No saltes

Cada persona tiene un estado emocional en la que se siente como en casa. Es donde pasa la mayor parte del tiempo y por desgracia para muchos ese estado es la ansiedad, la ira o la culpa. No importa dónde vayas, ese es el lugar donde estacionarás tu auto con el baúl lleno de dudas.

Cuando estudiaba en la universidad, estaba de moda ser una persona hastiada y malhumorada. Eso demostraba que uno era un profundo pensador, afectado por los eventos mundiales y tenía sensibilidad artística.

Ser una persona feliz no estaba de moda. Era una demostración de que uno es ingenuo y superficial. Solamente los tontos eran personas alegres

Años más tarde, llegué a la conclusión de que todos esos jóvenes tan “a la moda” no eran más que un grupo de fracasados y me sentí mal por haberlos admirado en su momento.

La primera vez que viajé a Australia a visitar a mi hijo, cruzamos un puente enorme que se extiende varios kilómetros por encima del agua.

A cada costado del puente había altas vallas de alambre y cada tanto había carteles con un número telefónico de urgencia para suicidas que habían planeado tirarse del puente. Porque incluso el alto alambrado tal vez no fuera suficiente para detener a una persona desesperada que había decidido morir. Y porque tal vez esa persona desesperada podía ser convencida de que no lo hiciera.

Era muy perturbador ver esos carteles. Era muy triste y por supuesto que arruinaba el paisaje.

Yo le dije a mi hijo Menajem que era muy irónico que la gente pudiera usar un lugar tan bello para poner fin a sus vidas y mi hijo dijo algo que me sorprendió: “Si yo no creyera en Dios, también saltaría. Porque la vida sin emuná no vale nada”.

La verdad es que estuve de acuerdo con él. Todos los placeres físicos del mundo no pueden llenar un alma vacía.

Vivir sin emuná es la forma más segura de transformarse en una víctima emocional. Hay tantas maneras de ser triste si uno no tiene fe en Dios, si no cree que todo proviene de Él y que todo es para bien y por un motivo.

De otro modo, podemos pasarnos la vida entera jugando al juego de la culpa. La vida puede llegar a ser un espectáculo de sufrimiento, malos vecinos, familiares odiosos, jefes tiranos, emergencias médicas y desastres naturales.

Yo prefiero ser sobreviviente. Prefiero ser una súper heroína con poderes Divinos de fuerza, esperanza y emuná. Prefiero rezar por los que me atormentan y encarar mis desafíos a ir al borde del puente, vencida y desesperada.

Si nos enfocamos en Hashem y en el mensaje que nos está tratando de enviar, podemos ser mucho más fuertes y podemos movernos de un lugar de negatividad a un lugar con un clima emocional mucho más agradable.

Al creer que nada ni nadie puede causarnos dolor si Hashem no lo permite es algo que nos da calma y fuerza. Quiere decir que uno puede salir de ese sentimiento inseguro de “por qué yo” y llegar a un confiado “qué ahora”.

La persona que tiene emuná trata de entender el mensaje oculto dentro de cada cosa que hace Hashem.

Hashem tiene confianza en nosotros. Él sabe que nosotros somos capaces de mirarnos bien al espejo cuando estamos en problemas. Incluso si esa otra persona me trató realmente muy mal, hay una lección en esto para mi propio beneficio. Y puedo crecer espiritualmente a partir de cada cosa. Solamente tengo que renunciar a mi rol de víctima.

Decide que vas a aprender algo útil de tu dolor. Únete a la comunidad en la que viven las personas felices. Múdate a una cada de tres niveles de emuná en la que cada habitación tiene un motivo.

Vete del viejo barrio de la negatividad. Y si alguna vez sientes que quieres dar un salto, entonces que sea un salto de fe.