El festejo de la Creación – Comprender el significado de la jalá

¿Alguna vez te fijaste en la sorprendente semejanza que existe entre una paja de trigo completamente madura, repleta de semillas, y una hermosa jalá trenzada?

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David Ben Horin

Posteado en 18.03.24

Cosecha Sagrada: descubrir la impronta Divina en el trigo

¿Alguna vez te fijaste en la sorprendente semejanza que existe entre una paja de trigo completamente madura, repleta de semillas, y una hermosa jalá trenzada?

Los paralelismos son profundos.

Piensa un momento en el humilde tallo de trigo, una maravilla de la ingeniería creada por el Maestro Creador. Piensa en la suave provisión de agua de Hashem sobre la tierra. Cada gota, cuidadosamente guiada, emprende un viaje de 15 minutos desde el cielo hasta los campos que están esperando, sin chocar nunca una con la otra.

Si convergieran, su impacto sobre la tierra podría ser tan devastador como el de un asteroide en miniatura.

Al llegar al suelo, estas gotas son absorbidas. Al brotar como delicadas briznas de hierba, los campos pronto se transforman en una verde extensión de exuberante verdor.

Cada tallo tiene dos hojas delgadas, diseñadas con una determinada intención. Debido a que tienen una parte superior estrecha y la base ensanchada, estas hojas sirven como recipientes que recogen el agua de lluvia que cae en cascadas por sus superficies impermeables.

A medida que las gotas de lluvia van bajando, se deslizan por las hojas hasta llegar al corazón del tallo, que es un cilindro vertical hueco.

Aquí se acumula el agua, que mantiene el crecimiento del trigo durante seis semanas. Mientras tanto, empieza a salir la paja, anidada sobre el cilindro junto a las hojas parecidas a la hierba, que da hasta 50 granos de trigo.

Dios cubre cada grano con una cáscara protectora para protegerlo de la interperie.

Tras seis semanas de tiernos cuidados, el tallo alcanza la madurez.

Su color verde vibrante se transforma en un dorado intenso. Bañado por el calor del sol durante tres meses, de hecho adquiere el aspecto de una jalá recién salida del horno, crujiente y dorada.

En este intrincado proceso, encontramos un tapiz de la sabiduría de Dios entretejido en el tejido mismo de la naturaleza.

El mandato divino: transformar el trigo en pan

Ahora, la responsabilidad pasa de la Voluntad Divina a las manos de la humanidad.

Cosechamos los tallos, ya sea uno o miles de millones, y separamos meticulosamente las semillas de los tallos mediante una serie de tareas.

A continuación, nos embarcamos en otro proceso en el que vamos a extraer las semillas de sus cáscaras protectoras. Una vez hecho esto, molemos las semillas, inicialmente duras como una roca, hasta convertirlas en una harina fina.

Hoy en día, con la ayuda de las máquinas, realizamos estas tareas con relativa facilidad. Imaginemos el inmenso esfuerzo que hacían nuestros antepasados en el desierto y en el Israel del rey David para producir pan.

Tras transformar las semillas en harina, la combinamos con agua, levadura y sal, y dejamos que la mezcla fermente y leude. Para darle más brillo, algunos optan por pincelar la masa con huevo crudo.

El arte de hacer la jalá ilustra el trabajo artesanal intensivo y sirve de alegoría de cómo nos ganamos el sustento.

El trabajo que invertimos en la elaboración del pan supera al de casi cualquier otra tarea.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Por qué la bendición más larga sobre la comida es sobre el pan? ¿Por qué la única plegaria que Dios nos ordena recitar directamente de la Torá es sobre el pan?

La sinfonía espiritual del trigo y la jalá

El Shabat es la celebración de la Creación, que sirve como un recordatorio conmovedor de que Hashem dio a luz la tierra y todo lo que hay en ella.

El significado de la jalá resuena profundamente con el maná que se nos concedió en el desierto. Hashem cubría la tierra con rocío, sobre el cual colocaba el maná, cubriéndolo una vez más con otra capa de rocío. Cada día, recibíamos una sola porción. En Erev Shabat, éramos bendecidos con dos porciones.

Ahora, llevamos nuestra jalá a la mesa de Shabat para representar el milagroso regalo de Hashem.

Horneamos dos panes, honrando la doble bendición del Shabat. Al igual que el maná descansaba sobre su propia bandeja de rocío celestial, colocamos nuestros panes sobre el mantel. Para simbolizar la cubierta que Hashem nos proporcionó para el pan de cada día, colocamos una cubierta encima de la jalá.

Independientemente de nuestros esfuerzos a lo largo de la semana, el Shabat nos invita a hacer una pausa y reconocer que todo proviene de Hashem. Incluso lo que producimos proviene de Su benevolencia.

La jalá refleja la paja del trigo. Es un símbolo de nuestra identidad nacional y de nuestra asociación eterna con Dios. Él crea la tierra, y nosotros cumplimos Su creación cumpliendo las mitzvot para las que Él creó la tierra.

La objeción de las naciones

En el Tratado de Berajot se presenta un argumento intrigante sobre la imparcialidad de Dios. Los ángeles preguntan: “Si Tú eres el Dios que no muestra favoritismo, entonces ¿cómo puedes mostrar favor a Israel? ¿Acaso no estás contradiciendo Tus propias leyes?”.

La respuesta de Hashem es bien profunda: “Yo ordeno a Mis hijos que coman, se sacien y Me bendigan (Deuteronomio 8:10). No Me bendicen simplemente cuando están llenos, sino incluso después de consumir un simple bocado de pan del tamaño de una aceituna. Dan un paso más para bendecirme y, a su vez, Yo los bendigo a ellos incluso por el más mérito más diminuto”.

Profundizando en el simbolismo, vemos que la palabra que significa “mesa” en hebreo es “shulján”, la actual deriva de la palabra raíz “shelaj”, que significa “enviar”.

¿Por qué, entonces, nos referimos a la mesa como algo que “envía”?

Porque la mesa, sobre la cual comemos la jalá, es el conducto a través del cual Dios nos envía todas Sus bendiciones.

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