Sinceramente religiosa

Ella y su marido tuvieron una experiencia que los psicólogos describen como el más grande estresante que existe: la muerte de un hijo.

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Dr. Zev Ballen

Posteado en 15.03.21

Rajel ha pasado por una época bastante difícil. Al igual que muchos de nosotros, ella no nació en una familia religiosa, pero demostró interés por el judaísmo cuando todavía era una mujer joven y terminó casándose con un nuevo religioso, igual que ella.

La pareja hizo lo que hacen todas las parejas, mudándose a un barrio religioso y teniendo muchos hijos en un lapso muy breve. Rajel era muy obediente y hacía todo lo que le decían. No siempre creía en lo que hacía y no siempre entendía lo que hacía pero igualmente lo hacía y no hacía preguntas.

Entonces, hace tres años, ella y su marido tuvieron una experiencia que los psicólogos describen como el más grande estresante que existe: la muerte de un hijo. Obviamente, esa fue una terrible experiencia para Rajel y en muchos sentidos la dejó devastada.

Rajel empezó a dudar de Dios y del propósito de todas las leyes que cumplen los judíos religiosos. Dentro de su alma, ella empezó a preguntarse de qué le servía todo eso e incluso de qué le servía al mundo, cumplir con todas esas leyes “arcanas”. Desde afuera, es fácil ver que Rajel estaba furiosa con Di-s, y con el judaísmo, después de la muerte de su hijo. Pero Rajel no entendía lo que le estaba pasando. Lo único que sabía era que en secreteo ella empezó a transgredir la observancia del Shabat.

 

Era un interruptor aquí, unos grados más en el aire acondicionador allí… todo muy pequeño y muy fácil de ocultar, porque ella todavía seguía viviendo en un barrio religioso y seguía criando a sus hijos como judíos temerosos de Dios y enviándolos a escuelas religiosas.

 

Pero Rajel estaba en modo de hibernación, transgrediendo secretamente el Shabat, enojada en secreto con Di-s y completamente estancada. No hablaba de lo que sentía ni de lo que hacía; no formulaba preguntas. Todo el tiempo la situación iba de mal en peor y el fin nadie lo avecinaba.

 

Finalmente, Rajel llegó a un estado tal de estar harta de todo que decidió: “¡No puedo seguir viviendo así! Es una total hipocresía. Quiero la verdad y ahora. Quiero saber qué es lo que está pasando y por qué estoy pensando y sintiendo y haciendo todas estas cosas”.

 

Recuerden que Rajel no se crio en una familia religiosa pero sus hijos llegan a casa de escuelas en las que se les enseña que la conducta no religiosa es inaceptable. Rajel empezó a preguntarse: “¿Qué clase de Dios es este? ¿A qué grupo me afilié cuando me volví religiosa?”.

 

Por desgracia, hay lugares de estudio judíos que enseñan de esa manera. Pero la yeshivá del Rabino Shalom Arush, Jut shel Jesed, no es una de ellos. El Rabino Shalom Arush siempre les enseña a sus alumnos que Di-s no ve nada de malo en Sus hijos. Él solamente ve lo bueno.

 

Tal como le expliqué a Rajel, si sentimos que hicimos algo mal, o nos sentimos descorazonados, o pensamos que Di-s debe estar enojadísimo con nosotros, entonces podemos estar seguros de que ese pensamiento no proviene de Él, sino de las fuerzas de falsedad y de mal que existen en el mundo, del Otro Lado. Rajel no podía creerlo: jamás en su vida había oído algo así. No podía creer que Dios no estuviera enojado con ella y no se estuviera preparando para castigarla a lo grande por su intencional profanación del Shabat.

 

Yo le expliqué que transgredir el Shabat encendiendo luces y apagándolas es algo muy grave pero a Dios le interesa mucho más nuestro deseo de servirlo, desde un lugar de sinceridad y verdad. A Él le interesa mucho más nuestro genuino crecimiento espiritual, más que las apariencias.

 

Cuando necesitamos tiempo para ver dónde estamos parados y lo que está sucediendo con nosotros, Él nos dará ese tiempo, porque las mitzvot son un privilegio, no una carga. Dios ve que queremos aprender y progresar y mejorar y eso es muy distinto a tratar con alguien que simplemente está ocultando sus dudas detrás de un barniz “religioso”.

 

Le dije a Rajel que nadie es perfecto. Yo ciertamente no soy perfecto, los rabinos no son perfectos. Cada uno, a su propio nivel, todavía tiene mucho por mejorar. Es por eso que necesitamos hablar con Dios, sincerarnos y explicarle exactamente qué es lo que está pasando con nosotros y en qué nos puede ayudar. Y cuando Dios, que entiende todo lo que estamos pasando en la vida, ve que nos dirigimos a Él con sinceridad, nos ayuda cada vez de nuevo.

 

 

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