El pan de la vergüenza

La esencia misma del alma es su conexión con el Creador. Y esa conexión surge cuando la persona cumple las mitzvot de la Torá.

3 Tiempo de lectura

Grupo Breslev Israel

Posteado en 07.05.24

La esencia misma del alma es su conexión con el Creador. Y esa conexión surge cuando la persona cumple las mitzvot de la Torá. La palabra mitzvá proviene del término tzavta, que significa “conexión”: la conexión con el Creador. Por el contrario, el pecado constituye lo opuesto a la esencia del alma y lo opuesto a su función. Así es como la palabra jet, “pecado” en hebreo, se relaciona con la idea de “errar el blanco”. De esto aprendemos que el castigo no es la consecuencia del pecado, sino que el pecado, en sí mismo, es el peor castigo que existe, porque desconecta al individuo de su Creador. Y, para el alma, esa es la manifestación más cabal de “errar el blanco”.

Siendo que el Creador quería beneficiarnos, ¿por qué hizo que el alma bajara desde los ámbitos supernos a un mundo de oscuridad y de materialidad? ¿Por qué Él nos creó en este mundo, en el que hay tanto sufrimiento y en el que la esencia del verdadero deleite, que es nuestra conexión con el Creador, está tan completamente oculta? ¿Por qué Él creó al hombre con una mala inclinación que lo lleva a pecar y a transgredir, y con un cuerpo tosco que siente atracción por los placeres físicos que atormentan al alma?

Todos los escritos kabalísticos explican que, antes de que el Creador creara este mundo, todas las almas se deleitaban en el resplandor de la Shejiná, la Presencia Divina, en el mundo superno. Sin embargo, las almas sufrían mucho por el hecho de que estaban recibiendo todo ese deleite sin haberse esforzado en absoluto, habiendo recibido un regalo inmerecido, que no se habían ganado. Los kabalistas llaman a esto “el pan de la vergüenza”. Y, a decir verdad, el ser humano solamente siente placer de algo por lo cual se ha esforzado. Tal como afirma el versículo: “Cuando comas de la labor de tus manos, feliz serás, y gozarás bondad” (Salmos 128:2). Y tal como afirma la Guemará: “La persona prefiere su propia medida a nueve medidas de otra persona” (Bava Metzía 38a). Y Rashi explica: “La prefiere porque se esforzó por obtenerla”.

Del mismo modo, no sólo que este “pan de la vergüenza” no ofrece ningún deleite, sino que le ocasiona un tremendo sufrimiento al alma. Porque el alma es “una parte de la Divinidad Suprema”, o sea, una porción del Santo Bendito Sea, Quien es pura Verdad y Cuyo sello es la verdad. Por lo tanto, en su esencia, el alma está muy lejos de todo lo que pueda tener, aunque sea, una pizca de falsedad, de deshonestidad o de falta de integridad, en cualquier ámbito que sea. Y algo que uno recibió gratis, sin habérselo ganado, carece de una medida de integridad, porque es algo que la persona quiso ganarse sin haberse esforzado por ello. Por lo tanto, el espíritu humano lo resiente.

Incluso Labán, el arameo, que era un estafador y un mentiroso, comprendió que recibir algo a cambio de nada constituye un defecto de carácter, y por eso le dijo a Jacob: “¿Simplemente porque eres pariente mío me vas a servir gratis?” (Génesis 29:15). Y el Rambán explica: “Yo sé que a partir de ahora trabajarás para mí, porque eres una persona de moral que no se gana la vida a expensas de los demás. Y yo tampoco quiero que el trabajo que hagas para mí sea gratis, sin cobrar nada. Así que dime cuánto quieres que te pague, y te lo pagaré”. Recibir algo sin haberlo ganado es repugnante para toda persona moral, virtuosa y recta y, evidentemente, para el alma, que, por naturaleza, busca la verdad y cuyos rasgos son impolutos. Por ende, cuando recibe un deleite sin habérselo ganado, el alma no deja de sufrir.

Nada en este mundo es gratis. Si algo es gratis, es solamente una trampa. Tal como afirma el santo Or HaJaim en nombre del Zohar (Trumá 128a), los poderes de impureza son llamados “inmerecidos” y controlan todo aquello que fue obtenido sin esfuerzo (Or HaJaim sobre Éxodo 21:4). El alma es pura y quiere ganarse su genuino deleite por medio del trabajo y el esfuerzo, no recibirlo gratis. Por lo tanto, el alma sufre terriblemente a causa de la vergüenza que siente al recibir un deleite no merecido. El sufrimiento producido por esa vergüenza es el más grande sufrimiento que existe en el mundo. El ser humano está dispuesto a morir antes que ser avergonzado y humillado delante de otros, y cuánto más tratándose del Mundo de la Verdad. Tal como enseña Rabí Najman: “El sufrimiento de la vergüenza es mucho mayor que el castigo del Gehenom” (Likutey Moharán I:22).

Escribe tu opinión!

Gracias por tu respuesta

El comentario será publicado tras su aprobación

Agrega tu comentario