerdotal – Sheminí

Si la bendición sacerdotal se realizaba al final del servicio del Templo (que hoy en día se recita al final de la plegaria de la Amidá), entonces ¿por qué la Torá nos da a entender que se hacía en un orden diferente?

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Rabino Abraham Isaac Kook z"tzl

Posteado en 17.04.23

La inauguración del Tabernáculo concluyó con una bendición del Sumo Sacerdote:

“Aarón levantó sus manos hacia el pueblo y lo bendijo. Luego descendió de preparar la ofrenda por el pecado, el holocausto y las ofrendas de paz” (Levítico 9:22)

¿Cuándo se recitaba la bendición?

Según el relato de la Torá, parecería que Aarón bendecía al pueblo antes de terminar el servicio en el Tabernáculo recién consagrado. Los Sabios, sin embargo, explicaron que, en realidad, el orden era diferente. Primero, Aarón completaba las ofrendas y descendía del altar. Y recién entonces bendecía al pueblo (Torat kohanim; Meguilá 18a).

Si la bendición sacerdotal se realizaba al final del servicio del Templo (que hoy en día se recita al final de la plegaria de la Amidá), entonces ¿por qué la Torá nos da a entender que se hacía en un orden diferente?

Al referirnos a la contribución de los kohanim al pueblo judío, y el honor correspondiente que reciben, debemos distinguir entre su estado actual y su potencial futuro.

Podemos respetar a un kohen como persona individual por su erudición y su piedad, pero el verdadero honor que les otorgamos a los kohanim es en reconocimiento a su sagrada influencia sobre toda la nación. Los honramos principalmente por su potencial futuro, por lo que un kohen debe y puede ser – ‘porque es un emisario de Dios de las huestes (Malaquías 2:7). Incluso si el kohen no es merecedor de tal honor en su estado actual, ‘Debes esforzarte por mantenerlo santo… él será santo para ti, ya que yo soy santo’ (Levítico 21:8). Su santidad se debe a su beneficio potencial para la nación, como miembro de la familia santificada.

(Esto, por cierto, es similar al honor que concedemos a los rabinos y maestros. Los respetamos por su erudición y también como representantes de la institución del rabinato. Este honor es un reconocimiento a la contribución general del rabinato al bienestar del pueblo. El rabino, por su parte, debe darse cuenta de que se lo honra principalmente por lo que debe ser, y debe hacer todo lo posible por cumplir esta expectativa).

La función de los kohanim no es sólo servir en el Templo. También se espera que los kohanim enseñen y eleven al pueblo, como dice: “De los labios del kohen guardarán el conocimiento, y de su boca buscarán la Torá” (Malaquías 2:7). Estas dos funciones están interrelacionadas, ya que la fuente de su influencia espiritual sobre el pueblo se origina en la santidad de su servicio en el Templo.

Hay un deber de los kohanim que combina ambas funciones: la bendición sacerdotal. Esta bendición forma parte del servicio del Templo y, al mismo tiempo, refleja su interacción con el pueblo. Los kohanim recitan la bendición con los brazos extendidos, señal de que sus esfuerzos por elevar al pueblo son una extensión y continuación de su sagrado servicio en el Templo.

La bendición también forma un puente en el tiempo, conectando el pasado con el futuro y lo actual con lo potencial.

Los kohanim pueden cumplir mejor su misión de elevar al pueblo después de haber participado en el servicio del Templo y experimentado la elevación única del alma obtenida a través de este sagrado servicio público. Su bendición reflejará entonces el más alto nivel de influencia e inspiración que el kohen es capaz de impartir. Así, la bendición indica el estado actual del kohen, al tiempo que se basa en su servicio pasado, y se extiende -como sus brazos extendidos- a su influencia potencial futura.

Ahora podemos resolver la aparente contradicción entre el relato de la Torá y la práctica real. El texto implica que los kohanim completan su servicio después de bendecir al pueblo. El servicio al que se hace referencia aquí no es su servicio en el Templo, sino su papel en la elevación del pueblo, que es realmente su misión principal. En la práctica, sin embargo, la bendición sacerdotal debe basarse en los servicios sagrados que ya han realizado. Por lo tanto, se recita recién después de que hayan completado su servicio en el Templo.

Un fenómeno similar se encuentra al final de la plegaria de la Amidá, cuando decimos: “Que las palabras de mi boca y los pensamientos de mi corazón sean aceptables ante Ti” (Salmos 19:15).

Parecería más lógico recitar esta súplica antes de rezar. De hecho, el versículo no se refiere a la plegaria que se va a recitar, sino a la aspiración de nuestro corazón de que podamos aplicar la influencia de esta plegaria en el resto del día. Al igual que la bendición sacerdotal, esta petición forma un puente entre dos estados. Se basa en el servicio de rezos que acabamos de realizar, pero se extiende hacia la futura influencia de esta elevación espiritual en nuestras vidas.

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