Marido de parranda – Lej Leja

En una conferencia que di hace poco en el Reino Unido, sucedió algo increíble que me gustaría compartir con ustedes.

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 08.11.21

En una conferencia que di hace poco en el Reino Unido, sucedió algo increíble que me gustaría compartir con ustedes. Me habían dado una hora para hablar: 45 minutos de fortalecimiento espiritual y 15 minutos para preguntas del público.

 

Cuando terminé de hablar, el público empezó a hacer preguntas. En el balcón del segundo piso, una joven mujer fue la primera en levantar la mano con la rapidez de un cohete durante el lanzamiento. Y tal como exige el protocolo británico, yo le dije: “Las damas primero – ¿cuál es su pregunta…?”.

 

“Rabino”, empezó diciendo. “Quería darle las gracias por sus palabras de fe y de aliento que nos llenan de inspiración…”.

 

Eso siempre es lindo escuchar. “¿Y qué pregunta tienes?”.

 

“No tengo ninguna pregunta, rabino, pero me gustaría pedirle una bendición”.

 

“Con muchísimo gusto”, le respondí: “A mí me encanta darles bendiciones a la gente”. Yo no tenía idea en ese momento de que acababa de firmar un cheque en blanco que podía rebotar en el banco de la Corte Divina…

 

“Rabino, yo no soy judía, pero quiero que usted me bendiga para que pueda encontrar un marido judío; quiero casarme con un hombre judío”.

 

Las ochocientas cincuenta o novecientas personas que había presentes en el auditorio se quedaron mudas. En ese momento, si alguien hubiese tirado una moneda al suelo, todos habrían oído el ruido. Yo respiré profundo. Esta amable y simpática joven de Manchester me estaba pidiendo que la bendijera para algo que la Torá prohíbe en forma expresa. Yo necesitaba la ayuda de Hashem para salir de este embrollo con dignidad.

 

Hashem me iluminó el cerebro y tal como los sabios Talmúdicos, que responden a una pregunta con otra, de repente se me ocurrió cómo responderle a esta señorita preservando su dignidad y sin herirla, Dios no lo permita, y al mismo tiempo acatando las leyes de la sagrada Torá.

 

“¿Por qué piensa que le gustaría casarse con un hombre judío?, le pregunté.

 

Y ella me respondió: “Rabino, cuando vino del aeropuerto al auditorio no se fijó que hay un pub en cada esquina?”.  La verdad es que sí me había dado cuenta. En algunas calles había incluso dos o tres por cuadra. “Aquí en el Reino Unido, los maridos cuando salen del trabajo no van a casa. Se van al pub. Y no piense que estoy hablando solamente de la clase obrera. Los profesionales también. Los comerciantes tienen su pub. Los abogados tienen su pub. Los obreros tienen su pub. Después de cuatro o cinco copas grandes de cerveza, a duras penas se van arrastrando a casa. ¿Y cómo piensan que saludan a sus esposas? Les gruñen: “¡Dónde está la cena!” y les dan una bofetada. Pues bien. Yo no quiero un marido así. Acá todos saben que los maridos judíos poseen dos grandes cualidades: no derrochan todo su dinero en los pubs sino que lo llevan todo a casa y se lo dan a sus mujeres, y además no golpean a sus mujeres”. Eso era lo que esta señorita aspiraba en un marido: que no fuera un borracho y que no fuera violento.

 

Yo respiré aliviado. Y bendije a la joven con todo mi corazón: “Que Hashem te encuentre un marido maravilloso, amable y cariñoso, que siempre te respete y te sepa valorar”. Y todo el público dijo al unísono “Amén”.

 

La parashá de la Torá de esta semana nos revela el secreto de Abram: “Y Abram se benefició gracias a ella” (Génesis 12:16). Nuestros Sabios explican que Abram (que luego se llamaría Abraham) recibió su opulencia en virtud de la forma en que valoraba y respetaba a su mujer Sarai (Sara). Rabí Chelbo les dijo a sus alumnos que uno tiene que tener mucho cuidado en lo que se refiere al respeto y la dignidad de su esposa, porque todas las bendiciones que uno pueda tener son en virtud de ella. Rava va un paso más allá y dice que si uno honra a su mujer, se acabará enriqueciendo (veáse Tratado Baba Metzia 59ª). Así que, gente, si quieren ganarse la lotería, denle prioridad número uno al respeto de sus mujeres. Y si todavía no leyeron En el Jardín de la Paz, háganlo cuanto antes.

 

Y aquí hay otro mensaje más, esta vez para las mujeres. La próxima vez que empiecen a quejarse del marido trabajador que tienen, acuérdense de esta señorita de Manchester cuyo sueño más rosado es encontrar a un hombre que después del trabajo vaya con ella y no vaya a bajarse unas cuantas cervezas en el pub. Empiecen a apreciar al hombre que estuvo bajo la jupá con ustedes. Demuestren ese aprecio y él se lo devolverá a ustedes con creces. Piensen en todas las mujeres solteras que sueñan con tener un hombre como el de ustedes.

 

Maridos y mujeres, agradezcamos todos a Hashem el uno por el otro y hagamos que nuestros matrimonios sean como el de Abraham y Sara, nuestros tátara-tatara abuelos. Amén!

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1. claudia Moran

11/12/2016

Excelente sabiduria

Me gustaria mucho seguir estudiando toda la riqueza de la Torah, descifrada a traves de las ensenanzas de nuestros sabios.

2. claudia Moran

11/12/2016

Me gustaria mucho seguir estudiando toda la riqueza de la Torah, descifrada a traves de las ensenanzas de nuestros sabios.

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