¿Depender de milagros? – Beshalaj

En lugar de buscar milagros en Internet, reflexionemos acerca del mundo que nos rodea en lugar de pasarnos el día frente al televisor.

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Jacob Rupp

Posteado en 29.01.23

Hay personas que se acercan a la espiritualidad como a su sitio web de noticias favorito. Estas mismas personas que ansían información actualizada cada tres minutos pueden argumentar que el judaísmo sólo ofrece informes desfasados. Después de todo, en la parasha de esta semana leemos acerca de la división del Mar Rojo, y aunque eso es bastante emocionante, sucedió hace miles de años – algo parecido a leer artículos de periódicos que datan de 1972.  

Con las tasas de asimilación en alza, hace tiempo que debería haberse producido un milagro de la magnitud de la división del Mar Rojo. Tras experimentar la milagrosa redención en la Parasha de esta semana, los judíos prorrumpen en alegres cánticos y alabanzas a Dios. No hay ateos en las trincheras.

Muchos grandes rabinos, sin embargo, sostienen que la solución a la privación espiritual de hoy en día no radica en la reaparición de milagros revelados como los que relata la Torá.  Tales sucesos sólo complicarían e intensificarían nuestra lucha por superar el ego en la búsqueda de la santidad.

Parece obvio que si se presentara un milagro abierto, cualquier individuo cuerdo reconocería inmediatamente la existencia de Dios y se arrepentiría en el acto. Pero no es así. Basta con mirar al Faraón.  Enviar sus tropas de cabeza a una gran masa de agua lo convertiría en el blanco principal de una demanda por negligencia. La única explicación para una maniobra militar tan ridícula es que el faraón esperara que sus tropas cruzaran el mar, tal como hicieron los judíos.  Esto sólo tendría sentido si la división del mar fuera un suceso natural y no una intervención Divina.

El versículo (Shemot 14:21) dice: “…y Dios movió el mar con un fuerte viento del este durante toda la noche, y convirtió el mar en tierra húmeda y el agua se partió”.  Al usar un fuerte viento para provocar la apertura del mar, Dios le dio al Faraón la opción de dudar de Su papel en el milagro. El Faraón asumió que el mar se abrió por el viento, lo cual era un hecho natural. A pesar de que cualquier observador objetivo señalaría que un mar nunca se divide sin importar cuán fuerte sea el viento, el Faraón estaba determinado a ver lo que quería ver, y como resultado, llevó a sus hombres a una destrucción segura.

Nuestros Sabios dicen que los milagros sólo les ocurren a aquellos que no necesitan pruebas adicionales de la existencia de Dios, o a aquellos que no empezarán a creer en Dios independientemente de lo que vean.  El hombre tiene una tendencia natural a la deshonestidad intelectual.  La gente se decide antes de conocer los hechos y, por tanto, sus conclusiones pueden tener poca relación con la realidad. Las personas que declaran que creerían en Dios si vieran una prueba concreta de Su existencia, lo más probable es que justifiquen cualquier milagro que presencien con algún fenómeno científico, natural o de cualquier índole, que no sea la intervención Divina.

¿Por qué la gente no reconoce un milagro cuando lo ve?  ¿Acaso el nacimiento de un niño o la caída de una manzana del árbol en el momento exacto de su maduración no son milagrosos? ¿Y la salida del sol o la gravedad?  Algunos afirman que la ciencia tiene explicaciones lógicas para todos estos fenómenos, mientras que otros son capaces de percibir milagros a diario. Todo depende de la perspectiva de cada uno.

El hombre tiene libre albedrío, y ese libre albedrío le permite elegir tener una relación con Dios.  Al elegir tener una relación con el Todopoderoso, se hace merecedor de recibir una recompensa Divina.  Por el contrario, cuando niega a Dios y se niega a comportarse según la voluntad del Todopoderoso (es decir, siguiendo las mitzvot), es castigado.

El hombre es libre de hacer una mitzvá o una transgresión dependiendo de su deseo de reconocer a su Creador o de perseguir sus propios deseos. Dado que el milagro ofrece una prueba innegable de la existencia de Dios, al hacerlo, plantea un desafío al libre albedrío del hombre. 

Cuando la persona se enfrenta a la verdad de la existencia de Dios de forma tan flagrante como lo hicieron los judíos en el monte Sinaí, la vida se vuelve más desafiante.  Cuando se revela la presencia de Dios, el libre albedrío de una persona se vuelve más limitado y las consecuencias de una transgresión se vuelven infinitamente más severas.  Ya no puede alegar: “¡No tenía ni idea de que eso estaba prohibido!”.

En lugar de buscar respuestas en Internet o esperar milagros, deberíamos buscar dentro de nuestros propios discos duros y páginas de inicio.  Para apreciar el mundo y los milagros que ocurren a nuestro alrededor cada día, debemos despertarnos y reflexionar sobre el mundo que nos rodea, en lugar de permitirnos pasar el día entero frente al televisor.

En lugar de esperar que Dios haga milagros, debemos cambiar nuestro punto de vista y ver los milagros que ya ocurren constantemente a nuestro alrededor.  Y lo que es más importante, debemos estar dispuestos a cambiar nosotros mismos y a crecer a medida que descubrimos la belleza y la profundidad de este universo milagroso.  Esa es verdaderamente la prueba de los tiempos modernos.  Los orgullosos soldados de la honestidad intelectual que pueden mirar más allá de los titulares de prensa y construir sus vidas basándose en búsquedas justas no necesitan buscar milagros en el océano.  Aquellos que buscan la espiritualidad en los tiempos modernos pueden ser igual de inspiradores para las personas que les rodean como la división del mar.

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1. Carla

2/04/2023

Que hermosa enseñanza, muchas gracias!!! No sabe cuánto la necesitaba. Gracias Hashem, esto es un milagro🙏

2. Nadia

2/01/2023

GRACIAS

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