Una Gota de Humildad
El profesional que tiene un título de doctorado, pero que sufre de depresión, no logra levantarse de la cama a la mañana…
El profesional que tiene un título de doctorado, pero que sufre de depresión, no logra levantarse de la cama a la mañana…
Con una gota de humildad nos damos cuenta de que cada Precepto que tenemos el privilegio de hacer y cada pequeña cosa que tenemos en la vida es producto de la compasión de HaShem; en otras palabras: que es un regalo.
Uno de los principales objetivos de por vida es reforzar nuestra emuná simple hasta el grado en que podamos ser felices con lo que nos tocó en la vida y alegrarnos por nuestros puntos buenos. Una vez que fortalecemos esa humildad, llegamos a la conclusión de que todo proviene de HaShem, que es la más grande verdad que pueda existir. Nos damos cuenta de que la arrogancia destruye nuestra felicidad y a la vez nos aleja de la verdad, Dios no lo permita.
El hecho mismo de que nos alegremos por nuestros puntos buenos constituye el cimiento del judaísmo. Por eso, si a la persona le falta la iluminación de la felicidad, eso significa que le está faltando la luz del judaísmo. Los familiares de los así llamados “religiosos” que rugen con amenazas de fuego y de azufre ciertamente han de abandonar tal religión. Las personas extremadamente estrictas no tienen la capacidad de influenciar a los demás y ciertamente no son capaces de ser una “luz para las naciones”. Por eso, es fácil entender el énfasis que puso Rabi Najman de Breslev en el hecho de buscar los puntos buenos en los demás y en nosotros mismos.
La gente suele cometer el error de pensar que la alegría en el cumplimiento de un Precepto es algo que les incumbe solamente a los más grandes Tzadikim, ¡pero eso no es verdad! Porque aunque seamos las personas más insignificantes que puedan existir, siempre podemos regocijarnos en el hecho de que nosotros también tenemos el privilegio de servir a HaShem, al Rey de Reyes, y que Él obtiene una enorme satisfacción a partir de cada esfuerzo que uno hace por cumplir con Su voluntad y acercarse a Él.
Nuestros Sabios enseñan que no existe en el mundo entero una riqueza que sea adecuada recompensa a siquiera el más simple de los Preceptos. No hay duda de que nos pondríamos inmensamente felices si llegáramos a encontrar un diamante de dos kilates en la vereda, así que ¿cómo es no estamos dichosos de cada palabra de plegaria que pronunciamos y de cada buena acción que realizamos, que intrínsecamente valen infinitamente más que el diamante más caro?
La persona que se considera a sí misma alguien importante sin duda no va a poder ser feliz, porque por culpa de su arrogancia, siempre espera tener más, recibir más y jamás está satisfecha con lo que tiene ni con lo que hace. Por el contrario, la persona que es verdaderamente sencilla y humilde se alegra con todo lo que HaShem le da o le permite hacer, pues para esa persona, cada cosa es un regalo gratuito y un acto de benevolencia por parte de HaShem.
La sensación de infelicidad y de insuficiencia surge de la arrogancia. La tristeza neutraliza a la persona, haciéndola incapaz de realizar hasta los Preceptos más básicos.
El profesional que tiene un título de doctorado, pero que sufre de depresión, no logra levantarse de la cama a la mañana para rezar con un quórum, pero un limpiador de calles alegre que sirve a HaShem con inocencia y con simplicidad sale volando de la cama para poder rezar con el quórum de la madrugada para poder llegar al trabajo a las 7.00 Am Israel. Vemos entonces que el simple limpiador de calles logra un avance espiritual de un millón de años luz más que el profesor. De esta misma manera, Rabi Najman de Breslev yuxtapone el sofisticado con el simple.
La persona simple que reconoce su propia futilidad al tiempo que reconoce la grandeza de HaShem siempre va a estar contenta. Y el arrogante, por su parte, siempre está triste, porque se pregunta: “¿Cómo es que a alguien tan brillante y tan talentoso como yo no le va bien en la vida?”. La razón es muy simple: el que tiene un ego demasiado inflado, jamás está satisfecho.
El santo Arizal, que fue el padre de la Kabalá, dijo que había obtenido su exaltado nivel espiritual simplemente realizando los Preceptos con alegría. De hecho, servir a HaShem con alegría abre las puertas al ascenso espiritual.
El siguiente ejemplo nos va a ayudar a entender la benevolencia de HaShem:
En una fábrica trabajan cien empleados en la línea de producción. Cada diez minutos, estos obreros producen un motor de automóvil. Los obreros tienen que mantener el ritmo de producción o si no, se quedan sin trabajo. La compañía les paga un sueldo fijo de 100 $ por día; pero si ellos se ponen a cantar y a bailar, no reciben ni un peso.
La política de HaShem es muy diferente de la de la fábrica. Es posible que dos personas estén realizando el mismo Precepto, pero el que la hace con alegría recibe un beneficio extra. Cuanta más alegría invierte la persona en el cumplimiento de un Precepto, más grande es la recompensa. Por eso, empecemos a servir al Creador con una enorme sonrisa en los labios y con Su ayuda ciertamente veremos la completa redención de nuestro pueblo, muy pronto en nuestros días. ¡Amén!
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