Nasó – ¿De Quién Es Todo Eso?

La Torá emite un profundo decreto que define no sólo lo que tenemos sino también quiénes somos… ¿Cuál es?...

3 Tiempo de lectura

Rabino Mordejai Kamenetzky

Posteado en 05.04.21

La Tora emite un profundo decreto que define no sólo lo que tenemos sino también quiénes somos… ¿Cuál es?…

¿De quién es todo eso?

Hay un conjunto de versículos algo misteriosos en la Parashá de esta semana:

"Y cada ofrenda de todo lo sagrado de los hijos de Israel que acercaren al Kohen (Sacerdote), de él será. Lo sagrado de un hombre de él será, y lo que un hombre da al sacerdote será suyo" (Números 5:9-10).

¡Este versículo tiene tantas interpretaciones Midráshicas y homiléticas! Aun después de que Rashi, el gran maestro de la explicación de la Tora, aclara el simple significado del versículo, afirma que existen variadas interpretaciones de fuentes Midráshicas. Obviamente esto necesita de una profunda interpretación. ¿Para qué fin daré mi contribución? ¿Qué quiere decir la Tora con eso de que "la ofrenda sagrada de un hombre, de él será"? ¿Cómo puede ser lo sagrado suyo? ¿Y, antes que nada, qué quiere decir “sagrado”?

Después de todo, cuando uno dedica ofrendas al Templo, ya no son más "sus" cosas sagradas, sino que ya le pertenecen al Templo. Una placa podría quizás aceptarse como un reconocimiento, pero ciertamente que eso no es un certificado de titularidad. Si el versículo se está refiriendo a los artículos sagrados que posee el individuo, en ese caso también parece demasiado redundante: ¡por supuesto que las posesiones de una persona son suyas!

Hace algunos años, una Yeshivá invitó para su ceremonia de inauguración a cierto senador del estado norteamericano de Delaware para que ofreciera una conferencia. El senador fue invitado en razón de que era un buen amigo de un famoso filántropo y miembro de la comunidad local, además de buen amigo de la escuela. Después de la ceremonia, un rabino tuvo el privilegio de viajar con el senador y el hombre rico en la lujosa limusina de éste último. Se trataba de un vehículo suntuoso y apropiado para llevar a los altos dignatarios y hombres de negocios que solían frecuentar al acaudalado businessman.

Luego de viajar un rato conversando sobre todo tipo de temas, desde la situación política de Israel hasta temas concernientes a la educación, el rabino notó algo en el rincón de atrás de la limusina que le llamó la atención. Se trataba de un estuche de Tefilín, una bolsa de terciopelo que contenía las sagradas filacterias que su dueño había apoyado contra un rincón del parabrisas trasero. Sobresaliendo de la bolsita se veían las retzuót, las sagradas correas que unen al hombre judío con su Creador en el ritual diario. El rabino estaba sorprendido y perplejo al mismo tiempo. No estaba ni siquiera seguro de que el hombre observara las leyes de Kashrut (leyes de alimentos aptos según la Torá). Sin embargo los Tefilín estaban justo ahí, casi expuestos a la vista de todos, en la misma limusina en que se cerraban tratos multimillonarios con prominentes hombres de negocios y se discutían importantes asuntos con destacados hombres de estado.

Unas semanas más tarde, el rabino visitó al acaudalado filántropo en su oficina. Fue allí donde surgió la pregunta. "No consigo llegar al punto. Por lo que yo entiendo, Ud. no es observante y su vehículo constituye apenas un lugar de recepción de rabinos. Sin embargo Ud. guarda sus Tefilín en su auto, a la vista de todo el mundo. ¿Por qué?".

Su limpia respuesta resuena hasta ahora en los oídos del rabino. "Cuando yo viajo llevo mis cosas. Esos Tefilín son mis cosas".

La Tora emite un profundo decreto que define no sólo lo que tenemos sino también quiénes somos. Aquéllos de nosotros que pensamos que la vida, con todo lo completa que pueda parecer, con todo lo suculentos que puedan resultar los platos que ella sirve, no es más que un fugaz momento en la gran escala de la infinita eternidad…

La Tora nos dice que, después de que todos los "partidos" sean jugados y la multitud se retire del repleto "estadio", nos quedará una sola cosa: aquello que nos es sagrado. ESO ES NUESTRO. Los automóviles se rompen; las computadoras se descomponen; los satélites explotan; las fortunas decrecen y la fama vale tanto como el diario de ayer. Sólo las cosas sagradas que hacemos, sólo nuestros actos espirituales, tanto en la relación con nuestros semejantes como con nuestro Creador, ESO permanece.

¡Esas cosas sagradas son nuestras! Siempre nos pertenecerán. Eso es lo que nos llevaremos encima cuando nos vayamos de aquí y eso es lo que nos ayudará siempre. En este mundo y en el Mundo Venidero.

¿Cuándo empezaremos a cumplir más Preceptos?

(Gentileza de www.tora.org.ar)

Escribe tu opinión!

Gracias por tu respuesta

El comentario será publicado tras su aprobación

Agrega tu comentario