Una religión sin Dios

Hashem nos dio dos “yos”: el físico y el espiritual. Los dos tienen hambre. ¿A cuál debemos alimentar primero?

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Dovber Halevi

Posteado en 15.03.21

Hashem nos dio dos “yos”: el físico y el espiritual. Los dos tienen hambre. Si no servimos a Hashem con la misma consistencia con que comemos la comida, pueden suceder cosas terribles.

 

El hambre es la mejor especia. Cuanto más hambre tenemos, más rica se vuelve la comida. Comidas que prometiste que jamás te entrarían a la boca de repente te resultan muy apetitosas.

 

Lo mismo ocurre con el alma

Pero ¿qué clase de alimentos necesita el alma?

 

El alma quiere conectar con algo superior a ella misma. Así es como nos sentimos vivos en este mundo. Sentimos que crecemos al conectarnos con algo más grande.

 

Este es el alimento del alma.

 

¿Cómo come al alma?

 

  1. Nos conectamos con Dios. Hashem es el Universo y todo lo que hay en Él. Él es la Grandeza Suprema. El único lugar al que ceder tu alma. No hay mejor forma de sentirte parte del infinito que conectarte a Él. Y lo hacemos estudiando Su Torá, cumpliendo Sus preceptos y viviendo según Sus estándares de conducta.
  2. Fingimos servir a Dios. Esta es la forma más peligrosa de vivir. Llevamos a cabo los rituales, no encendemos el celular en Shabat, o decimos una rápida plegaria a la mañana. Lo hacemos porque tenemos que hacerlo. Lo hacemos para sacárnoslo de encima y dedicarnos a lo que realmente queremos hacer. Eso es una religión sin Dios. No nos estamos conectando con Hashem. E incluso si tenemos el cuerpo repleto de comida kasher, el alma está vacía. Necesitamos desesperadamente algo con que llenar el vacío y todo lo que tenemos alrededor suena apetitoso. Esto se aplica a todas las religiones.
  3. No servimos a Dios en absoluto. Nos pasamos los días sumergidos en cosas materiales: los medios sociales, las noticias, las fiestas, las películas, la TV, los chismes, la política, los deportes. Nos llenamos el cuerpo y las emociones con todo lo que tiene que ofrecer este mundo, hasta el punto de obsesionarnos con la siguiente imagen que nos aparece en el smartphone. Con cada momento que pasa, el alma se pone más voraz.

Y entonces qué pasa?

 

Para aquellos que están en las categorías 2 y 3, o sea, la mayoría de los habitantes de la tierra, nos desesperamos por algo mayor que nos contenga.

 

Nos autosacrificamos por Hillary Clinton. Nos autosacrificamos por Donald Trump. Nos autosacrificamos por los gays, por los refugiados sirios, por los palestinos. ¿Y por qué? Porque alguien del otro lado de la pantalla de la computadora te está diciendo que estás haciendo un sacrificio personal por ellos. Te convencen de que estás formando parte de algo mayor a ti mismo. Te están alimentando el alma con cerdo.

 

Al no alimentar el alma con una conexión con Hashem, estamos aceptando el substituto que más nos convence de entre todo lo que se nos ofrece. El malvado de Alemania jamás habló de asesinado. Jamás habló de saqueo. Solamente habló del más grande servicio a la nación, de luchar por la raza superior erradicando a aquellos que buscaban destruirla. ISIS y Hezbollah no hablan de tortura. No hablan de violación. Lo llaman jihad. Lo llaman la guerra santa. Te hipnotizan diciéndote que uno sirve al Todopoderoso al realizar esos actos que Él específicamente designó como malvados. Pero como te dicen que estás sirviendo a una causa superior al hacerlo, la gente se traga el anzuelo.

 

Las más terribles tragedias de la historia suceden cuando los sociópatas demoníacos les ofrecen a las almas hambrientas exactamente aquello que tanto anhelan.

 

Y ellos lo saben. El más cercano confidente de Hitler era el hombre que difundió su mensaje. Joseph Goebbels era el director de propaganda nazi. Él poseía total control de los medios de comunicación. E incluso Hitler lo nombró su sucesor cuando escribió su testamento.

 

Nada ha cambiado.

 

El “soldado de los medios” de ISIS, que promociona su mensaje de jihad a través de los medios sociales y todos los canales de comunicación del mundo, gana un salario siete veces más grande que un soldado de combate en el campo de batalla.

 

¿Cómo podemos combatir estos ataques coordinados contra nuestras vidas? Hashem nos da la respuesta. Los primeros dos mandamientos son advertencias directas contra la conspiración del mal:

 

  1. Yo soy Hashem
  2. No tendrás otros dioses ante Mí

 

Al conectarnos con Hashem, no sentimos necesidad de conectarnos con nada más. Su presencia nos protege y nos resguarda de toda influencia foránea que trate de infiltrarse en nuestra conciencia. Pero si no nos conectamos con Hashem, entonces nos volvemos vulnerables al ataque.

 

¿Cómo sabemos si estamos siendo pervertidos para ser parte de algo para lo cual no hemos venido a este mundo?

 

Si oyen los nombres de Barack Obama, Hillary Clinton o Donald Trump y de inmediato se concentran más en ellos de lo que se concentrarían en Hashem o en algo referido a Su Torá, esa es una señal de advertencia.

 

Tengan cuidado de servir al Rey de Reyes, no a cualquier simple “rey”. Pueden venir a buscarte en cualquier momento…

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1. June Mara Hein Cortez

3/05/2019

Gratidão

Essas mensagens, são um verdadeiro banquete espiritual ??????

2. June Mara Hein Cortez

3/05/2019

Essas mensagens, são um verdadeiro banquete espiritual 🙏🙏🙏👏👏👏

3. Sa

11/22/2018

excelente

Excelente enseñanza, realmente me hizo reaccionar ante lo que acontece para querecer sacarnos del enfoque sl unicamente en el wue tenemis qye estar y es dolo al Uno y Único, El Creador del Universo El Eterno.

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