Desde las profundidades

Ella vivió el holocausto personal de una niña abusada, pero cuanto más sufría, más se empeñaba en descubrir la verdad…

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Tiferet Israel

Posteado en 05.04.21

“Desde las profundidades Te he llamado, oh Hashem” (Salmo 130:1)

 

Le doy las gracias a Hashem desde los lugares profundos y oscuros en los que me formé. Y aunque nunca me anotaría para otra vida más como esta, puedo decir que tampoco me hubiera gustado vivirla de otra manera. Y no llegué fácilmente a esta conclusión. Son años de lucha y todavía sigo luchando bastante. Se ha hecho mucho daño y no puedo negar los efectos de todo esto. La mayor parte del tiempo me siento como un pajarito con las alas rotas. Pero si soy un parajito con las alas rotas, entonces eso es lo que Hashem quiso para mí. Debe haber otra forma de que yo pueda volar…

 

En mi infancia, sentí que estaba atrapada en un submundo muy oscuro en el que los niños eran usados para egoístas ganancias monetarias o para satisfacer las necesidades de los depravados. Fue en ese lugar horrible que nació dentro de mí una profunda hambre y un tremendo deseo de luz. Cuanto más profunda es la oscuridad, más insaciable es el deseo. Es ese mismo deseo el que me fortaleció a lo largo de toda mi vida para buscar a Hashem, por más obstáculos que tuve que enfrentar. Ese deseo me dio la fuerza para atravesar capas y más capas de mentiras, hasta que llegué al lugar que parecía ser la luz, pero entonces me di cuenta de que se trataba solamente de una especie distinta de oscuridad.

 

En este submundo tan profundo y tan oscuro, yo tenía muy claro que la única esperanza era Hashem. Todos los adultos que me rodeaban me parecían locos, perdidos en una depravación tan profunda que la matanza de las almas infantiles ya no importaba. Toda forma de protesta contra sus acciones producía solamente un trauma mayor. Muy rápido aprendí a no pedirle ayuda a ningún adulto. Quería ser lo más invisible posible. ¿Para qué colocarme a mí misma en su radar? No tenía un padre o una madre que me ofrecieran seguridad y me dijeran que estaba todo bien, que me calmara, que me reconfortara… Al único que podía escaparme era Hashem y ya a esta temprana edad la desesperación que sentí me hizo arar un sendero rumbo a Él a través del suelo rocoso. Él, y los tzadikim que pasaron antes, iban a tener que ser los que me criaran. Aunque no comprendía quién era Hashem, yo sabía que Él se estaba ocupando de mí. Yo sabía que Él me estaba escuchando.

 

Yo creo que los otros niños fueron los uqe más me impactaron para que buscara a Hashem. Cuando nos reuníamos en otro evento traumático más, por lo general una fiesta de adultos, nos buscábamos los unos a los otros.  A veces uno de los niños, que estaba llorando, cansado ya de luchar, era sostenido en brazos y reconfortado por otro. A veces compartíamos los caramelos con los que no tenían. A veces susurrábamos la verdad a los oídos de ese niño al que le habían dicho que era feo y sucio y estúpido. “No le hagas caso. Tú eres inteligente, y además eres lindo. Te están mintiendo”. A veces nos sentábamos juntos y nos sosteníamos las manos aguardando nuestro destino. A menudo obedecíamos las órdenes de los adultos a fin de protegernos los unos a los otros.

 

Cuando experimentaba el amor que sentía por los demás y el profundo deseo que tenía de protegerlos y ocuparme de ellos, me sentía más cerca que nunca de Hashem. Sentía que Su amor me llovía encima y me atravesaba. Sentía calidez en torno mío, como si estuviera en una habitación llena de ángeles. Era en momentos como ese que me sentía una persona y no una marioneta. Y si bien tenía solamente cinco años, ya podía prever un futuro bueno. La clase de amor que sentíamos el uno por el otro solamente podía ser Hashem. Ese amor nos elevaba de la depravación que nos rodeaba y nos daba una sensación de estar en un mundo superior. El Rebe de Lubavitch tenía razón: “Un poco de luz puede disipar mucha oscuridad”.

 

Escuchando una clase del Rabino Brody, le oí decir que los niños enfermos de cáncer son almas muy pero muy elevadas que vinieron a este mundo a sufrir para expiar los pecados de esta generación. A veces pienso que ocurre lo mismo con algunos de los niños que están atrapados en hogares abusivos y en el nefasto submundo. Estos niños, estas almas, aceptaron irse del bellísimo Paraíso para sumergirse en las más profundas oscuridades. De esa manera, serían una expiación…

 

La oscuridad no siempre es lo que aparenta. A veces las cosas pueden parecer horribles, y el dolor adentro puede resultar insoportable. Pero a lo largo de todo esto Hashem nos está acercando. Y al final vamos a ver que todo el dolor, toda la lucha, todas las caídas y todas las subidas valieron la pena. Es por eso que con nuestra emuná bendecimos a Hashem por lo bueno y por lo malo. A veces, sumergidos en las más profunda oscuridad, encontramos los más preciados tesoros.

 

 

 

 

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