Fe de fuego

Yosi había ido al campamento de verano. Los madrijim estaban cocinando sopa en una olla enorme de metal. De repente, la olla se dio vuelta...

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Yehudit Channen

Posteado en 04.04.21

Hicieron falta dos autobuses y un tren para llegar, pero finalmente arribé a la guardia infantil del hospital Hadassa, que es un lugar al que nadie quiere ir. Mi amiga Esther me saluda y me lleva a la cama donde está acostado su hijo, con los pies vendados y a quien solamente se le ven las puntas de los dedos, negros y llenos de sangre.

 

Yosi había ido al campamento de verano. Los madrijim (jóvenes responsables) estaban cocinando sopa en una olla enorme de metal. De repente, la olla se dio vuelta, produciendo graves quemaduras a varios niños que estaban sentados al lado. Yosi sufrió quemaduras de segundo grado en los pies y en el muslo superior. Otros niños sufrieron quemaduras todavía peores.

 

Yosi es un precioso niño con un rostro muy dulce y me partió en dos el corazón verlo así en el hospital. Esther le estaba dando de comer pedacitos de carne.

 

“Necesito proteínas”, explicó Yosi. “Así la piel me va a volver a crecer”.

 

Su padre llegó y se sentó con él y Esther y yo pudimos salir un rato a conversar. Encontramos unas sillas y nos sentamos, hablando en voz baja, mientras pasaban por al lado mujeres con bebés enfermos en los brazos.

 

Esther estaba luchando con su emuná. Era lo más natural sentirse furiosa con los muchachos tan irresponsables. Hervir sopa al lado de un montón de niños es el colmo de la estupidez. No sólo que varios de los niños fueron gravemente heridos sino que inmediatamente después del hecho nadie supo qué hacer y el hecho de que no hubiera ningún adulto presente con entrenamiento médico era algo absolutamente falto de profesionalidad. Demandar legalmente al campamento era la reacción más obvia, y sin embargo…

 

Eso no contradice la realidad de que el accidente de Yosi fue por decreto Divino. Si Hashem no hubiera querido, Yosi no se habría quemado. Y en realidad, según el segundo principio de emuná, la quemadura incluso es beneficiosa para él. No es cierto que suena a una locura??

 

Mi amiga Esther está demasiado dolorida como para aceptar el hecho de que de alguna forma esto es para bien. ¿Cómo va a aceptarlo cuando escucha diariamente a su hijo llorar del dolor cada vez que las enfermeras le cambian los vendajes? ¿Cómo puede soportar los gritos de su hijo más pequeño? Los gritos de él le parten el corazón y el hecho de verlo drogado con analgésicos le duele terriblemente.

 

¿Qué es lo que Hashem espera de nosotros en medio de semejante angustia? Solamente aquello que podemos, no una falsa emuná. Hashem sabe que lleva tiempo llegar a un nivel tan alto, creer realmente que Él solamente hace el bien.

 

 

Esther sabe que Hashem dirige el mundo y da las gracias por el hecho de que Yosi está con vida, de que sus quemaduras son limitadas. Da las gracias por la esmerada atención que recibe en el hospital. Los amigos y los vecinos están rezando por él y lo llenan de regalos.

 

Y sin embargo…

 

¡La negligencia del campamento, la irresponsabilidad del plantel!

 

Es lo más natural echarles la culpa, sentirse enojada y es verdad que sucedió un grave error.

 

Y sin embargo…

 

El campamento es solamente el palo en manos de Dios.

 

Este horrible accidente fue ordenado por Hashem para bien de todos los involucrados. De alguna manera esto también es para bien, por más difícil que sea aceptar esto.

 

Hace falta tiempo y mucha voluntad para ir en contra de la naturaleza humana y aceptar que simplemente no entendemos nada.

 

Yo escucho a mi amiga mientras ella habla pestes de los responsables del campamento. Yo la entiendo. Su hijo tiene los pies quemados y no puede caminar. Está traumatizado y quiere volver a casa. Y Esther es una persona espiritual. Es creyente. Pero también está en las primeras etapas de su dolor.

 

La enfermera llega a darle a Yosi otra inyección más. Ahora necesita un analgésico muy fuerte porque es momento de que empiece a practicar caminar. Cuando la inyección surte efecto, Esther abre el andador para que pueda caminar por la habitación.

 

“Si le duele y sangra, es buena señal”, explica Esther. “Eso significa que los nervios están vivos”.

 

Yo pensé que eso es de mucha profundidad metafórica. La capacidad de sentir dolor y sangrar es buena señal. Es señal de que estás vivo.

 

Yosi no quiere salir de la cama. Tiene miedo del dolor que le espera. Pero Esther insiste: “Tienes que caminar, Yosi! Ahora, antes de que se te pase el efecto de la inyección. ¡Por favor, ponte de pie! ¡No me vuelvas loca!”.

 

Yosi me mira a mí: “Me duele. No tengo piel en los pies”.

 

“Debés estás muerto de miedo”, le digo yo.

 

“Sí”, dice él. “Mi mamá no entiende”.

 

Pero ella sí entiende. Y no va a bajar los brazos hasta que él se ponga de pie. Cuando él lo hace, ella lo aplaude y le insiste: “Otro pasito más!!”.

 

Yosi hace un gesto de dolor y ella lo mira de cerca, monitoreando su dolor. Ella quiere darle un empujoncito más allá de lo que él piensa que puede soportar pero no hasta el punto en que él se vuelva loco del dolor. Yo me doy cuenta de que ella está actuando como Dios: llevando a su hijo a través de su dolor y su temor para que pueda llegar a un lugar mejor. Ella quiere que él esté sano, que pueda correr y jugar y volver al colegio. Ella quiere que él llegue a casa sano y salvo. A casa, donde tiene que estar.

 

“Algún día tú vas a ayudar a alguien que está en problemas”, yo le doy aliento.

 

“Vas a ser una inspiración para los demás”.

 

“Ya sé”, me responde él. “Mi mamá ya me dijo eso. Ella dice que soy un tzadik”.

 

Y yo estoy segura de que Hashem piensa lo mismo.

 

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