El Religioso, El Ingenuo y El Sabio

El Judaísmo no es una religión, porque en última instancia no hay virtud en vivir una vida haciendo cosas que no quieres hacer y...

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Moisés Waisberg

Posteado en 05.04.21

El Judaísmo no es una religión, porque en última instancia no hay virtud en vivir una vida haciendo cosas que no quieres hacer y
 
 
Nota del Editor: Hemos recibido esta inspiradora reflexión de un buen amigo panameño de Breslev, Moisés Waisberg, y queremos compartirla con todos ustedes:
 
 
El religioso, el ingenuo y el sabio
 
Creo que es muy extraño el estigma que poseemos hacia los valores religiosos. Como judío practicante y miembro del movimiento jasidico de Lubavitch, me siento desconcertado al ver cómo el mundo en general y especialmente otros judíos modernos en particular, ven la religión como algo ingenuo y no le atribuyen validez plena a sus principios y valores. A lo que me refiero es a que cuando un físico estudiado aparece con teorías intrincadas que contradicen abiertamente la intuición de nuestros sentidos, en lugar de burlarnos de él y decir que es un ingenuo, damos por sentado que es un experto y que si nos parece ridícula su teoría es solamente por nuestro nivel de ignorancia. Lo llamamos “sabio” o “genio”. Pero, cuando vemos a alguien que es experto en religión, lo llamamos “ingenuo”, “iluso”.
 
Al plantearme esta pregunta descubrí algo increíble: nosotros mismos somos culpables de este error y de hecho la forma en que hemos abordado el Judaísmo, muchas veces es ingenua e ilusa.
 
Cuando una persona dice: “Yo soy religioso”. Ahí es que empieza el problema. Nadie es religioso. De hecho en mi opinión ser religioso es ser ingenuo. Porque significa que acepto hacerle caso a algo que está afuera de mí y que no concuerda con mis propios deseos.
 
El Judaísmo no es una religión, porque en última instancia no hay virtud en vivir una vida haciendo cosas que no quieres hacer y con las que no te identificas. Además la gente que se entrega a un estilo de vida que es religiosamente correcto, termina midiendo todos sus esfuerzos frente a las recompensas que va a adquirir y los castigos que va a evadir. Esto no es virtuoso, es egoísmo, es pensar en uno mismo.
 
La verdad esencial del Judaísmo y su definición más profunda, es que “el judío y Di-s son uno”. Es cierto que es difícil y que debemos hacer cosas que van en contra de nuestros deseos personales, pero no porque no seamos uno con Di-s sino porque la verdad es que vivimos desconectados de nosotros mismos.
 
Por ejemplo: cuando un joven diabético ve un postre exquisito en la mesa, él desea comerse el postre. Un análisis “religioso” sería, “no me comeré el postre porque hay alguien más (Di-s) que no me deja”. Esta actitud es inmadura, un niño pequeño tendría que pensar en que su papá lo castigará si se come el postre, pero no un adulto.
 
Por otro lado, lo lógico sería, “no me comeré ese postre porque va en contra de mi organismo, es inconsistente con mi existencia”. Obviamente deseo el postre, seguro es difícil evitar comerlo; pero soyyo mismo el que no desea realmente ese postre.
 
El Judaísmo no es una religión que busca llevarnos a hacer cosas diferentes de las que deseamos, es el sendero para encontrar nuestra verdadera identidad y descubrir qué es realmente lo que deseamos. La Torá es nuestra brújula otorgada por nuestro amado padre para que sepamos retornar a casa, para que descubramos quiénes somos y entendamos cuál es el verdadero deseo que impulsa nuestras vidas y el fuego ardiente que fluye en nuestras venas.
 
Es por esta precisa razón que la sección de la Torá consagrada a explicarnos las leyes que debemos seguir y los preceptos detallados que hemos de cumplir, se denomina “Halaja”. La palabra hebrea “Halaja” no significa “ley”, más bien es “sendero” o “camino”.
 
Muchas veces cuando empezamos a acercarnos al Judaísmo nos sentimos ansiosos por todos los retos que implica, comenzamos a preguntarnos si Di-s nos va a castigar porque no hacemos todos los preceptos, o cuáles son más importantes. Cada nueva ley es un dolor de cabeza, tratamos y nos sentimos frustrados porque por más que luchamos seguimos fallando. Ahí el Judaísmo, cuyos caminos deben ser, en palabras del Rey Salomón, “Darkei Noam”, “caminos agradables”; y “Kol Netivotea Shalom”, “todos sus senderos son paz”; se transforma en una pesada carga que nos enloquece.
 
Sin embargo, hay otra manera de verlo y es mucho más efectiva y sana: El bien y el mal dependen del objetivo que la persona se propone. Por ejemplo: si mi objetivo es tener una larga vida, entonces los doctores, hospitales, centros de salud y farmacias; son el bien.
 
En otras palabras, solamente cuando tengo un objetivo puedo juzgar el valor de todo lo que existe y ver qué es sabio y qué es ridículo, qué es bueno y qué es malo, qué es rico y qué es feo.
 
Siendo que la plata es un objetivo para muchos, los libros dedicados a enseñarnos cómo mejorar nuestros negocios son considerados buenos y sus autores son vistos como personas inteligentes y geniales.
 
En el momento en que nosotros decidimos cuál es el objetivo, podemos juzgar los actos y acontecimientos en relación a esa meta.
 
Ésta es la diferencia entre ser una persona “religiosa” y ser un judío. Una persona religiosa tiene como meta cada precepto que debe cumplir, para él cada ley es simplemente eso, una ley independiente. Y por esa razón cada precepto que decide cumplir es un esfuerzo en sí mismo.
 
Pero para la persona que se enfoca en “ser judía”, la premisa es “Lo que Di-s me pide no es algo que está afuera de mí, Él es mi verdadera identidad”. Di-s no es “otro”, Él es mi padre y todos Sus deseos son mis verdaderos deseos.
 
La oscuridad reinante no me permite verlo pero es verdad y por eso voy a hacer lo que Él me pide a pesar de que aún no me puedo identificar y no puedo entenderlo.Porque mi fe no es ciega, es vidente, capaz de identificarse con el nivel esencial que trasciende al intelecto. No es irracional, es supra-racional.
 
Entonces cada precepto no es algo independiente, una nueva batalla contra mi instinto. Es parte de un camino; puede haber preceptos que parecen monótonos e insípidos y otros que son vibrantes e inspiradores pero todo es parte del camino que me lleva ser quién realmente soy. Si ese es mi destino entonces sólo debo seguir la brújula que me otorgó Di-s en el monte del Sinaí.
 
Definitivamente no me considero un  judío religioso. Pienso que ser ingenuo es perder tu personalidad e imitar los valores y costumbres modernos, porque estás siendo “otro”.
 
Ser tú mismo es ser inteligente y brillante. Ser otro es ridículo y deprimente.
 
El judío que transita el sendero divinamente pavimentado para él, y descubre su verdadera identidad, ese es el ser más inteligente, brillante y virtuoso que puede haber. Y lo más importante, es feliz y hace felices a los demás.
 
Éste es el propósito máximo, esto es Mashiaj. Nuestros sabios enseñan que las letras de la palabra hebrea “Mashíaj” (ungido), pueden formar dos palabras, “Ismaj”, “es feliz” y “Yesamáj”, “hace felices a los demás”.
 
Para ser feliz tienes que descubrir quién eres y para hacer felices a los demás debes aportar lo que tienes tú que nadie más puede ofrecer.
 
Si deseas la Redención, empieza redimiendo tu identidad, de ahí en adelante el sendero mismo te guiará a tu destino y la brújula te mantendrá en la dirección correcta.

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1. Magdalena

5/08/2014

Unión permanente con Dios; no “volver a unir”. Desearía agregar algo: "religión" significa "religar" al hombre con Dios,"volver a unir", lo que implica que no existe una unión absoluta y permanente.La identidad, por el contrario supone una unión definitiva y permanente. En todo tiempo y espacio nos sentimos unidos a Dios. No solo en los momentos de oración o de servicios religiosos, sino que desde que despertamos Él está presente(y aun en el sueño podemos experimentar su Divina presencia).

2. Magdalena

5/08/2014

Desearía agregar algo: "religión" significa "religar" al hombre con Dios,"volver a unir", lo que implica que no existe una unión absoluta y permanente.La identidad, por el contrario supone una unión definitiva y permanente. En todo tiempo y espacio nos sentimos unidos a Dios. No solo en los momentos de oración o de servicios religiosos, sino que desde que despertamos Él está presente(y aun en el sueño podemos experimentar su Divina presencia).

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