Enciende mi fuego – Shemot

¿Qué podemos aprender de la zarza ardiente?  Si vives en la soleada California o en el Oriente Medio árabe, puede sonar como una táctica política intrigante

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Jacob Rupp

Posteado en 02.01.24

¿Qué podemos aprender de la zarza ardiente?  Si vives en la soleada California o en el Oriente Medio árabe, puede sonar como una táctica política intrigante para poner fin a la actual Administración. Pero como esto es Breslev Israel y no la Radio Pública Nacional, podemos decir con confianza que este milagro tiene un profundo significado más allá de simplemente munición para las ametralladoras calientes de la prensa política estadounidense.   

El versículo dice: Un ángel de Dios se le apareció (a Moshé/Moisés) en una llamarada de fuego desde en medio de la zarza.   ¡He aquí! La zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía” (Shemot 3:2).

Según la tradición oral, Moshé estaba cuidando el rebaño de su suegro en el desierto cuando llegó a la base del monte Sinaí (donde los judíos recibirían más tarde la Torá). Allí vio un arbusto espinoso en flor, con cinco hojas en cada rama. Las hojas estaban secas y no había ninguna fuente de agua cercana.  Curiosamente, un fuego ardía en el centro de la planta. Moshé se esforzó por comprender qué significaba todo aquello.

Si nuestro héroe más grande no pudo comprender de inmediato lo que sucedía, nos corresponde a nosotros también sacar este símbolo de nuestros libros de ilustraciones de la escuela hebrea y llevarlo al mundo real.   Hagámonos algunas preguntas difíciles.  ¿Por qué eligió Dios un arbusto espinoso? ¿Por qué florecía y por qué tenía cinco hojas por rama y no las tres habituales? ¿Qué significa que la zarza ardiera, pero no se consumiera?  ¿Por qué el fuego ardía sólo en el centro de la zarza? 

¿Por qué el arbusto espinoso?

Los sabios enseñan que Dios eligió una zarza espinosa para simbolizar la difícil situación del pueblo judío.  Al igual que un arbusto espinoso causa gran dolor a quien lo toca, el pueblo judío experimentó un tremendo sufrimiento durante su estadía en Egipto.  El arbusto también aludía a la razón por la que el pueblo judío sufría.  “Arbusto espinoso” en hebreo se dice “sné”, que es similar a la palabra “siná”, u odio u hostilidad.  Debido a que los hermanos de Yaakov (Jacob) fueron crueles con Yosef (José), los judíos llegaron a habitar en la tierra de su opresión. 

Centrémonos en la composición física del arbusto espinoso.  El Midrash especifica que la zarza tenía cinco hojas por rama, frente a las tres habituales. Y así como la zarza nos enseña por qué los judíos estaban en Egipto, la planta alude a por qué merecieron ser redimidos.  Las cinco hojas representan a nuestros antepasados: Abraham, Itzjak (Isaac), Yaakov, Moshé y Aharón (Aarón). Por el mérito de estos santos y devotos siervos de Dios, Él liberó a toda la nación judía.

Las flores del arbusto representan el entorno en el que a menudo se encuentra la nación judía: una flor entre las espinas. A lo largo de nuestra historia hemos estado rodeados de quienes nos odian y quisieron hacernos daño.  Las flores de la zarza ardiente, junto con las espinas, representan a la nación judía en su conjunto; algunos justos, otros pecadores, todos utilizados como signo de la presencia de Dios en el mundo. 

El fuego

El Rabino Shimshon Rafael Hirsch explica el significado del fuego y cómo hace brillar la zarza, símbolo del pueblo judío. El fuego es la manifestación de la santidad de Dios en este mundo y tiene el poder de penetrar y calentarnos, de refinarnos y purificarnos. Tiene el poder de mantenernos vivos y protegernos de la interperie.  Pero si su energía no se utiliza adecuadamente, puede llegar a ser extremadamente peligrosa.

El fuego procedía del núcleo del arbusto. El busto no estaba rodeado de fuego, como suele pensarse.  Esto nos enseña que el fuego de la Divinidad habita dentro de cada uno de nosotros y arde en nuestro interior.  Todos nacemos con una chispa Divina y a través de nuestros pensamientos y acciones, podemos encender esa chispa de santidad hasta convertirla en un infierno. 

En Su infinita sabiduría, Dios nos enseña que el judaísmo no existe sólo en las altas esferas del pueblo judío.  La Torá no es un bien exclusivo de los ricos o brillantes.  La piedad puede existir en el más humilde de los hogares y en el más humilde de los corazones. Sólo necesitamos un deseo sincero de convertirnos en una morada para Dios y Él estará allí, ardiendo en nuestro interior. 

A escala nacional, la zarza ardiente nos enseña que incluso en nuestros momentos más bajos y espinosos, Dios nos es fiel. Dice el Rabino Hirsch: “Yo (Dios) estoy con ellos, comparto sus problemas, estoy con ellos entre las espinas” (comentario de Hirsch del Midrash Rabba). Desde Egipto hasta Auschwitz, pasando por los atentados terroristas de hasta el día de hoy, nuestra nación ha sufrido y sigue sufriendo enormemente.  A menudo vivimos con miedo de los que nos rodean y preocupados por la estabilidad de nuestro futuro, a medida que una época ilustrada tras otra se ensombrece con el antisemitismo y la persecución. 

Individualmente, nuestras vidas también están llenas de desafíos, frustraciones y dolor.  Pero en la oscuridad de nuestro exilio, y en las profundidades a las que podamos descender como individuos, siempre arderá un fuego en nuestro interior. Aunque gritemos, debemos sentirnos reconfortados por su calor.  No olvidemos que la zarza ardiente, o sea, la Divinidad que existe en nuestras almas, fue la señal para el mayor campeón de Israel de que había llegado el momento de sacar a los hijos de Dios del exilio y llevarlos de nuevo a casa.

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