Ciclos de vida – Tzav

¿Qué número de mes es Tishrei en el calendario judío (primero, segundo, etc.)? (Sí, tienes razón, es una pregunta capciosa).

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Rabino David Charlop

Posteado en 26.03.23

Los ciclos de luz y oscuridad, día y noche, representan el flujo y reflujo de nuestras vidas. Nuestros mundos internos y externos son a veces claros, a veces oscuros…

Todos sabemos que la jornada judía comienza con la puesta del sol. El Shabat comienza con el canto conmovedor de Leja Dodi, seguido por los rezos vespertinos y continúa hasta después del crepúsculo del sábado a la noche. Parece bastante sencillo ¿no?

Está claro en la Parasha de esta semana que las principales actividades en el Templo (Beit Hamikdash) son llevadas a cabo por los Sacerdotes (Kohanim ) durante el día. El servicio inconcluso se completa al llevar las ofrendas al Altar esa noche. Al día siguiente comienza un nuevo día de servicio renovado. Y así continúa el ciclo de servicio en el Templo. Parecería bastante lógico comenzar a la mañana y continuar hasta la noche, pero esto no encaja en el patrón de “Y fue la tarde, y fue la mañana, un día”.

Ahora el segundo problema con el calendario judío:

Pregunta: ¿Qué día marca el comienzo del año judío?

Respuesta: (Obviamente) Rosh Hashana, que comienza con el mes hebreo de Tishrei.

Pregunta: ¿Qué número de mes es Tishrei en el calendario judío (primero, segundo, etc.)? (Sí, tienes razón, es una pregunta capciosa).

Respuesta: Tishrei es el séptimo mes en el ciclo de los meses que comienzan con Nisán, el mes en el cual tuvo lugar el Éxodo.

¿Suena raro? ¿Empezar el Año Nuevo judío con el séptimo mes? (No pasa nada, los judíos somos gente divertida…).

El día y la noche, el invierno y el verano no son sólo realidades físicas según nuestra Torá, sino que representan estados del ser. Los ciclos de luz y oscuridad, día y noche, representan el flujo y reflujo de nuestras vidas. Nuestros mundos internos y externos son a veces claros, a veces oscuros y, por lo general, con muchos matices intermedios.

El sabio rey Salomón nos dice en Kohelet – Eclesiastés: “¿Qué provecho saca el hombre de todo el trabajo que realiza bajo el sol?”. Su afirmación parece bastante clara: la luz del sol representa la futilidad de la vida. Sin embargo, hacia el final del mismo libro nos enseña: “Dulce es la luz, y es bueno para los ojos contemplar el sol”. Una imagen tan inspiradora del mismo sol, lejos de ser fatalista. ¿Cuál es la metáfora salomónica del sol: frustración o inspiración?

Sabemos muy bien que una parte de la vida es bastante aleccionadora. Nacimiento, vida, muerte. “Cenizas a las cenizas”. Junto con todos los momentos de placer y gozo que experimentamos en esta vida, hay mucha futilidad en la existencia finita. El ciclo de las estaciones es bello por sus cambios, pero insinúa que el tiempo avanza rumbo a su inevitable final.

Sin embargo, esto es sólo una cara de la vida. Hay otro mundo plantado en este mundo físico que está lleno de luz y alegría. Es la oportunidad de conectar con la Fuente Última de Luz, Hashem Mismo. Se encuentra en el mundo del Shabat, en un rezo junto al Muro Occidental, en la exuberancia de Simjas Torá y en el anhelo de borrón y cuenta nueva durante Yom Kipur.

Y como seres físicos y espirituales, nos vemos arrastrados por estos dos mundos. La gravedad del tiempo y el espacio y los ciclos ineludibles de la vida nos tiran hacia abajo. Sin embargo, nuestras almas santas tiran de nosotros hacia arriba, anhelando conectar con lo que no está limitado, con nuestra verdadera esencia espiritual.

En este mundo, en general, imperan las exigencias de la naturaleza. El ciclo inflexible de la vida y la muerte está simbolizado por el movimiento diario de puesta de sol a puesta de sol, un ciclo que comienza y termina con la oscuridad.  Y aunque tenemos avances de luz, al final tenemos que enfrentarnos a la oscuridad como punto de partida y de llegada de este mundo. Con una excepción: el Templo. En ese lugar sagrado, al elevarnos por encima de los confines del tiempo y el espacio, entramos en una realidad nueva y espectacular. Ese lugar es el mundo de la luz, la claridad y el sentido último. Y aunque, incluso en el mundo del Templo podemos enfrentarnos temporalmente a la oscuridad causada por nuestra pérdida de enfoque de lo que realmente somos, al final volvemos a la luz. Allí comenzamos y terminamos con la luz.

Esta dicotomía se reproduce en el ciclo anual. El año que comienza y termina con Rosh Hashaná sigue el mismo ciclo de los días de este mundo físico: empezamos y terminamos con el acortamiento de los días que precede y conduce a la oscuridad del invierno. Pero en esa nube, hay un resquicio de esperanza del ciclo del calendario judío que nos invita a elevarnos por encima del tiempo, a elevarnos por encima de nosotros mismos. Comienza y termina con Pésaj, la fiesta que nos enseña que somos verdaderamente libres de los confines de este mundo.

La futilidad representada por la primera mención del sol por Salomón queda eclipsada por la dulzura del segundo sol. Es nuestra elección escoger en qué ciclo de la vida queremos vivir.

Que la dulzura de la luz del Templo brille rápidamente sobre el mundo y nos acerque a nuestro verdadero yo y a nuestro Creador.

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1. PAULIN NIKOLLI

3/30/2023

BARU HaSHEM POR ESTE ENSENIANSE EN REGALO POR NOSOTROS.

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