Vivirlo para darlo – Ekev

Cuando el hijo vea que el Bava Kama es mucho más importante para papá que los periódicos, también querrá aprender Bava Kama...

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 15.08.22

“Se las enseñarás a tus hijos para que hablen de ellas, mientras estés sentado en tu casa, mientras andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes” (Deuteronomio 11:19).

La Torá nos ordena que les enseñemos a nuestros hijos a “hablar de ellas” – las palabras de la Torá – constantemente. Uno podría pensar que el mandato debería ser: “se las enseñarás a tus hijos para que hablen de ellas, mientras estén sentados en tu casa, mientras vayan de camino, cuando se acuesten”, etc. Esta es la forma aparentemente lógica de enseñarles a nuestros hijos a vivir una vida de valores de la Torá, hablando e interiorizando la Torá y sus enseñanzas desde la mañana hasta la noche, en todo lo que hacen. Sin embargo, la Torá instruye al padre para que les enseñe a sus hijos a hablar de la Torá mientras él está sentado en su casa, va por el camino, y demás. ¿Cuál es el mensaje que la Torá nos está transmitiendo aquí?

La Torá le está diciendo al padre que la educación no debe ser en forma de sermón, sino del ejemplo personal. El sentido innato de la justicia del niño no soporta la hipocresía. Aquel padre que predica una cosa y practica lo contrario tiene garantizado obtener los resultados contrarios. En el curso de mi contacto personal con jóvenes “fuera de la ley” -adolescentes y jóvenes adultos que han abandonado el camino del judaísmo observante- su queja más frecuente ha sido la hipocresía de los padres. Estos jóvenes no podían reconciliarse con unos padres que hablaban como Ester y Mordejai pero actuaban como Zeresh y Hamán.

El padre no puede darle nada tangible o intangible a su hijo si no posee aquello que quiere dar. Por ejemplo, no se le puede prestar a una persona cincuenta dólares si no se tiene un billete de cincuenta dólares en la billetera. Del mismo modo, la persona no puede inculcarle un valor a su hijo si no tiene un dominio completo de ese valor. En una palabra: si lo vives, puedes darlo: si no lo vives, no puedes darlo. Por lo tanto, antes de que el padre eduque a su hijo, primero debe educarse a sí mismo.

Este principio de “vivirlo para darlo” está sacado de la Torá, como es evidente en el pasaje citado anteriormente. Hashem nos está diciendo que la mejor manera de enseñarles a nuestros hijos a estar inmersos en la Torá es cuando nosotros mismos estamos inmersos en la Torá. La Torá está diciendo: “mientras estés sentado en tu casa” y el tema de tu charla sea el Bava Kama y no el periódico o la revista semanal, entonces ni siquiera tendrás que decirle a tu hijo que tome una Guemará. Cuando él vea que el Bava Kama es mucho más importante para papá que los periódicos, él también querrá estudiar el Bava Kama.

Lo mismo ocurre con la mamá y sus hijas. Cuando los viernes a la mañana, la mamá se dedica a distribuir las jalas que ha horneado a las familias pobres, su hija, sin duda, seguirá sus mismos pasos y también llevará a cabo actos de bondad. Pero, cuando la mamá se pasa el viernes a la mañana en el salón de maquillaje, yendo de paseo por las tiendas de ropa y las peluquerías, entonces la hija llegará a la conclusión, a partir del ejemplo personal de su mamá, que no hay nada en el mundo que sea más importante que la última peluca europea de pelo natural que luce mejor que el pelo natural, la última moda, y la sombra de ojos con los destellos brillantes, nada de lo cual tiene que ver con la modestia, la santidad o el servicio a Hashem. Una vez que se case, la hija también estará dispuesta a gastar un mes entero del dinero ganado con esfuerzo por su marido en una peluca como esa, porque eso fue lo que le vio hacer a su mamá. ¡La peluca de mamá cuesta casi el doble que el tefilín de papá! Tal vez la hija sea “ortodoxa”, pero su cabeza ciertamente no estará puesta en los esfuerzos espirituales y las obras de caridad. Debido a sus exigencias materiales, su marido no podrá dedicar mucho tiempo al estudio de la Torá…

Los hijos tienen una gran estima por los padres, que son sus principales modelos de conducta. Y como enseñan nuestros sabios, los actos de los padres son peldaños para los hijos. ¡Si lo vives, lo puedes dar!

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