El lenguaje sagrado – Emor

No es casualidad que leamos el relato de Shlomit bat Divri cada año durante la cuenta del Omer. ¿Cuál es la conexión entre ambos?

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 01.05.23

Permítanme llevarlos en nuestra máquina del tiempo imaginaria para escuchar a escondidas una conversación que tuvo lugar en Egipto hace más de 3300 años:

Shlomit la israelita: “Buenos días, Farid – ¿cómo estás?”

Farid, el capataz egipcio: (El corazón le da un vuelco, pues es la primera vez que le habla una de esas hermosas mujeres israelitas) Bien, gracias, ¿cómo te llamas?

Shlomit la israelita: “Shlomit, hija de Divri. Mi marido es uno de los esclavos del equipo de trabajo que está a tu cargo. Se llama Shlumiel. Dime – ¿es una camisa nueva la que llevas? Estás muy guapo con ella. También me gusta el olor de tu aftershave…”

¿Cuál fue el resultado de este intercambio de palabras?

El fuego de la lujuria ardía en el interior de Farid. Nunca en la historia un egipcio había puesto un dedo sobre una mujer israelita. Todos los egipcios estudieron en primer grado lo que le ocurrió al antiguo faraón cuando raptó a nuestra matriarca Sara. Él y todo su pueblo fueron azotados por la infertilidad y la impotencia hasta que la liberó y le pidió perdón a Abraham. Desde entonces, ningún egipcio soñó jamás con intercambiar palabras con una israelita, y mucho menos con otra cosa.

Sin embargo, la lengua movediza de Shlomit derribó los muros del pudor verbal que protegen a la mujer judía contra el pecado. ¿A qué condujo esto?

Y salió el hijo de una mujer israelita -y era hijo de un egipcio- entre los hijos de Israel; pelearon en el campamento, el hijo de la mujer israelita (peleó con) un hombre israelita… el hijo de la mujer israelita pronunció el Nombre y blasfemó… y el nombre de su madre era Shlomit bat Divri (Levítico 24:10-11).

La condena de la sección de la Torá de esta semana es en realidad un prodigioso elogio del pueblo judío. En los 210 años de esclavitud en Egipto, que se extendieron a lo largo de seis generaciones e incluyeron a millones de judíos, hubo un solo caso de infidelidad matrimonial, que la Torá publicita aquí con luces de neón. ¿Cómo? Shlomit bat Divri estaba durmiendo. Un hombre entró en su cama; ella estaba segura de que era su marido, pero no lo era. Era el capataz egipcio de su marido, que lo obligó a realizar trabajos forzados durante toda la noche y le dio tal paliza que se murió. En mitad de la noche, el egipcio se escabulló y sorprendió a la mujer del israelita. Aquella noche, ella concibió un hijo.

El Rabino Ovadia de Bartenura explica que el hijo de Shlomit, que ya había crecido y se había convertido en un joven, quiso montar su tienda en el campamento de la tribu de Dan, la tribu de su madre. Los danitas no se lo permitieron. Preguntó por qué y le dijeron que su padre no era miembro de la tribu, y la pertenencia a la tribu se determina según el padre, no según la madre. El joven respondió que nunca conoció a su padre. “Claro que no lo conociste”, le dijo uno de los danitas. “Tu padre era egipcio y tú eres su hijo ilegítimo, un mamzer”.

El temperamento del joven estaba llegando a su punto de ebullición. “Demuéstramelo”, dijo; “¿dónde está mi padre?”.

El danita respondió: “No puedo revivir a un muerto: Moisés lo mató”.

Entonces comenzó una pelea entre los dos. El hijo de Shlomit, “hijo de una mujer israelita… y de un hombre egipcio”, como nos dice la Torá, blasfemó contra el santo Nombre y fue ejecutado.

La Guemará nos dice que los actos de padres y madres son peldaños para los hijos e hijas. Shlomit pecó con su lengua meneante de una manera sin precedentes y su hijo pecó con su lengua de una manera sin precedentes, tanto que nadie sabía cuál era el castigo por blasfemar – tuvieron que preguntarle a Moisés.

¿Qué tiene que ver todo esto con el Omer?

La restricción de muchas actividades alegres durante la cuenta del Omer, como las bodas, la música y el baile, tiene su origen en la muerte de los 24.000 alumnos de Rabi Akiva, que “no se respetaban debidamente los unos a los otros” (Yevamot 62b). ¿Por qué? Cuando estudiaban juntos, se dirigían los unos a los otros con desdén y condescendencia, creyéndose cada uno más inteligente que el otro. Su forma de conducirse petulante, como explica el Ben Ish Jai, era una difamación del Nombre de Hashem, pues la gente común decía: “Si así actúan los eruditos de la Torá, entonces ¿quién necesita estudiar Torá?”. Todos murieron durante el Omer, un tipo de difteria que ataca la boca y la lengua. Antes de morir, perdieron el habla.

La lección que aprendemos tanto de Shlomit bat Divri como de los 24.000 alumnos de Rabi Akiva es que un pueblo santo debe tener una lengua santa. Una violación de la santidad en el habla conduce a una contaminación total del alma, que el Cielo no lo permita.

Y si el habla es la base de las relaciones interpersonales, y las relaciones interpersonales de cada judío deben ser santas, entonces nuestro habla ciertamente debe ser santa.

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1. Albertina Pérez Miranda

5/04/2023

Grande enseñanza. Rabino Arush y Yonatan. La lengua es la maldición de el cuerpo y alma.

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