Al borde del olvido – Parashat Bo

“…pues he endurecido su corazón…” (Éxodo 10:1)

HaShem creó el mundo con un perfecto equilibrio entre el bien y el mal a fin de asegurar el absoluto libre albedrío de cada individuo. De esa forma, tal como explica el Ramjal al comienzo de su clásica obra El Camino de Di-s, el contexto de recompensa y castigo es perfectamente sensato. ¿Por qué? Porque si una persona se ve forzada a hacer buenas acciones, entonces no se merece una recompensa. Y si por el contrario, la persona se ve forzada a transgredir, entonces tampoco se merece un castigo. Por lo tanto, tanto la recompensa como el castigo necesariamente tienen que ser en un marco de libre albedrío.

Entonces, ¿por qué HaShem le “endurece” el corazón al faraón privándolo de su libre albedrío? ¿Acaso eso no es injusto?

Dice Rabi Shimon ben Lakish que los malvados no se arrepienten ni siquiera cuando están a punto de ser arrojados al infierno. Esto describe exactamente al faraón: habiendo demostrado su maldad una y otra vez, el faraón repetidamente desperdicia oportunidades de oro que tenía para enmendar su mal camino. Y su intransigencia estaba destruyendo Egipto. Él no tenía la menor intención de arrepentirse ante HaShem a Quien se negaba a reconocer.

Entonces nos planteamos un interrogante molesto: la persona malvada, al igual que el boxeador que ya está grogui de tantos golpes en el ring, cada vez sufre golpes más fuertes, uno después del otro ¿por qué no se rinde? ¿Por qué no se somete a HaShem y se arrepiente de una vez por todas? La única explicación es que su arrogancia le impide pensar en forma racional. Parado al borde del olvido y contemplando el tremendo abismo y hasta oliendo el humo del fuego del Guehinom, él continúa rebelándose en contra de HaShem. Entonces ahora, después de seis plagas, y cuando ya está potencialmente dispuesto a rendirse, HaShem le endurece el corazón. ¿Por qué? “Para que Yo pueda poner estos milagrosos fenómenos Míos en su medio”. El faraón, motu proprio, ha elegido en forma repetida ser el agente del mal y por eso HaShem le endurece el corazón. Ahora que el faraón ha renunciado al privilegio de arrepentirse, HaShem lo utiliza como un medio a través del cual se santifique el Nombre Divino en todo el mundo.

Ahora podemos entender lo que enseñan nuestros sabios respecto a que HaShem lleva a la persona por el camino que ella misma elige: aquél que se esfuerza por ser recto ha de beneficiarse de una ilimitada ayuda Divina. Y viceversa: aquél que continuamente elige pisotear las leyes de la Torá se encontrará a si mismo yendo por todo tipo de campos minados espirituales. Ambas puertas están abiertas de par en par.

De acuerdo con la ley judía, tres actos consecutivos, lo que en hebreo se denomina jazaká, constituyen una pauta ya establecida. Por ejemplo, el que comete un crimen una o dos veces es llamado “transgresor” pues ha transgredido las leyes de la Torá; pero si comete ese mismo crimen tres veces, entonces se le “otorga” el título de “criminal”. El faraón era un criminal demostrado más de una vez y al endurecerle el corazón HaShem simplemente le está “permitiendo” continuar por el camino que él mismo eligió.

En realidad, las puertas de la tshuvá siempre están abiertas pero cuanto más uno se rebela en contra de HaShem, menos beneficio obtiene de la asistencia Divina cuando llega el momento en el que él mismo se cuece en el caldo de su propio mal comportamiento. Por lo tanto, debemos aprender del faraón ya que el sabio aprende de la necedad del necio.